El bombardeo de dos campos petroleros sauditas aumenta tensiones en el Golfo. El momento no parece casual: Irán y China marchan camino a cambiar el balance estratégico de fuerzas en la región.
Graves acusaciones de Riad a Teherán: En los ataques a dos plantas petroleras en Arabia Saudita se habrían empleado armas de Irán. Hasta el momento, todo indica “que las armas utilizadas en ambos ataques provenían de Irán”, dijo el vocero de la coalición militar liderada por Arabia Saudita, Turki al-Maliki, en una conferencia de prensa este lunes (16.09.2019). En la actualidad, se examina desde dónde se dispararon esas armas.
También los Estados Unidos responsabilizan a Irán por los ataques contra las dos plantas petroleras pertenecientes a Aramco, propiedad estatal de Arabia Saudita. Aunque los rebeldes hutíes yemeníes reclamaron la autoría de los ataques del sábado pasado, el Gobierno estadounidense no les cree.
Adicionamente, el New York Times reportó sobre imágenes satelitales que demostrarían un ataque proveniente de Irán. Mientras tanto, Teherán ha rechazado las acusaciones de Washington.
Las declaraciones estadounidenses fueron particularmente fuertes esta vez, dice el geógrafo económico Günter Meyer, director del Centro de Investigación sobre el Mundo Árabe en la Universidad de Maguncia. Esa fue también una maniobra propagandística, asegura.
Tanto el presidente estadounidense, Donald Trump, como su titular de Exteriores, Mike Pompeo, describieron la agresión como un ataque de Irán al suministro global de energía.
“De esta manera, están distrayendo efectivamente del hecho de que Arabia Saudita, con la ayuda de Estados Unidos y con un presupuesto militar anual de 70 mil millones de dólares, ha construido desde hace tiempo la maquinaria de defensa y asalto más avanzada de la región”, evalúa Meyer. Con ella y “a través de la intervención en Yemen”, Arabia Saudita “ha contribuido al mayor desastre humanitario en la historia de ese país”, agrega.
Dos conflictos se están desdibujando alrededor del Estrecho de Ormuz: el pulso de poder entre Arabia Saudita e Irán, que hasta ahora se ha centrado en una guerra subsidiaria en Yemen, por un lado; y la escalada de tensiones entre Irán y Estados Unidos, luego de la salida de este último del acuerdo nuclear de 2015, por el otro.
Estas tensiones aumentaron nuevamente el lunes, después de que los Guardianes de la Revolución iraníes detuvieran un barco, según informes de prensa. En él, se habrían estado transportando 250.000 litros de diésel para ser introducidos de contrabando en los Emiratos Árabes Unidos, asegura un informe de la agencia de noticias semiestatal iraní Insa.
Esto es bastante creíble, según Meyer: “Los precios del diésel en Irán son muy bajos y varios barcos han sido ya confiscados por la misma razón”.
La situación en el Golfo ha ganado fuerza explosiva a causa de la cooperación económica y militar acordada entre Irán y China, según informes de la revista Petroleum Economist y medios de comunicación iraníes. De acuerdo con estas fuentes, Pekín tiene previsto invertir 400 mil millones de dólares en Irán.
Solo en los próximos cinco años, 280 mil millones deben ser destinados al desarrollo de la producción de petróleo y gas, así como del procesamiento petroquímico de Irán. Además, se destinarán otros 120 mil millones al desarrollo de infraestructuras en los sectores industrial y de transporte. Irán estará también conectado a la red de transporte de la Nueva Ruta de la Seda. Y, por si fuese poco, 5.000 efectivos de seguridad se estacionarán en Irán para proteger las instalaciones chinas. Ese es el plan.
Según Meyer, esta cooperación cambiaría fundamentalmente las condiciones geoestratégicas en el Golfo, a expensas de Arabia Saudita y de Estados Unidos. Aunque la presencia de tropas chinas no sirve específicamente a la defensa del territorio iraní, hace que sea difícil atacar desde fuera.
“Si un soldado chino fuera dañado en un ataque desde el exterior, Pekín lo interpretaría como un ataque deliberado contra su Ejército. Así que quien ataque a Irán en el futuro correrá también el riesgo de luchar contra China, la potencia mundial”, observa el experto.
China cobra un alto precio por su asociación militar y económica. Entre otras cosas, ha acordado que el país recibirá un descuento de alrededor de un tercio del precio de compra habitual del petróleo y del gas iraní, así como de sus productos petroquímicos.
Las cuentas no se saldarán en dólares, sino a través de las monedas de los países africanos o de los Estados derivados de la Unión Soviética. No obstante, el acuerdo le da a Irán el tan necesario acceso al mercado internacional a gran escala. Las sanciones de Estados Unidos quedarían, al menos parcialmente, obsoletas.
Este acuerdo es también parte del trasfondo de la actual escalada verbal y militar, insiste Günter Meyer. “Si Estados Unidos decide atacar a Irán, contra toda racionalidad militar, este sería el momento adecuado. Habría un pretexto para tomar medidas contra los ingresos petroleros iraníes, antes de que comience la cooperación militar con China”.
Desde el punto de vista de quienes apuestan por una solución militar, un ataque tendría que llevarse a cabo lo más rápido posible. “Pues una vez que esta cooperación entre Irán y China funcione a toda velocidad y las fuerzas de seguridad chinas estén estacionadas allí, una confrontación con Irán podría conducir a una escalada de dimensiones completamente nuevas”.
Con o sin escalada, la situación geoestratégica está cambiando fundamentalmente en el Golfo. Y esto podría significar también el fin de las restricciones al programa nuclear iraní. En un futuro previsible, Irán podría convertirse en una potencia líder en la región.