Por qué dejar de tomar azúcar se convirtió en el mayor error de mi vida
A pesar de la mala publicidad que tiene el azúcar, dejarlo por completo no fue una buena idea, restringirlo al máximo puede ser perjudicial vea por qué.
Llevada por estas terribles cifras, Radhika Sanghan, de BBC Three, quiso ponerse a prueba y hacer su vida más saludable. O eso creía ella. Durante más de dos meses dejó de consumir azúcar y así lo vivió.
Llevo un mes sin consumir azúcar y me siento fatal.
He pasado de ser la persona que toma al menos un postre al día a ser una completa y absolutamente libre de azúcar.
Lo único que quiero gritar es “¡Chocolate!”
Lo cierto es que siempre he comido relativamente bien. Mis ingestas consisten en carbohidratos, proteínas, grasas buenas (aguacate y frutos secos) y mucha fruta y verdura. Hago ejercicio y siempre he estado en un peso adecuado así que nunca sentí la necesidad de hacer dieta. Hasta ahora.
Las noticias constantes de lo malo que es el azúcar pudieron conmigo. Hay estadísticas que dicen que su consumo está en su nivel más alto de la historia.
Creo que soy una persona que, como la media, consume al menos 15 cucharaditas de azúcar al día. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda comer solo 6.
Para que se den cuenta del problema, una sola lata de refresco contiene hasta 9 cucharadas de azúcar.
Con estos datos en la cabeza y el miedo a acabar con mi propia salud me decido a ir a internet.
Allí, desde famosas, a expertos y nutricionistas hablan de la necesidad de dejar de tomar azúcar. Las bondades de erradicar este ingrediente las predican desde estrellas de Hollywood como Gwyneth Paltrow, a escritoras como Sarah Wilson o gente corriente en sus cuentas de Instagram.
El mensaje es claro: no reduzcas el azúcar, elimínalo por completo.
Así que me decido a llevar a cabo este reto.
Evolución
Los primeros 15 días tengo cambios de humor peores que los de un adolescente. Dolores de cabeza interminables como si se tratase de una resaca descomunal. Lloro cada día después de que los nutrientes del almuerzo han abandonado mi cuerpo. Le grito a la gente.
Solo hay una cosa que me calma. El dulce sabor de un plátano, pero solo saber que Gwyneth nunca se permitiría el más mínimo contacto con la fructosa me llena de culpa.
Después de tres semanas los dolores de cabeza desaparecen. Vuelvo a sentirme medianamente normal y cuando alguien me ofrece un trozo de pastel o algún otro dulce no me molesta decir que no.
Me pregunto: “¿Lo he superado?”.
No, a las 11 de la noche me encuentro desesperada buscando unos huevitos de pascua que sé que están en algún lado del armario de la cocina.
Antes la comida no me preocupaba pero ahora la compra semanal me lleva el doble del tiempo por considerar lo que puedo o no puedo comer. No disfruto de los cumpleaños y me quedo dándole sorbos a un vaso de agua mientras los demás toman vino.
El consejo médico
Dos meses en esta dinámica, y mis compañeros y amigos coinciden en una cosas: mi obsesión había llegado demasiado lejos.
Decido acudir a un experto. El doctor Hisham Ziauddeen, investigador de la Universidad de Cambridge, no entiende los motivos que me llevaron a realizar este experimento.
Una pregunta me hace caer en la cuenta del mi error de base: “¿Quién dice que tienes que dejar el azúcar por completo?”.
Es ahí donde me doy cuenta de que no hay ningún estudio científico que haga tal recomendación. Fueron los consejos de famosas y gente en internet quien me llevó a hacerlo.
El doctor me explica que muchas de estas pseudonutricionistas no lo son.
Ziauddeen reconoce las bondades de reducir la ingesta de azúcar en cuanto a salud dental y pérdida de peso pero su conclusión es clara.
“Dejarlo por completo parece más un culto”.
Todo este movimiento de “comer limpio” no solo incluye el azúcar. A veces también elimina por completo grupos alimentarios: lactosa, cereales, carne, etc…
El experto recuerda que dejarlo sin motivo aparente (alergias, por ejemplo) puede ser más perjudicial que beneficioso.
A día de hoy estoy siguiendo el consejo del doctor Ziauddeen que es, ni más ni menos, el mismo que el de mi profesora de 6º grado: comer una dieta equilibrada.