Imagina que estás en una fiesta y tu amigo te llama para que conozcas a su prima Barbara. Te la presenta con varios detalles: Barbara vive en una ciudad pequeña y trabaja como analista de datos para una agencia de seguros. Su pasatiempo favorito es ver televisión.
Quizás te encuentres bostezando solo de pensar en conocerla. Y esa reacción dice tanto de ti como de la analista de datos que disfruta ver un poco de telebasura.
Según investigaciones recientes, las personas pueden tener muchas ideas preconcebidas sobre lo que constituye un aburrido típico.
Como otros tipos de estereotipos, estas inclinaciones podrían ser objetivamente inciertas, pero traen consecuencias extremadamente negativas.
La gente juzga duramente a aquellos que cumplen con estereotipos de “aburridos”, considerándolos menos competentes y entretenidos que una persona promedio. Injustamente, rehúyen de la interacción social con ellos, incluso antes de que abran sus bocas.
“Están marginados”, dice Wijnand van Tilburg, psicólogo de experimentos sociales en la Universidad de Essex, Reino Unido, quien lideró una investigación reciente.
Puede que algunos de sus hallazgos nos lleven a reconsiderar nuestras suposiciones antes de conocer a Barbara en una reunión social.
Al iniciar un encuentro con expectativas indebidamente negativas, es posible que termines perdiendo una conversación potencialmente placentera, mientras que una mente más abierta podría permitir que florezca una amistad.
La investigación también ofrece algunos consejos para dar una mejor primera impresión.
Los estudios de Van Tilburg se basan en más de dos décadas de interés científico en las experiencias de las personas y el aburrimiento. Su investigación ha concluido que se trata de una de las emociones más agudas, con una influencia sorprendentemente profunda en nuestro comportamiento.
En 2014, por ejemplo, investigadores de la Universidad de Virginia pidieron a participantes pasar 15 minutos en una habitación con pocos muebles.
Los participantes no tenían teléfonos móviles, computadoras ni material de lecturas, pero sí contaban con un dispositivo que daba una pequeña descarga eléctrica al pulsarse un botón.
A pesar del dolor que inflingía, 18 de 42 participantes decidieron pulsar para al menos romper el aburrimiento. Parece que cualquier estímulo, incluso si este produce una deliberada incomodidad física, era mejor que no interactuar con su ambiente en absoluto.
Quizás te preguntes si esta reacción era peculiar a las condiciones del experimento, pero ahora ha sido reproducida en otras situaciones.
En un estudio posterior, los participantes fueron forzados a ver un filme tedioso que repetía durante una hora la misma escena de 85 segundos. Una vez se les dio la oportunidad, muchos de los participantes eligieron jugar con un dispositivo que daba una incómoda descarga eléctrica.
Este tipo de comportamiento puede parecer extraño. Pero según James Danckert, profesor de neurociencia cognitiva en la Universidad de Waterloo, en Canadá, estos estudios muestran cómo estar aburridos nos puede llevar a buscar nuevos estímulos, algo que puede tener enormes beneficios en la vida diaria.
Mientras navegamos el mundo, dice, debemos escoger constantemente entre explotar nuestra situación existente o explorar nuevas oportunidades. Después de comportarnos de la misma forma durante demasiado tiempo sin una recompensa adecuada, el aburrimiento nos puede forzar a cambiar de lugar de quedarnos estancados.
La investigación de Danckert muestra que el aburrimiento es especialmente agotador cuando recordamos conscientemente que hay otras fuentes de estímulos que podríamos estar explorando.
A la gente le cuesta más trabajo sentarse en una habitación sin hacer nada si ven un rompecabezas sin terminar o una mesa con un Lego que no pueden tocar, por ejemplo.
Esto explicaría por qué es tan insufrible quedarse atrapado con un aburrido en una fiesta, mientras podemos escuchar otras conversaciones entretenidas a nuestro alrededor.
Si bien estamos obligados a escuchar los detalles más mínimos del trabajo de nuestro nuevo conocido, estamos perdiendo la oportunidad de establecer una conexión social más profunda con alguien que se adaptaría mucho mejor a nuestra personalidad.
En términos psicológicos, nos damos cuenta de todos los “costos de oportunidad” que han surgido de la conversación.
Dadas las agonías del aburrimiento, es natural que deseemos evitar esas interacciones poco gratificantes. Desafortunadamente, los humanos tienen una molesta tendencia a prejuzgar injustamente a las personas basándose en información incompleta.
Y esto significa que a menudo decidiremos que alguien es aburrido antes de que haya tenido la oportunidad de despertar nuestro interés.
En una serie de estudios publicados a comienzos de año, Van Tilburg identificó ciertas características estereotípicas que causan esta actitud. Son hallazgos que quizás nos hagan pensar dos veces cuando nos encontremos juzgando rápidamente la personalidad de alguien.
Trabajando con Eric Igou de la Universidad de Limerick y Mehr Panjwani de la London School of Economics and Politics, Van Tilburg primero le pidió a un grupo de 115 residentes de EE.UU. que describieran las cualidades más comunes que asociaban a personas aburridas.
A partir de las respuestas iniciales, el equipo creó listas de 45 características personales, 28 ocupaciones y 19 pasatiempos. Luego, los investigadores pidieron a otro grupo de más de 300 personas que calificaran cada uno en una escala de uno (nada aburrido) a siete (extremadamente aburrido).
Los resultados fueron reveladores. Según los participantes de Van Tilburg, contadores, analistas de datos y funcionarios de impuestos fueron consideradas las profesiones más aburridas.
Los pasatiempos considerados aburridos incluían ir a la iglesia, mirar televisión y dormir. En términos de personalidad, los más aburridos fueron considerados aquellos con mente cerrada con pocos intereses variados, falta de sentido del humor u opiniones fuertes sobre cualquier tema. También se incluyeron a aquellos negativos y quejicas sobre cualquier problema.
El equipo de investigación quiso comprender las consecuencias de estos estereotipos, incluyendo el potencial para crear aislamiento social.
Para ello, crearon una serie de viñetas basadas en las características investigadas en los estudios anteriores.
Uno era una descripción de “Brian”, por ejemplo, que era un procesador de datos en una empresa de contabilidad cuyo principal pasatiempo era mirar televisión, un retrato que encajaba perfectamente con el estereotipo de aburrido.
Esto contrastaba con “Paul”, un artista de un periódico local que disfrutaba de correr, hacer jardinería y leer, cuya combinación de detalles personales generalmente se consideraba mucho menos aburrida.
Entonces el equipo preguntó a los participantes sobre qué tanto pensaban que simpatizarían con uno u otro personaje. También se les preguntó si intentarían evitarlos o hablarles durante una reunión.
Incluso se les cuestionó cuánto cobrarían para pasar la semana de su vida con esa persona.
Como era de esperar, los personajes ficticios que cumplieron con los criterios del estereotipo aburrido no fueron tratados con amabilidad.
En general, era mucho menos probable que la gente quisiera conocer a Brian que a Paul. Y para soportar ese tedio durante períodos prolongados de tiempo, los participantes informaron que necesitaban casi tres veces más dinero.
“Realmente buscaron una compensación por juntarse con estas personas, y eso sugiere que eso tiene algún tipo de costo psicológico”, dice Van Tilburg.
Todos podemos aprender de esta investigación.
Tu suposición instintiva de que las personas con ciertas profesiones o pasatiempos son intrínsecamente aburridas podría impedirte forjar conexiones profundas y significativas.
Y en cuanto a una cita, tus ideas negativas preconcebidas podrían impedir que conozcas al amor potencial de su vida. Simplemente siendo un poco más abierto de mente puedes encontrar interés y amistad donde menos lo esperes.
La investigación de Van Tilburg es una noticia aún peor si tú mismo encajas en las descripciones del aburrido. Afortunadamente, hay algunos consejos que podrían ayudar a los Brians del mundo a evitar un juicio desagradable.
El primer consejo del experto es ver si se puede repensar la descripción de trabajo. Puede que el análisis de datos parezca aburrido a la primera, pero quizás estés contribuyendo a un mayor cometido, como una investigación científica.
En general, a los científicos se les consideró mucho menos aburridos que los analistas de datos en el estudio. Así que enfatizar algún elemento científico de tu trabajo podría superar cualquier estereotipo.
Si eso no es posible, siempre puedes abrirte más sobre tu vida privada. Recuerda que los aburridos, en general, fueron considerados como de mente cerrada y con pocas pasiones. Casi todo el mundo disfruta viendo televisión y si lo mencionas como tu único pasatiempo, inevitablemente vas a parecer aburrido.
Pero, ¿cuáles son tus obsesiones más individuales? Pasatiempos como jardinería, escribir un diario, pescar y tejer fueron vistos como positivos. Mientras más ejemplos pongas, más probabilidades de encontrar puntos en común con las otras personas.
“Creo que es importante mostrar toda la variedad de actividades”, dice Van Tilburg.
Finalmente, puedes estudiar el arte de la conversación. Tu trabajo o pasatiempo importarán muy poco si no creas un diálogo con sentido. “Los aburridos hablan mucho, pero tienen muy poco que decir”, añade el experto.
Siéntete libre para expresar tus opiniones, pero asegúrate que das muchas oportunidades a la otra persona de expresar las suyas también. Asegúrate de preguntar mucho para que la otra persona pueda soltarse. Con tiempo, tu nueva habilidad puede hacer olvidar todas sus ideas preconcebidas.
Y si nada de esto funciona, tampoco lo tomes demasiado personal. Van Tilburg señala que las personas son mucho más propensas a aplicar falsos estereotipos si se sienten amenazadas.
Una persona podría juzgarte injustamente por tu trabajo o pasatiempo simplemente para tapar sus propias inseguridades. El aburrimiento, como la belleza, está en los ojos del que mira.
Este artículo fue publicado originalmente en BBC Worklife. Puedes leerlo en inglés aquí.
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