Cómo es el paraíso costero lleno de riquezas arqueológicas en donde viven solo cuatro personas
Este paraíso combina naturaleza virgen, ecoturismo y legado cultural para un destino único. Llama la atención porque en el lugar hay pocos habitantes.
Centinela del Mar, ubicado al sur del partido de General Alvarado, Buenos Aires Argentina, emerge como un tesoro natural y cultural. Sus playas, distantes de la agitación urbana, ofrecen un entorno idílico para el eco-turismo sostenible.
El valor paisajístico se entrelaza con la riqueza histórico-cultural, despertando un creciente interés. Un proyecto de Reserva Natural aguarda sanción para proteger restos fósiles cruciales para entender la evolución regional.
Una de las peculiaridades de esta región es que su población es de 4 habitantes, cuenta con una pulpería, una iglesia sin un sacerdote a cargo, una escuela abandonada y un hotel vacío.
En este pequeño rincón, la comunidad lucha por preservar tradiciones. Encuentros vecinales, peñas folklóricas, y un evento de comunidades originarias resaltan la conexión con la identidad local.
Centinela del Mar alberga una pulpería única, “La Lagartija”, en la antigua usina, gestionada por Patricia Velasco y Carlos Canelo, dos de los cuatro habitantes. El lugar también resguarda objetos y fotos de los Tehuelche, destacando la preservación cultural.
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Las instalaciones de la antigua escuela primaria se renuevan para convertirse en una estación científica, liderada por el municipio y la Fundación Azara. La localidad, rica en fósiles y restos arqueológicos, atrae a científicos y busca proteger su patrimonio.
En Centinela del Mar, cada construcción, desde casas de veraneo hasta un pintoresco vagón de tren restaurado, cuenta una historia. Durante la temporada estival, la localidad cobra vida con eventos culturales y la presencia de artistas regionales.
Este rincón argentino, sin luz de alumbrado público ni señal de telefonía móvil, se conecta con el pasado y la naturaleza de manera única. Centinela del Mar, más que un destino, es un testimonio viviente de la armonía entre el hombre y su entorno.