Destierros, intentos de exterminio, esclavitud, privación del agua...
Los yaquis, un pueblo indígena del noreste de México, ha enfrentado durante siglos el ataque a su territorio y cultura como pocos en la historia de México.
Asentados hoy en una pequeña franja del estado de Sonora (noroeste), a la que han sido reducidos luego de numerosos conflictos, este pueblo llega hoy ante el que promete ser un nuevo capítulo para su comunidad, uno más venturoso.
El gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se presenta ante la comunidad yaqui este martes para pedir perdón a nombre del Estado por los atropellos que han vivido a lo largo de siglos.
“Queremos hacer justicia al pueblo yaqui, a los pueblos yaquis, que son los más afectados por la represión en la historia de México”, dijo el mandatario.
Los yaquis fueron el dolor de cabeza de los conquistadores españoles, y lo siguieron siendo para los diversos gobiernos de México, incluso ya bien entrado el siglo XX.
Se trata de una tribu asentada a lo largo del río yaqui, en el estado de Sonora, que hoy tiene una mermada población de unos 30.000 habitantes.
En sus ocho pueblos -Loma de Guamúchil, Loma de Bácum, Tórim, Vicam (la capital), Pótam, Ráhum, Huirivis y Belem- siguen su forma de vida autónoma, tradicional, con un gobierno que combina la autoridad civil y la autoridad tradicional del consejo de ancianos.
“El río es la bendición y la maldición de los yaquis”, dice el escritor Paco Ignacio Taibo II.
Y es que la historia de los yaquis está estrechamente determinada por la defensa de las parcelas de agricultura que están ligadas al río Yaqui.
Casi un siglo después de que habían caído los mexicas (conocidos también como aztecas) ante los españoles en Ciudad de México, los yaquis tuvieron los primeros contactos con los españoles, alrededor de 1607.
No fue algo amistoso, relata el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) en un artículo sobre la historia de los yaquis. La tribu enfrentó a los colonizadores y resultaron victoriosos los indígenas, preservando su tierra intacta a lo largo de la costa del actual estado de Sonora.
Para 1610 aceptaron la presencia de misioneros jesuitas, que pudieron entablar una relación con los colonizadores que poco a poco fue ampliándose, principalmente en la evangelización, sin perder la posesión de sus tierras.
Pero la relativa paz terminó al siguiente siglo.
Presionados durante varios años por el dominio de las tierras de cultivo en la ribera del río Yaqui, en 1741 se produjo el levantamiento armado dirigido por los indígenas Ignacio Muni, Calixto, Baltazar y Esteban, explica el INPI.
Los indígenas obtuvieron la firma de un tratado que reconoció su derecho de preservar sus costumbres y gobierno, así como la posesión total de sus tierras y armas.
Pero tras la expulsión en 1767 de los jesuitas, los franciscanos llegaron al territorio yaqui y fue entonces que se aceleró la acción de los gobiernos virreinales y mexicanos para el despojo de las tierras.
Durante más de un siglo, desde la Independencia de México en 1821 hasta los gobiernos posteriores a la Revolución Mexicana (1930), los yaquis enfrentaron a los ejércitos de México.
Los levantamientos armados, como el encabezado por Juan Banderas (Ignacio Jusacamea) que proclamó la independencia de la Confederación India de Sonora, marcaron a la población yaqui.
Según el INPI, en 1868 ocurrió el “exterminio casi total de yaquis” y sus vecinos indígenas, los mayos.
“Las luchas guerrilleras se sucedieron una a otra con el cambio de distintos líderes que eran ejecutados por el ejército. Este periodo es conocido como las Guerras del Yaqui y constituyó para el grupo un proceso de merma demográfica, pérdida de su territorio y desajustes políticos”, explica.
Durante el régimen militar de Porfirio Díaz (1876-2011), miles de yaquis fueron capturados y vendidos como esclavos a las plantaciones de la península de Yucatán, al otro extremo de México.
Más de 25.000 personas, entre ellas mujeres y niños, murieron en esa época.
Se sabe que los yaquis que lograron escapar de las plantaciones regresaron a su tierra a pie, en un viaje de más de 3.000 kilómetros.
Otros lograron huir hacia Arizona, donde en la actualidad el gobierno de EE.UU. les reconoce una reserva territorial y donde la lengua yaqui, el cahíta, aún puede escucharse.
También participaron en la Revolución Mexicana, bajo la promesa de tierra y autonomía que les hizo el líder insurgente Álvaro Obregón, la cual no les fue cumplida.
Fue con la llegada del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) que los yaquis obtuvieron el reconocimiento oficial de casi 500.000 hectáreas de tierra, mucho menos de lo que llegaron a poseer, pero finalmente con pleno derecho.
Pero con la construcción de la presa de la Angostura (1941) y la del Oviachic (1945), “los yaquis perdieron el recurso indispensable del agua, por lo que tuvieron que migrar masivamente a los centros urbanos del estado” de Sonora, explica el INPI.
Desde entonces los yaquis han tomado como bandera la guerra por el agua de esa región semiárida, rica en terreno agrícola, pero muy necesitada de agua.
Los yaquis hablan la lengua cahíta, que también tiene palabras prestadas del español y del náhuatl, la lengua indígena del centro del país.
Muchos hablan español, principalmente en la capital de la comunidad, Vicam, donde hoy en día hay más población de yoris (no indígenas) que yaquis.
Sin embargo, es ahí donde se toman las decisiones comunitarias y donde ocurre el diálogo con las autoridades civiles de Sonora y del país.
A lo largo de los ocho pueblos asentados cerca del río Yaqui, su principal actividad económica es la agricultura de trigo y algodón, además de que la ganadería ha prosperado por las 15.000 hectáreas de terrenos de pastoreo que poseen.
Muchos emigran hacia EE.UU. en las épocas de cosechas, pero los yaquis vuelven a sus comunidades cada año.
En diálogo con BBC Mundo durante el conflicto por el acueducto Independencia en 2015, el líder yaqui Tomás Rojo dijo que su pueblo daría su última batalla por el agua: “Quitarnos el agua condenaría nuestra existencia en el corto y mediano plazo (…) Si pensamos mal, vemos una política de exterminio contra nosotros”.
“La historia de nuestro pueblo siempre ha sido la lucha por la tierra y el agua. Fue el agua que nos llevó a esos territorios, la que hizo que floreciéramos allí y siempre nos ha mantenido en esas tierras”, dijo.