Hombres caimán: los “hechicheros” que decapitan y el mito que aprovechan los criminales en África
Es una creencia terrorífica que ha pasado de generación en generación y que está siendo aprovechado por los criminales africanos para mantener su libertad.
Un hedor nauseabundo flotaba desde hacía un tiempo en la Corniche, una carretera muy frecuentada de Bangui que bordea el Ubangui, el río más grande de República Centroafricana. Fue entre la maleza en las turbias aguas del río, donde los pescadores encontraron los cuerpos.
Tres cadáveres fueron extraídos del río en solo una semana, en octubre. Estaban decapitados, esposados y envueltos en bolsas, según contaron a la AFP fuentes del sector humanitario, que pidieron permanecer en el anonimato. Unos macabros hallazgos que coparon titulares en la prensa local, alimentando el miedo de la población y dando lugar a toda clase de rumores, desde crímenes rituales a ajustes de cuentas.
Con todo, en cuanto un cuerpo emerge del agua, los talimbis son los primeros sospechosos. Estos “hombres-caimán” llevan décadas aterrorizando a los centroafricanos.
Para algunos, se trata de hombres que se metamorfosean en reptiles. Para otros, simples hechiceros que utilizan su poder y que nunca abandonan las orillas de los ríos. En cualquier caso, el procedimiento no varía: atraer a la víctima hasta el agua para matarla, castigándola así por una supuesta falta.
Muy a menudo, cada vez que alguien encuentra algún cadáver mutilado en el río, son los talimbis los que acaban en el punto de mira. “La lengua arrancada es para castigar a los que hablan demasiado”, explica un pescador de Bangui, que no quiere ser identificado. “El sexo seccionado, es un adulterio. Las orejas, (se cortan) a quienes no escuchan”, agrega.
En general, a esos “hombres-caimán” les llegan los cuerpos a través de un rival o de un pariente descontento. El mito de los talimbis funciona “como un regulador de las normas de buenas costumbres y de moralidad”, según un estudio de la investigadora Alexandra Cimpric.
Lea también: Vacuna experimental podría prevenir el contagio de VIH en mujeres de África
Carencias
Mientras que la justicia institucional adolece de graves carencias en un país devastado por la pobreza, la corrupción y las guerras civiles, los talimbis tienen su propio “tribunal”: según el mito, es imposible entregarles a una víctima inocente en virtud de acusaciones falsas. “Lo que hace el talimbi será comprobar que lo que dices es verdad”, afirma Jean-Claude Beta, presidente de la asociación de curanderos de República Centroafricana.
Para ello, se tira un palo o una planta al agua. Si el palo flota, la acusación es falsa. Pero si se hunde, se dicta sentencia y la víctima es “llamada” al río. “Cuando te llaman, te verás atraído hacia el agua. Aunque estés a cien kilómetros. Es algo que no tiene remedio, morirás”, explica Beta.
El miedo a los talimbis está muy arraigado en Bangui, incluso entre las personas formadas. No es raro escuchar historias “de hombres-caimán” tan precisas que causarían escalofríos en los más cartesianos. Pero quienes se benefician de estas creencias son, sobre todo, los criminales, en una ciudad marcada por la violencia.
“Basta con tirar el cadáver al río y esta historia de los talimbi protege a los asesinos, las investigaciones no se llevan a cabo con el objetivo de descubrir la verdad”, sostiene Joseph Bindoumi, presidente de la liga centroafricana de Derechos Humanos y exfiscal.
La tercera víctima hallada en octubre en la Corniche era una mujer joven, cuyo cuerpo nadie reclamó. Fue enterrada allí mismo por los jóvenes del barrio ante una multitud de curiosos. Un montoncito de tierra coronado por una cruz de madera, algo torcida, al borde de la calzada. Y asunto cerrado.
La policía solo reconoce el descubrimiento de un cuerpo en octubre, el suyo, y asegura que la joven no presentaba signos de violencia.
Tres guerras civiles
“El cuerpo estaba en descomposición avanzada”, asegura el comisario Mathurin Koh, de la brigada criminal, que no pudo esclarecer las causas precisas de la muerte al no haberse realizado ninguna autopsia. “Nosotros nos limitamos a constatar” el deceso, se defiende.
El comisario Koh, autor de un estudio sobre las “metamorfosis” mágicas, conoce bien el fenómeno talimbi. Pero las “prácticas de la curandería y de la brujería”, severamente castigadas por la ley, exceden en parte su competencia, lamenta.
Las familias prefieren recurrir a un curandero para encontrar a quienes “entregaron” a su pariente a los talimbis. En cuanto a los eventuales testigos, se exponen a las represalias de los temidos hechiceros.
El fenómeno de los “hombres-caimán” existe en toda África central, pero halló un eco particular en este país, arrasado por tres guerras civiles (de las que la última todavía perdura), que afectaron enormemente tanto al sistema educativo como a las instituciones.
“Cuando la ignorancia es alta, esta se convierte en la regla. Quienes están en contra, prácticamente son rechazados por la sociedad”, asegura Joseph Bindoumi. Para el exfiscal, en muchos casos las mutilaciones son consecuencia del largo tiempo pasado en el agua, “pero si dices que se trata de un crimen normal o de un caso de ahogamiento, nadie te cree”.