Comprensiblemente, la pandemia de covid-19 ha sacado de la agenda noticiosa muchas otras historias importantes.
Es una crisis global, mortífera, con múltiples facetas y que plantea todo tipo de preguntas, no solamente sobre la respuesta inicial, sino sobre cómo organizamos nuestras sociedades y de qué manera gestionamos ciertos asuntos.
Algunos conflictos en todo el mundo se han dejado de lado desde el estallido de la crisis sanitaria y ahora podría ser demasiado tarde para lidiar con ellos.
Otros se han convertido en problemas mucho más difíciles de tratar. Y algunos gobiernos están tratando de usar la distracción proporcionada por la pandemia para perseguir ambiciones de larga data.
Aquí te nombramos cinco asuntos a los que deberíamos hacerle seguimiento en las próximas semanas y meses.
El nuevo Tratado de Reducción de Armas Estratégicas -que limita los arsenales nucleares de largo alcance con los que Estados Unidos y Rusia se amenazan entre sí- expira a principios de febrero del próximo año.
El tiempo para renovarlo se está acabando. De los grandes acuerdos de control de armas heredados de la Guerra Fría, este es el último que aún sobrevive.
Sin él, existen temores reales de que la ausencia de restricciones y la falta de transparencia ocasionen a una nueva carrera armamentista nuclear. El hecho de que en la actualidad armas esotéricas -tales como misiles hipersónicos ultrarrápidos- se encuentren en desarrollo le da un peligro adicional a la idea de una nueva carrera armamentista.
Rusia parece dispuesta a renovar el acuerdo, lo que podría ser un procedimiento simple. Pero la administración Trump parece decidida a abandonarlo a menos de que se expanda e incluya a China.
No obstante, Pekín no está interesada en unirse al tratado. Y de todos modos ya es demasiado tarde para redactar un nuevo documento.
Por eso, a menos que haya un cambio de opinión tardío en Washington, o un nuevo gobierno tras las elecciones de noviembre, el tratado START (por sus siglas en inglés) podría pasar a ser historia.
La disputa sobre la retirada de EE.UU. del acuerdo nuclear (JCPOA, por sus siglas en inglés) -que busca limitar las actividades nucleares de Irán- está por empeorar.
Actualmente existe un amplio embargo de las Naciones Unidas que impide que los países vendan varios tipos de armamento a Teherán.
Pero según la resolución de la ONU que respaldó el acuerdo nuclear, este embargo de armas expira el 18 de octubre de este año. El presidente de Irán, Hassan Rouhani, ya advirtió que si EE.UU. tiene éxito en su deseo de renovar el embargo, habrá “graves consecuencias”.
Hay pocas posibilidades de que Rusia acepte extender el embargo de armas. Y ante este escenario, Trump quiere que Europa invoque en el acuerdo nuclear un mecanismo que imponga duras sanciones económicas contra Irán (las mismas sanciones que se levantaron en gran medida gracias al acuerdo).
La táctica de Trump es extraordinaria. Estados Unidos se alejó del JCPOA y desde entonces ha tratado de aumentar la presión sobre Teherán.
Irán, por su parte, ha incumplido muchos de los términos del acuerdo, pero no necesariamente de manera irreversible.
Ahora, la administración Trump parece estar indicando que Irán debe apegarse al acuerdo que Washington ha abandonado o enfrentarse a sanciones. Es un esfuerzo de Trump -como señaló un antiguo alto funcionario de la era de Obama- de “tenerlo todo”.
Las relaciones entre EE.UU. e Irán empeorarán y las tensiones existentes entre Washington y Europa se acentuarán. Y no es que el embargo de armas haya cambiado significativamente el comportamiento de Teherán en la región ni su capacidad para armar a sus aliados.
La larga campaña electoral en Israel ha llegado a su fin con el primer ministro Benjamin Netanyahu reteniendo el cargo, al menos por un período, después de acordar un sistema de poder compartido con uno de los principales partidos de la oposición.
A pesar de los casos legales que están pendientes en su contra (o posiblemente debido a ellos), Netanyahu propone una agenda nacionalista controvertida que incluye el deseo de anexionar áreas de Cisjordania ocupadas por Israel, convirtiéndolas en una parte íntegra del país.
Esto podría acabar de una vez por todas con la posibilidad de la “solución de dos estados”, a pesar de las disposiciones para llegar a eso incluidas en el plan de paz de Trump, que ha sido la esperanza de muchos actores que quieren ver una paz duradera entre Israel y el pueblo palestino.
Los propios palestinos ya se están quejando y varios gobiernos en Europa y otros lugares están pidiendo precaución, en algunos casos hablando de posibles sanciones si esta política sigue adelante.
Como siempre, la posición de la administración Trump será crucial. ¿Le dará luz verde al plan o aconsejará que se abstengan de llevarlo a cabo?
Ciertamente parece que Netanyahu ha sido envalentonado por las decisiones del presidente estadounidense de respaldar la anexión de Israel de los Altos del Golán actualmente ocupados y de trasladar la embajada de EE.UU. a Jerusalén.
La posición actual de EE.UU. es ambigua, con sugerencias que harán que su apoyo a la anexión de áreas de Cisjordania dependa de que Israel acepte negociar la existencia de un estado palestino.
Algunos analistas creen que después de haber utilizado el tema de la anexión para movilizar el apoyo nacionalista durante la campaña electoral, Netanyahu puede encontrar alguna forma de retroceder.
Y tal vez EE.UU. ayude, ya que no hay forma de que los nacionalistas israelíes quieran ver algún tipo de estado palestino.
Pero existe la sensación de que será un período lleno de baches.
Es un término que muchos de nosotros casi que hemos olvidado.
Pero el tiempo corre: el período de transición tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea (UE) finaliza el 31 de diciembre.
Las conversaciones sobre los términos de su futura relación han comenzado de manera tentativa, pero no hay indicios de que el gobierno del primer ministro Boris Johnson esté siquiera contemplando un retraso o la extensión del periodo de transición.
Sin embargo, la pandemia ha cambiado todo el contexto del Brexit, en particular al precipitar una depresión económica de la que podría llevar años recuperarse. Parece haber poco apetito en Londres por revivir el viejo debate. El tiempo es escaso de todos modos.
Si bien la respuesta inicial de la UE a la crisis del coronavirus no ha puesto a la organización bajo una luz especialmente favorable, en cierta medida también la ha reforzado. Está para quedarse, y el manejo de la crisis por parte de Reino Unido tampoco ha sido un gran ejemplo.
La salida de Londres de la UE va a presionar a ambas partes. Tal vez produzca un enfoque más consensuado para guiar su relación futura.
Pero golpeado por una recesión económica y abriéndose paso en un mundo mucho menos acogedor, en el futuro va a haber decisiones económicas y diplomáticas clave en el futuro, como, por ejemplo, hasta qué punto se puede respaldar a los estadounidenses o hasta qué punto se le puede hacer frente a China.
La respuesta global a la pandemia es, en cierto sentido, un campo para probar la capacidad de la comunidad internacional de enfrentar el desafío internacional más grande y complejo de todos: el cambio climático.
En términos de cooperación, la experiencia con la covid-19 hasta ahora arroja un balance muy variado. Y las tensiones que probablemente persistirán en el mundo posterior a la pandemia complicarán mucho las cosas.
Poner en marcha el “proceso” del cambio climático es una cosa: las reuniones cruciales, como la conferencia sobre el cambio climático de la ONU conocida como la COP26, que se iba a celebrar en Glasgow, Reino Unido, en noviembre, se pospusieron hasta el próximo año.
Las preguntas que quedan son: ¿cómo habrá cambiado la perspectiva internacional al respecto? ¿habrá un renovado sentido de urgencia y deobjetivo? ¿Y hasta qué punto el nuevo orden global permitirá un rápido progreso en este tema tan complejo?