El juicio político de Donald Trump en el Senado de Estados Unidos solo duró cinco días.
Como estaba ampliamente pronosticado, el veredicto final del pasado sábado fue que el expresidente no era culpable de incitar la insurrección en el Capitolio de Estados Unidos en enero.
En la historia de Estados Unidos, solo hubo cuatro juicios de acusación presidencial y este fue, por mucho, el más corto.
Sin embargo, lo que le faltó en duración, lo compensará en consecuencias.
Este proceso sentó un precedente: el de un expresidente a juicio.
Las reputaciones de algunos se redefinieron y se creó un escenario turbulento para futuras batallas políticas.
Aquí ofrecemos un vistazo sobre algunos de los jugadores clave y cómo quedaron parados en este momento de la historia de Estados Unidos.
Nuevo juicio, mismo resultado.
Una vez más, Trump evitó la condena del Senado porque sus compañeros republicanos, en general, se mantuvieron a su lado.
Y aunque la mayoría de los senadores votó por condenarlo (incluidos siete republicanos), la cuenta final de 57 a 43 no llegó a los dos tercios que requiere la Constitución.
Eso, en su nivel más básico, es una victoria para el expresidente. Todavía es elegible para postularse a la presidencia nuevamente en 2024, si así lo desea.
Su apoyo político, según todos los indicios, sigue en gran parte intacto, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado.
La mayoría de los legisladores republicanos se opusieron al proceso de juicio político. Quienes rompieron filas ya enfrentan feroces críticas y, en algunos casos, reprimendas formales de sus electores republicanos.
En un comunicado de prensa, el expresidente celebró su absolución, condenó a los demócratas y dijo que su movimiento político apenas comienza.
Sin embargo, Trump y su movimiento, no salieron ilesos de este juicio político.
Una de las partes más memorables del caso de la acusación fueron los nuevos videos de los partidarios de Trump, con gorras de Make America Great Again y ondeando banderas de Trump, saqueando el Capitolio.
Esas imágenes estarán asociadas para siempre a la marca Trump.
Cada acto de campaña que celebre a partir de ahora evocará recuerdos de esos incidentes.
Puede que no le cueste entre las bases republicanas, pero es poco probable que los votantes independientes y los moderados lo olviden.
Hace un año, solo un senador republicano, Mitt Romney de Utah, votó a favor de condenar a Trump. Esta vez, se le unieron otros.
Sin embargo no fueron suficientes. Más votos republicanos para condenarlo habrían provocado la ira de los votantes, muchos de los cuales verían este giro contra Trump como una traición.
Pero en estados tradicionalmente republicanos, un desafío de compañero conservador es una preocupación mucho más apremiante que cualquier demócrata que se enfrente a ellos en las próximas elecciones.
Tal vez el que tiene una situación más comprometida es el senador por Kentucky y líder de los republicanos, Mitch McConnell, que apoyó la absolución de Trump pero no se guardó las críticas.
“No hay duda de que el presidente Trump es práctica y moralmente responsable de provocar los eventos del día”, afirmó McConnell.
Dijo que su voto de no culpable se debió a que considera que no es constitucional que los expresidentes sean sometidos a juicio político.
Los críticos de McConnell verán eso como una excusa, no como una postura de principios.
El tiempo dirá si sus compañeros republicanos están satisfechos con su voto, o con sus palabras.
Y en definitiva mucho dependerá de lo que haga Trump a partir de ahora.
¿Se lanzará nuevamente de lleno a la política, recordando a sus partidarios -y a sus críticos- estas batallas de juicio político a medida que se acerca el próximo día de elecciones? ¿O se quedará recluido en sus clubes privados y campo de golf?
Creo que todos sabemos cuál es más probable.
La estrategia del presidente actual para manejar el juicio político de su antecesor fue mantener la distancia.
No estaba siguiendo de cerca las audiencias, aseguraron desde la Casa Blanca.
Durante el juicio mantuvo una apretada agenda de eventos relacionados con la pandemia del coronavirus.
Cuando Biden hizo un comentario fue solo para referirse a los nuevos videos que se mostraron sobre la violencia del Capitolio, imágenes que se habían reproducido repetidamente en las noticias de televisión.
El cálculo del gobierno de Biden es que sus logros políticos a largo plazo dependerán de su éxito al lidiar con la pandemia, la economía y otras preocupaciones del público estadounidense y no del resultado del juicio político de Trump.
Al final, el juicio tuvo poco impacto práctico en su progreso hacia la promulgación de su agenda legislativa.
El Senado perdió sólo tres días de actividad y no podrá aceptar el proyecto de ley de alivio de covid de Biden hasta que la Cámara de Representantes apruebe la versión en la que ha pasado la semana trabajando.
Con el juicio concluido, el Senado también reanudará la confirmación de los nombramientos del gobierno de Biden, incluido el candidato a fiscal general Merrick Garland.
Todo esto debería complacer a Biden y su equipo.
Sin embargo, si la base demócrata decide que el precio de seguir adelante con la agenda política de Biden fue no responsabilizar plenamente a Trump, por ejemplo, llevando a cabo un juicio rápido sin testigos, es posible que pague un precio político de todos modos.
En las batallas políticas que se avecinan, Biden necesita un Partido Demócrata unido. Si hay dudas después de este juicio político, podrían comenzar a surgir grietas.