¿Sirve de algo la ‘pastilla del colesterol’?
El colesterol es una molécula imprescindible para la vida del ser humano, puesto que cumple funciones vitales. Por ejemplo, es un precursor de la síntesis de hormonas sexuales y de ácidos biliares, y forma parte de múltiples estructuras del cuerpo.
Esta molécula puede tener dos orígenes:
- Exógeno: ingerido a partir de la dieta y absorbido en el intestino delgado. En contra de lo que se creía, se ha demostrado que no afecta mucho a los niveles de colesterol en sangre.
- Endógeno: sintetizado por el organismo, en el hígado. Depende de diversos factores genéticos y dietéticos. Los azúcares simples y la grasa saturada incrementan la síntesis endógena de colesterol.
Las concentraciones de colesterol excesivamente elevadas –o demasiado bajas– puede desencadenar problemas en la salud. La hipercolesterolemia se asocia a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, la principal causa de mortalidad en nuestra sociedad.
Es importante distinguir entre dos tipos de colesterol. El LDL, conocido como “malo”, no debería sobrepasar cierto límite puesto que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. El HDL, conocido como “bueno”, es deseable que sea elevado, ya que protege de las enfermedades cardiovasculares.
En la actualidad hay diversos métodos para determinar el riesgo cardiovascular, lo que permite estimar el riesgo de muerte por esta causa. Esto es de gran utilidad en personas asintomáticas y, además, de bajo coste.
Los principales métodos empleados para predecir el riesgo de muerte por un evento cardiovascular a los 10 años se basan en las tablas REGICOR y SCORE. Las primeras tienen en cuenta si el paciente es fumador, diabético, la edad, los valores de presión arterial, colesterol total, colesterol HDL y colesterol LDL. Las segundas tienen en cuenta sexo, edad, presión arterial, concentraciones plasmáticas de colesterol y si el sujeto fuma o no.
En pacientes no diabéticos ambas tablas aportan resultados muy similares. Teniendo en cuenta el resultado de este análisis y la presencia de otras patologías, se determina si el paciente debe recibir o no tratamiento farmacológico, siempre que la dieta y la actividad física no sean suficientes o hayan fracasado.
¿Qué pacientes pueden tomar estatinas?
El tratamiento farmacológico para disminuir el colesterol total y LDL y, por tanto, el riesgo cardiovascular, son las estatinas.
Los pacientes que podrían beneficiarse de su uso son los siguientes.
Individuos cuyos niveles de colesterol LDL sobrepasan los 240 mg/dL y pacientes con valores superiores a 190 mg/dL con dislipemia familiar o hipertensión arterial grave.
Así mismo, el objetivo es alcanzar valores de colesterol LDL menores de 70 mg/dL en pacientes con enfermedad cardiovascular establecida como las cardiopatías isquémicas, con diabetes mellitus tipo I y lesión de un órgano diana, diabetes mellitus tipo II con factores de riesgo cardiovascular asociados o lesión de un órgano diana, con enfermedad renal crónica avanzada, y pacientes con niveles de SCORE ≥ 10 %.
Finalmente, el objetivo de valores de colesterol LDL inferiores a 100 mg/dL se establece en pacientes con diabetes mellitus tipo I y II sin lesiones de ningún órgano diana ni factores de riesgo cardiovascular asociados, pacientes con enfermedad renal crónica moderada y pacientes con unos valores de SCORE entre un 5 y un 10 %.
En caso de que los valores SCORE estén entre un 1 y un 5 %, el objetivo terapéutico son niveles de colesterol LDL inferiores a 115 mg/dL. Esto es más necesario cuanto mayor sea el valor de SCORE.
Las estatinas inhiben un enzima que participa en la síntesis hepática de colesterol, la hidroximetilglutaril coenzima A reductasa (HMG-CoA reductasa). En otras palabras, disminuyen su formación (Figura 1).
Como consecuencia, se necesitará utilizar una parte del colesterol sanguíneo y el colesterol LDL disminuirá entre un 15 y un 50 %.
Además, se ha observado que los triglicéridos séricos disminuyen ligeramente y aumenta el colesterol HDL. Las estatinas disponibles hoy en día son las siguientes: atorvastatina, fluvastatina, lovastatina, pitavastatina, pravastatina, rosuvastatina y simvastatina.
Efectos secundarios
En general se trata de fármacos seguros y bien tolerados, pero algunos pacientes sufren efectos secundarios como dolor muscular.
También pueden aparecer otros efectos no deseados como alteraciones cognitivas y dolor de cabeza. Estos son más frecuentes en personas que toman otros medicamentos simultáneamente (corticoides, antirretrovirales, opioides), en mujeres, en personas mayores de 65 años y en personas con otras patologías.
Por tanto, es necesario tener en cuenta la relación riesgo-beneficio del tratamiento en cada persona. Los principales efectos adversos con dosis terapéuticas habitualmente utilizadas se producen a nivel gastrointestinal y son náuseas, vómitos y dispepsia (dolor o molestias en la zona alta del abdomen).
El debate sobre el tratamiento hipolipemiante con estatinas surgió principalmente cuando se asoció su utilización con un incremento del riesgo de padecer cáncer. No obstante, es importante señalar que muchos de los resultados provienen de estudios llevados a cabo en animales y que, por el contrario, los ensayos clínicos realizados hasta el momento no muestran un cambio en la incidencia de esta patología
Es bien conocido que las estatinas aumentan algunos enzimas relacionados con el daño hepático (transaminasas). No obstante, la aparición de este efecto negativo está estrechamente relacionado con la dosis empleada y además muy raramente esta situación progresa a insuficiencia hepática.
Por otro lado, es cierto que estos fármacos aumentan el riesgo de padecer diabetes, pero en ocasiones se trata de un riesgo asumible. Finalmente, algunos estudios han mostrado un incremento de peso corporal en estos pacientes. Sin embargo este hecho puede estar relacionado con los hábitos de alimentación y de actividad física de cada individuo. Estas personas, al observar una disminución en su nivel de colesterol, se relajan.
Alternativas a las estatinas
En caso de que las estatinas no sean suficiente o no puedan administrarse, se puede recurrir a otros tratamientos combinados o no con las estatinas como los secuestradores de ácidos biliares.
Estos, al obligar al hígado a sintetizar nuevos ácidos biliares, producen una disminución del colesterol plasmático. No obstante, presentan el problema de que no suelen ser bien tolerados y pueden incrementar los triglicéridos séricos. También pueden utilizarse los fibratos, que disminuyen el colesterol total, LDL y triglicéridos en sangre, mientras que aumentan los niveles de HDL.
A modo de conclusión cabe señalar que, para mantener unos niveles adecuados de colesterol y de riesgo cardiovascular bajo, es importante seguir unos hábitos dietéticos adecuados, realizar actividad física de forma regular y no fumar.
En caso de que fuera necesario y el profesional sanitario así lo considerara, se debe seguir el tratamiento farmacológico indicado y notificar cualquier efecto adverso que se padezca.
Además es importante recordar que, como todos los medicamentos, las estatinas no están exentas de riesgos. Los efectos secundarios no deseados dependen de diversos factores y algunos de los que hemos oído hablar en diversos medios de comunicación y redes sociales en los últimos años no están demostrados o totalmente justificados. Finalmente, en caso de duda consulte a su médico o farmacéutico.
Saioa Gómez Zorita, Investigadora de la Universidad del País Vasco, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea y Maria Puy Portillo, Catedrática de Nutrición, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.