Después de más de 100 años bajo el mar, la proa del Titanic aún es identificable.
Poco antes de que el Titanic se hundiera aquella noche helada de abril de 1912, los operarios del novedoso telégrafo inalámbrico Marconi habían estado “jugando” con el nuevo aparato, enviando mensajes personales a tierra firme.
Se cree que esa fue una de las causas por las que no recibieron las advertencias de otros barcos sobre los enormes bloques de hielo que esa primavera cruzaban Atlántico Norte.
El resto de la historia es conocido: los mensajes festivos en puntos y rayas del alfabeto morse dieron paso a desesperadas llamadas de auxilio que frustraron para siempre el viaje inaugural del “buque insumergible”.
Ahora, 108 años después, una compañía de salvamento ha logrado un permiso para bajar otra vez a las profundidades del océano donde tiene su tumba de agua el Titanic y abrir un hueco en su coraza.
El objetivo en esta ocasión será perforar parte de su cubierta y rescatar el aparato que envió el último pedido de auxilio, la última señal de vida en ondas de radio que se escuchó en la ya legendaria travesía entre Southampton y Nueva York.
“El dispositivo Marconi tiene un valor histórico, educativo, científico y cultural significativos, ya que con él se hicieron las llamadas de socorro mientras el Titanic se hundía”, escribió la jueza federal Rebecca Beach Smith al fallar a favor de la empresa que demandaba la recuperación del aparato.
Los intentos de explorar y rescatar elementos del barco han encontrado a través de los años una férrea oposición de Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA) que considera que la embarcación hundida es el lugar de sepultura de más de 1.500 seres humanos y debe respetarse como tal.
Solo unas 700 personas sobrevivieron al naufragio ocurrido aquella madrugada de hace más de un siglo.
En el año 2000 otro juez federal había prohibido que se removiera parte de la cubierta para obtener objetos que se hundieron con el Titanic, lo que motivó este nuevo proceso legal para intentar rescatar el telégrafo.
El telégrafo inalámbrico Marconi que viajaba en el Titanic era uno de los primeros de su tipo y se cree que las comunicaciones que se realizaron con él fueron decisivas para lo que pasó aquella noche.
El aparato se volvió un objeto mítico no solo porque realizó las últimas trasmisiones de radio desde el barco, sino también por la emotiva historia de su operario principal, Jack Phillips, quien se cree que murió ahogado a su lado tras negarse a abandonar el trasatlántico.
“El transmisor de radio podría descubrir algunos de los secretos sobre un mensaje de advertencia perdido y llamadas de socorro enviadas desde el barco“, indicó RMS Titanic, la compañía que busca hacer los trabajos de búsqueda.
La empresa aseguró que tras rescatar el aparato lo restaurará y permitirá al mundo escuchar otra vez “la voz” del buque cuyo accidente ha fascinado a millones de personas a lo largo del último siglo.
“Si se recupera, es concebible que pueda restaurarse a su condición operativa. La radio del Titanic, la voz del Titanic, podría escucharse una vez más, ahora y para siempre”, opinó en los documentos presentados ante la corte.
La NOAA estima que el aparato probablemente se encuentra destruido tras permanecer por más de un siglo bajo las aguas del Atlántico Norte y considera que remover la cubierta conllevará que los cadáveres que quedaron en el lecho del barco sean potencialmente movidos.
Cuando chocó con un iceberg en la madrugada del 14 al 15 de abril de 1912, el Titanic se quebró en dos y se hundió a más de 600 kilómetros de las costas de Terranova.
Llegar hasta ese inhóspito lugar donde son frecuentes los bloques de hielo y el mal tiempo no fue solo un desafío para los que intentaron rescatar a los que se encontraban a bordo.
También lo fue varias décadas después para la propia compañía que ahora quiere ir por el telégrafo y que ya antes lideró los trabajos de salvamento de los restos del barco en la década de 1980 (y que fueron finalmente abandonados).
Una ley federal y un acuerdo entre EE.UU. y Reino Unido impusieron después restricciones a las exploraciones en la zona.
Y es que el trasatlántico se encuentra hundido a casi cuatro kilómetros de profundidad, sobre el lecho marino, por lo que se necesitan robots y equipos especiales para llegar hasta allí.
El otro tema es que la jueza autorizó únicamente levantar un pequeño pedazo de la cubierta para acceder al interior, sin embargo, no se sabe a ciencia cierta si el telégrafo todavía está en la cabina donde estaba colocado originalmente según los planos del barco.
Una reciente expedición realizada el año pasado mostró que algunas partes del Titanic ya habían desaparecido.
Los trabajos, además, requerirán altas sumas de dinero, lo que algunos medios estadounidenses sospechan que se puedan volver un obstáculo, no solo porque la empresa salió hace poco de la bancarrota, sino también por la previsible crisis económica por el coronavirus.