Al principio las imágenes son turbias. Los sedimentos pasan rápidamente frente a la cámara mientras Icefin, un robot submarino amarillo brillante operado a control remoto, avanza despacio bajo el hielo.
Después, el agua comienza a aclararse.
Icefin está bajo casi 600 metros de hielo, frente a uno de los glaciares que más rápido están cambiando en el mundo.
De pronto una sombra aparece sobre él, un acantilado de hielo sucio.
Es una visión única: la primera imagen de una frontera que está cambiando nuestro mundo.
Icefin llegó al sitio en el que las aguas calientes del océano se encuentran con un muro de hielo en la parte delantera del majestuoso glaciar antártico de Thwaites, el punto donde este vasto cuerpo de hielo comienza a derretirse.
Los glaciólogos describen al Thwaites como el glaciar “más importante” y el “más peligroso” del mundo. También le dicen el glaciar del “Día del Juicio Final”.
Se encuentra en el sector antártico que no es reclamado por ningún país, y desemboca en el mar de Amundsen, a unos 30 kilómetros al este del monte Murphy, en la tierra de Marie Byrd.
Es gigante, casi del tamaño de Reino Unido, y es ya responsable de 4% del aumento global en el nivel del mar, una cifra enorme para un solo glaciar.
Pero los datos de satélite muestran que se está derritiendo cada vez más rápido.
El Thwaites contiene suficiente agua para incrementar el nivel de los mares del mundo en más de medio metro.
Y Thwaites se ubica como una piedra angular justo en el centro de la capa de hielo de Antártica occidental, una vasta masa de hielo que contiene más de tres metros potenciales de incremento adicional en el nivel del mar.
Y así, hasta este año, nadie ha intentado una investigación científica de gran escala sobre el glaciar.
El equipo de Icefin, junto con otros 40 científicos, forman parte de la Colaboración Internacional del Glaciar Thwaites, un esfuerzo conjunto de Reino Unido y Estados Unidos de cinco años y US$50 millones para entender por qué está cambiando tan rápidamente.
Es el proyecto científico de campo más grande y más complejo en la historia de la Antártica.
Cuando me invitaron a informar sobre el trabajo del equipo, ciertamente me sorprendí de lo poco que se sabe sobre un glaciar tan importante.
Cuando llegué allí descubrí por qué.
La nieve en la pista de hielo del aeródromo del programa antártico retrasó mi vuelo de Nueva Zelanda a McMurdo, la principal base de investigación de Estados Unidos en la Antártica.
Esta fue la primera de un catálogo completo de retrasos y alteraciones.
A los equipos científicos les toma semanas llegar a sus campos de investigación.
La Antártica occidental es la parte más tormentosa del continente más tormentoso del mundo.
Y el glaciar Thwaites es remoto incluso para los estándares de la Antártica, a más de 1.600 km de la base de investigación más cercana.
Pero entender lo que está ocurriendo aquí es esencial para que los científicos puedan predecir con precisión los incrementos futuros en el nivel del mar.
El hielo en la Antártica contiene 90% del agua dulce del mundo, y 80% de ese hielo está en la parte oriental del continente.
El hielo en Antártica oriental es muy grueso, con un espesor promedio de 1,6 km, pero descansa sobre terreno elevado y sólo se asoma un poco hacia el mar.
La Antártica occidental, sin embargo, es muy diferente. Es más pequeña -aunque sigue siendo enorme- y es mucho más vulnerable al cambio.
A diferencia del oriente, la parte occidental no descansa sobre terreno elevado. De hecho, virtualmente toda su base está muy por debajo del nivel del mar.
Si no fuera por el hielo, sería un océano profundo con unas pocas islas.
Llevaba cinco semanas en la Antártica cuando finalmente pude abordar el avión bimotor del British Antarctic Survey (BAS) que me llevaría al glaciar.
Acampé con el equipo en lo que se conoce como zona de base.
Los campamentos están sobre el hielo ubicado en el punto donde el glaciar se encuentra con el agua del océano y el equipo tiene la tarea más ambiciosa de todas.
Necesitan perforar casi 800 metros hielo justo en el punto donde el glaciar está a flote.
Usarán el orificio para tener acceso al agua de mar que está derritiendo el glaciar para descubrir de dónde viene y por qué está atacándolo tan vigorosamente.
No tiene mucho tiempo.
Quedan solo unas cuantas semanas del verano antártico antes de que el tiempo realmente empeore.
La doctora Kiya Riverman, glacióloga de la Universidad de Oregón (EE.UU.), perfora con un taladro de hielo y coloca pequeñas cargas explosivas.
El resto de nosotros hacemos orificios en el hielo para los geófonos, los oídos electrónicos que escucharán el eco de las explosiones que rebotan de los cimientos a través de capas de agua y hielo.
Thwaites descansa sobre el lecho marino
La razón por la que los científicos están tan preocupados por el Thwaites es por la inclinación hacia abajo del lecho submarino.
Esto significa que el glaciar se vuelve cada vez más grueso a medida que te diriges tierra adentro.
En su punto más profundo la base del glaciar tiene más de 1,6 km debajo del nivel del mar y hay otro 1,6 km de hielo sobre ésta.
Lo que parece que está ocurriendo es que el agua caliente del océano profundo está fluyendo hacia la costa y debajo de la fachada del hielo, derritiendo el glaciar.
A medida que el glaciar retrocede, más hielo queda expuesto.
Es un poco como cortar rebanadas de la orilla de un trozo de queso.
El área de la superficie de cada una se hace cada vez más grande, aportando cada vez más hielo para que el agua lo derrita.
Y ese no es el único efecto.
La gravedad hace que el hielo sea plano. A medida que se derrite la fachada del glaciar, el peso de la vasta reserva de hielo que está detrás avanza hacia adelante.
Lo que quiere es “aplastar”, explica Riverman. Entre más alto el acantilado de hielo, mayor el “aplastamiento” que el glaciar quiere hacer.
Así, entre más se derrite el glaciar, hay más probabilidades de que el hielo en éste fluya más rápido.
“El temor es que estos procesos se acelerarán”, dice. “Es un círculo vicioso, un círculo que se retroalimenta”.
Poder llevar a cabo investigaciones a esta escala en un ambiente tan extremo no requiere sólo transportar a unos cuantos científicos a una ubicación remota.
Se necesitan toneladas de equipo especializado y decenas de miles de litros de combustible, además de tiendas de campaña y otros abastecimientos y alimentos.
Yo acampé en el hielo durante un mes, algunos de los científicos estarán allí mucho más tiempo, dos meses o más.
Tomó más de una decena de vuelos de la flota de aviones de carga Hércules del programa estadounidense para llevar a los científicos hacia el principal puesto del proyecto, en medio de la capa de hielo de la Antártica occidental.
Después aviones más pequeños transportaron a la gente y los abastecimientos hacia los campamentos, a cientos de kilómetros del glaciar.
Las distancias en este lugar son tan grandes que se necesita establecer otro campamento a mitad del camino entre el glaciar para que los aviones puedan recargar combustible.
La contribución de la BAS fue un viaje épico en tierra que transportó cientos de toneladas de combustible y cargamentos.
Dos barcos rompehielos atracaron a la orilla de península antártica el pasado verano.
Con un equipo de conductores de vehículos especiales para nieve se trasladaron más de 1.600 km a través de la capa de hielo en uno de los terrenos y del clima más inhóspitos de la Tierra.
Los científicos en el campamento de la zona de base planean usar el agua caliente para perforar el orificio en el hielo.
Necesitan 10.000 litros de agua, lo que significa que hay que derretir 10 toneladas de nieve.
“Será el jacuzzi ubicado más al sur del mundo”, bromea Paul Anker, el ingeniero de perforación del BAS.
El principio es simple: calientas el agua con calderas justo debajo del punto de ebullición y después lo rocías sobre el hielo, derritiéndolo.
Perforar un hoyo de 30 cm a lo largo de 800 metros de hielo en uno de los glaciares más remotos del mundo no es sencillo.
El hielo está a -25 ºC así que es probable que el orificio se congele rápido y todo el proceso dependerá del estado del tiempo.
Las tormentas de la Antártica pueden ser muy intensas. No es inusual tener vientos huracanados además de las temperaturas extremadamente bajas.
La que nos tocó fue relativamente moderada para la Antártida pero aún así pasamos tres días con vientos con velocidades de hasta 75 km por hora.
Eso significó detener el trabajo.
Los científicos dicen que el glaciar se está derritiendo tan rápido debido a una compleja interacción de clima, temperaturas y corrientes oceánicas.
La clave es el agua marina caliente, que se origina del otro lado del mundo.
A medida que la corriente del Golfo se enfría entre Groenlandia e Islandia, el agua se disipa. Esta agua es salada, lo que la hace relativamente pesada, pero tiene un grado o dos sobre el punto de congelación.
Esta agua salada pesada es transportada por una corriente del océano profundo, llamada circulación termohalina del Atlántico, hacia el sur.
Entonces esta forma parte de la corriente circumpolar antártica que fluye debajo de una capa de agua mucho más fría.
El agua de la superficie en la Antártica es muy fría, justo sobre los -2 ºC, el punto de congelamiento del agua salada.
El agua circumpolar viaja alrededor del continente pero con cada vez más frecuencia se ha estado acumulando en el límite de Antártica occidental.
Y aquí es donde nuestro cambio climático entra en acción.
Los científicos dicen que el océano Pacífico se está calentando y que está cambiando los patrones del viento en la costa de Antártica occidental, permitiendo que el agua profunda caliente se acumule sobre la plataforma continental.
“El agua profunda circumpolar antártica es sólo unos cuantos grados más caliente que el agua sobre ella, un grado o dos sobre 0 ºC, pero eso es suficientemente caliente para encender este glaciar”, dice David Holland, oceanógrafo de la Universidad de Nueva York y uno de los científicos líder en el campamento base.
Yo iba a partir de la Antártida a fines de diciembre pero llegó una llamada del programa estadounidense diciéndonos que no podíamos retrasar los vuelos y debíamos salir del campamento en una hora o dos.
Y con los retrasos la perforación pudo comenzar hasta el 7 de enero.
Fue muy frustrante tener que salir antes de que el orificio estuviera terminado, considerando todo el tiempo que nos tomó llegar allí.
Nos despedimos y abordamos el avión.
El avión vuela sobre el campamento y hacia el océano, en el norte.
Mientras volamos sobre la fachada del glaciar me doy cuenta de lo frágil que es.
Sin duda hay fuerzas épicas trabajando aquí, lentamente destrozando y devastando el hielo.
En algunos lugares, la gran capa de hielo se ha roto completamente, colapsándose en un revoltijo de icebergs masivos que flotan caóticamente.
En otras partes hay acantilados de hielo, algunos de los cuales se elevan casi un kilómetro del lecho marino.
La fachada del glaciar es de casi 160 km y se está colapsando hacia el mar a un ritmo de 3 km por año.
La escala es impresionante y explica por qué Thwaites ya es un componente tan importante del incremento mundial en el nivel del mar, pero me asombra descubrir que hay otro proceso que puede acelerar su retroceso aún más.
La mayoría de los glaciares que fluyen hacia el mar tienen lo que se conoce como “bomba de hielo”.
El agua marina es salada y densa lo que la hace pesada. El agua derretida es dulce y por lo tanto relativamente ligera.
A medida que el glaciar se derrite, el agua dulce tiende a fluir hacia arriba, atrayendo al agua salada más caliente.
Cuando el agua del mar es fría este proceso es muy lento, la bomba de hielo a menudo se derrite solo una decena de centímetros al año, equilibrada por el nuevo hielo que se crea con la nieve que cae.
Pero el agua caliente transforma el proceso, dicen los científicos.
La evidencia de otros glaciares muestra que si aumentas la cantidad de agua caliente que está alcanzando el glaciar la bomba de hielo trabaja más rápido.
“Puede encender a los glaciares, “incrementando las tasas de derretimiento hasta cien veces”, dice el profesor Holland.
Para los científicos ha sido una temporada exitosa.
Confirmaron que el agua caliente circumpolar profunda está entrando bajo el glaciar y recogieron una enorme cantidad de datos.
Icefin, el robot submarino, logró realizar cinco misiones, tomando varias mediciones en el agua debajo del glaciar y registrando imágenes extraordinarias.
Tomará años procesar toda la información que el equipo ha reunido e incorporar los hallazgos en los modelos que son utilizados para proyectar el futuro aumento en el nivel del mar.
El Thwaites no va a desaparecer de la noche a la mañana, pero los científicos dicen que tomará décadas, posiblemente más de un siglo.
Pero no debemos ser complacientes.
Un metro de aumento en el nivel del mar puede no sonar mucho, pero esto tiene un enorme efecto en la severidad de las tormentas, dice el profesor David Vaughan, director del BAS.
Un aumento en el nivel del mar de 50 cm significaría que la tormenta que solía ocurrir cada mil años ahora ocurrirá cada 100 años.
Si el aumento es de un metro, la tormenta del milenio ocurrirá cada década.
“Esto no debería sorprendernos”, dice el profesor Vaughan.
Los cada vez mayores niveles de dióxido de carbono están ejerciendo mucho más calor en la atmósfera y los océanos.
El calor es energía y la energía conduce el clima y las corrientes oceánicas.
Si incrementas la cantidad de energía en el sistema, dice, inevitablemente los grandes procesos globales van a cambiar.
“Eso ya lo tienen en el Ártico”, dice el profesor Vaughan. “Lo que estamos viendo aquí en la Antártida es sólo otro enorme sistema respondiendo a su manera”.
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Investigación y gráficas de Alison Trowsdale, Lilly Huynh, Irene de la Torre.
Investigación adicional proporcionada por el profesor Andrew Shepherd, Universidad de Leeds, Inglaterra.