Hace un año, el gobierno chino cerró la ciudad de Wuhan. Durante semanas, los funcionarios habían sostenido que el brote estaba bajo control y que solo había unas pocas docenas de casos vinculados a un mercado de animales vivos. Pero, de hecho, el virus se había extendido por toda la ciudad y por China.
Esta es la historia de cinco días críticos durante el comienzo del brote.
Para el 30 de diciembre, varias personas habían sido ingresadas en hospitales de la ciudad central de Wuhan, al enfermar con fiebre alta y neumonía.
El primer caso conocido fue el de un hombre de unos 70 años que cayó enfermo el 1 de diciembre. Luego se descubrió que muchos de los casos estaban conectados a un mercado de animales vivos en expansión -el mercado mayorista de mariscos de Huanan- y los médicos comenzaron a sospechar que no se trataba de una neumonía normal.
Muestras de las infecciones en los pulmones habían sido enviadas a empresas de secuenciación genética para identificar la causa de la enfermedad y los resultados preliminares habían indicado un nuevo coronavirus similar al Sars.
Las autoridades sanitarias locales y el Centro para el Control de Enfermedades (CDC) del país ya habían sido notificadas, pero no se había dicho nada al público.
Aunque nadie lo sabía en ese momento, entre 2.300 y 4.000 personas probablemente ya estaban infectadas, según un modelo reciente desarrollado por el MOBS Lab en la Northeastern University de Boston.
También se pensaba que el número de casos se duplicaba cada pocos días. Los epidemiólogos dicen que en esta parte temprana de un brote, cada día e incluso cada hora es fundamental.
Alrededor de las 16:00 horas del 30 de diciembre, la jefa del Departamento de Emergencias del Hospital Central de Wuhan recibió los resultados de una prueba realizada por el laboratorio de secuenciación Capital Bio Medicals en Beijing.
Mientras leía el informe sintió un sudor frío en el cuerpo, según dijo en una entrevista concedida posteriormente a los medios estatales chinos.
En la parte superior del informe estaban las alarmantes palabras: “SARS CORONAVIRUS”. Dibujo en torno a los mismas un círculo rojo brillante y le pasó el informe a sus colegas a través del sitio de mensajería chino WeChat.
En un lapso de hora y media, la imagen granulada con su gran círculo rojo llegó a un médico del departamento de oftalmología del hospital, Li Wenliang.
Él lo compartió con los cientos de personas de su grupo de clase en la universidad y agregó la advertencia: “No circule el mensaje fuera de este grupo. Haga que su familia y seres queridos tomen precauciones”.
Cuando el SARS se extendió por el sur de China a fines de 2002 y 2003, Pekín encubrió el brote e insistió en que todo estaba bajo control. Esto permitió que el virus se propagara por todo el mundo. La respuesta del gobierno chino levantó grandes críticas en el extranjero y -algo muy alarmante para un régimen profundamente preocupado por la estabilidad- despertó ira y protestas dentro de China.
Entre 2002 y 2004, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS) llegó a infectar a más de 8.000 personas y mató a casi 800 en todo el mundo.
Durante las horas siguientes, las capturas de pantalla del mensaje de Li se difundieron ampliamente en línea. En toda China, millones de personas comenzaron a hablar sobre el SARS.
Al final, resultaría que los secuenciadores cometieron un error: esto no era SARS, sino un nuevo coronavirus muy similar a él. Pero este fue un momento crítico pues se habían escapado noticias de un posible brote.
La Comisión de Salud de Wuhan ya sabía que algo estaba sucediendo en los hospitales de la ciudad. Ese día, llegaron de Pekín funcionarios de la Comisión Nacional de Salud y se enviaron muestras pulmonares a, por lo menos, cinco laboratorios estatales en Wuhan y Pekín para secuenciar el virus en paralelo.
Ahora, cuando los mensajes que sugerían el posible regreso de SARS comenzaron a circular por las redes sociales chinas, la Comisión de Salud de Wuhan envió dos órdenes a los hospitales. Les ordenó que reportaran todos los casos directamente a la Comisión de Salud y les dijo que no hicieran pública ninguna información sin autorización.
En 12 minutos, estos pedidos se filtraron en internet.
Podría haber tomado un par de días más para que la información de los chats en línea diera el salto de las redes sociales chinas al mundo en general, si no fuera por los esfuerzos de la veterana epidemióloga Marjorie Pollack.
La editora adjunta de ProMed-mail, una organización que envía alertas sobre brotes de enfermedades en todo el mundo, recibió un correo electrónico de un contacto en Taiwán, preguntándole si sabía algo sobre lo que se estaba hablando en las redes chinas.
En febrero de 2003, ProMed había sido el primero en dar la noticia del SARS. Ahora, Pollack tenía un deja vu. “Mi reacción fue: ‘Estamos en problemas'”, le dijo a la BBC.
Tres horas después, había terminado de escribir un correo de emergencia solicitando más información sobre el nuevo brote. Se envió a los aproximadamente 80.000 suscriptores de ProMed justo un minuto antes de la medianoche.
Cuando comenzó a correrse la voz, el profesor George F. Gao, director general del Centro para el Control de Enfermedades de China [CDC], estaba recibiendo ofertas de ayuda de contactos de todas partes del mundo.
China renovó su infraestructura de enfermedades infecciosas después del SARS y, en 2019, Gao había prometido que el vasto sistema de vigilancia en línea de China podría prevenir otro brote como este.
Pero dos científicos que se comunicaron con Gao dicen que el director del CDC no parecía alarmado.
“Le envié un mensaje de texto muy largo a George Gao, ofreciendo enviar un equipo y hacer cualquier cosa para apoyarlos”, dijo a la BBC el Dr. Peter Daszak, presidente del grupo de investigación de enfermedades infecciosas EcoHealth Alliance, con sede en Nueva York.
Pero dice que lo único que recibió en respuesta fue un breve mensaje deseándole Feliz Año Nuevo.
El epidemiólogo Ian Lipkin de la Universidad de Columbia en Nueva York también estaba tratando de llegar a Gao. Justo cuando estaba cenando para recibir el Año Nuevo, Gao le devolvió la llamada. Los detalles que Lipkin revela sobre su conversación ofrecen nuevas perspectivas sobre lo que los principales funcionarios chinos estaban dispuestos a decir en este punto crítico.
“Él había identificado el virus. Era un nuevo coronavirus. Y no era altamente transmisible. Esto realmente no lo entendí porque había escuchado que muchas, muchas personas se habían infectado”, dijo Lipkin a la BBC. “No creo que haya intentado un engaño, creo que simplemente estaba equivocado”.
Lipkin dice que cree que Gao debería haber publicado las secuencias que ya habían obtenido. “Mi opinión es que lo haces público. Esto es demasiado importante para dudar”, apunta.
Gao, quien rechazó las solicitudes de entrevista de la BBC, ha dicho a los medios estatales que las secuencias se publicaron lo antes posible y que nunca dijo públicamente que no había transmisión de persona a persona.
Ese día, la Comisión de Salud de Wuhan emitió un comunicado de prensa indicando que se habían identificado 27 casos de neumonía viral, pero que no había evidencia clara de transmisión de persona a persona.
Pasarían otros 12 días antes de que China compartiera las secuencias genéticas con la comunidad internacional.
El gobierno chino rechazó múltiples solicitudes de entrevistas de la BBC. En cambio, nos enviaron declaraciones detalladas sobre la respuesta de China, que afirman que en la lucha contra el covid-19 China “siempre ha actuado con apertura, transparencia y responsabilidad, y … de manera oportuna”.
El derecho internacional estipula que los nuevos brotes de enfermedades infecciosas de interés mundial se notifiquen a la Organización Mundial de la Salud en un plazo de 24 horas. Pero el 1 de enero, la OMS aún no había recibido notificación oficial del brote. El día anterior, los funcionarios habían visto la publicación y los informes de ProMed en línea, por lo que se comunicaron con la Comisión Nacional de Salud de China.
“Era algo notificable”, dice el profesor Lawrence Gostin, director del Centro Colaborador de la OMS sobre derecho sanitario nacional y mundial en la Universidad de Georgetown en Washington DC y miembro de la lista de expertos del Reglamento Sanitario Internacional. “No informar claramente fue una violación del Reglamento Sanitario Internacional”, apunta.
La Dra. Maria Van Kerkhove, epidemióloga de la OMS que se convertiría en la líder técnica de covid-19 de la agencia, se unió a la primera de muchas conferencias telefónicas de emergencia en medio de la noche del 1 de enero.
“Teníamos las suposiciones inicialmente de que podría ser un nuevo coronavirus. Para nosotros no se trataba de si se estaba produciendo una transmisión de persona a persona, sino en qué medida y dónde estaba sucediendo“, relata.
Pasaron dos días antes de que China respondiera a la OMS. Pero lo que revelaron fue vago: que ahora había 44 casos de una neumonía viral de causa desconocida.
China dice que se comunicó de manera regular y completa con la OMS desde el 3 de enero. Pero las grabaciones de reuniones internas de la OMS obtenidas por la agencia de noticias Associated Press (AP), algunas de las cuales fueron compartidas con PBS Frontline y la BBC, revelando la frustración que sintieron los altos funcionarios de la OMS durante la semana siguiente.
“‘No ha habido evidencia de transmisión de persona a persona’ no es lo suficientemente bueno. Necesitamos ver los datos”, se oye decir al director del programa de emergencias de salud de la OMS, Mike Ryan.
La OMS estaba obligada legalmente a declarar la información que le había proporcionado China. Aunque sospechaban que había transmisión de persona a persona, la OMS no pudo confirmar esto hasta tres semanas más tarde.
“Esas preocupaciones no son algo que hayan transmitido públicamente. En cambio, ellos básicamente se remitieron a (lo que decía) China. En última instancia, la impresión que tuvo el resto del mundo fue justo lo que querían las autoridades chinas. Que es que todo estaba bajo control.”, dice Dake Kang de AP.
2 de enero: Silenciando a los médicos
La cantidad de personas infectadas por el virus se duplicaba cada pocos días y cada vez más personas acudían a los hospitales de Wuhan.
Pero ahora, en lugar de permitir que los médicos compartan sus preocupaciones públicamente, los medios estatales comenzaron una campaña que los silenció de manera efectiva.
El 2 de enero, la Televisión Central de China publicó un artículo sobre los médicos que difundieron la noticia de un brote cuatro días antes. Los médicos, a los que se hace referencia sólo como “traficantes de rumores” y “usuarios de Internet”, fueron interrogados por la Oficina de Seguridad Pública de Wuhan y “fueron tratados” “de acuerdo con la ley”.
Uno de los médicos era Li Wenliang, el oculista cuya advertencia se había vuelto viral. Firmó una confesión. En febrero, murió de covid-19.
El gobierno chino dice que esto no es evidencia de que estuviera tratando de suprimir las noticias del brote y que se instaba a los médicos como Li a no difundir información no confirmada.
Pero el impacto de esta reprimenda pública fue crítico. Porque aunque se estaba haciendo evidente para los médicos que, de hecho, existía una transmisión de persona a persona, se les impidió hacerlo público.
Un trabajador sanitario del hospital de Li, Wuhan Central, nos dijo que durante los siguientes días “había tanta gente que tenía fiebre. Estaba fuera de control. Comenzamos a entrar en pánico. [Pero] el hospital nos dijo que no estábamos autorizados para hablar con nadie”.
El gobierno chino nos dijo que “se necesita un proceso científico riguroso para determinar si un nuevo virus puede transmitirse de persona a persona”.
Las autoridades continuarían sosteniendo durante 18 días más que no había transmisión de persona a persona.
Los laboratorios de todo el país estaban compitiendo para mapear la secuencia genética completa del virus. Entre ellos se encontraba un virólogo de renombre en Shanghai, el profesor Zhang Yongzhen, que comenzó a secuenciar el 3 de enero.
Después de haber trabajado durante dos días seguidos, obtuvo una secuencia completa. Sus resultados revelaron un virus que era similar al SARS y, por lo tanto, probablemente transmisible.
El 5 de enero, la oficina de Zhang escribió a la Comisión Nacional de Salud advirtiendo que se tomen medidas de precaución en lugares públicos.
“Ese mismo día, él estaba trabajando para intentar que la información se publicara lo antes posible, para que el resto del mundo pudiera ver qué era y para que pudiéramos poner en marcha los diagnósticos”, dice el socio de investigación de Zhang, el profesor Edward Holmes, un virólogo evolucionista de la Universidad de Sydney.
Pero Zhang no pudo hacer públicos sus hallazgos. El 3 de enero, la Comisión Nacional de Salud había enviado un memorando secreto a los laboratorios que prohibía a los científicos no autorizados trabajar en el virus y divulgar la información al público.
“Lo que efectivamente hizo esa comunicación es silenciar a los científicos y laboratorios para que no revelen información sobre este virus y permitir que se filtre al mundo exterior y alarme a la gente”, dice Dake Kang de AP.
Ninguno de los laboratorios hizo pública la secuencia genética del virus. China continuó sosteniendo que se trataba de una neumonía viral sin evidencia clara de transmisión de persona a persona.
Pasarían seis días antes de que anunciara que el nuevo virus era un coronavirus e, incluso entonces, no compartió ninguna secuencia genética que permitiera a otros países desarrollar pruebas y comenzar a rastrear la propagación del virus.
Tres días después, el 11 de enero, Zhang decidió que era hora de arriesgar su cuello. Cuando abordó un avión entre Pekín y Shanghái, autorizó a Holmes a publicar la secuencia.
La decisión tuvo un costo personal: su laboratorio fue cerrado al día siguiente por “rectificación”, pero su acción rompió el punto muerto. Al día siguiente, los científicos estatales publicaron las secuencias que habían obtenido. La comunidad científica internacional se puso en acción y el 13 de enero se puso a disposición del público un conjunto de herramientas para una prueba de diagnóstico.
A pesar de la evidencia de científicos y médicos, China no confirmó que había transmisión de persona a persona hasta el 20 de enero.
El experto en derecho de la salud Lawrence Gostin afirma que al comienzo de cualquier brote de enfermedad emergente siempre hay un caos.
“Siempre iba a ser muy difícil controlar este virus, desde el primer día. Pero cuando supimos (la comunidad internacional) que era transmisible de humano a humano, creo que el gato ya estaba fuera de la bolsa, ya se había extendido. Esa fue la oportunidad que tuvimos y la perdimos”, señala.
Como dice Wang Linfa, un virólogo de murciélagos de la Escuela de Medicina Duke-Nus de Singapur: “El 20 de enero es la línea divisoria, antes de eso, los chinos podrían haberlo hecho mucho mejor. Después de eso, el resto del mundo debería estar realmente en alerta máxima y hacerlo mucho mejor”..