Es como una cirugía láser: no se ve, pero sus efectos, en este caso perniciosos, están ahí.
Se trata del maltrato psicológico o emocional.
Supone el uso regular y deliberado de palabras o acciones no físicas hechas para debilitar, herir, manipular o asustar mental y emocionalmente a una persona, según lo define SaveLives, una organización en Reino Unido que se dedica a luchar contra este tipo de maltrato.
Pero no es tan obvio como que, de buenas a primeras, alguien te insulte.
“Se caracteriza por su sutileza y los síntomas suelen estar más enmascarados”, explica a BBC Mundo Silvia Vidal, psicóloga y divulgadora en @queridaneurona.
Las consecuencias del maltrato psicológico son tan graves como las del abuso físico y puede llegar a causar una serie de problemas de salud, como depresión y ansiedad, problemas físicos como úlceras estomacales, palpitaciones y transtornos de la alimentación e insomnio, según enumera el National Health Service (NHS, el Servicio Nacional de Salud de Reino Unido).
Puede ser que el agresor no valore los logros de la pareja, le haga comentarios o bromas humillantes, invalide sus emociones o le culpe de situaciones de las que no es responsable. Tiene muchas caras y formas.
Por estas características es complicado, tanto para quien lo sufre como para quienes están alrededor, detectar si hay maltrato psicológico.
Las psicólogas consultadas advierten de que no es una conducta puntual, sino un conjunto de cosas que se dan poco a poco, alargadas y sostenidas en el tiempo.
Lo primero será observar si ha habido un cambio de patrón entre lo que la persona solía ser y lo que es ahora. En definitiva, observar si ha perdido “su esencia”.
Esto incluye tanto cambios en cómo la percibes físicamente, cómo se relaciona y cómo la ves emocionalmente.
Si la sientes desmejorada, ha dejado de hacer ciertos hobbies que antes le gustaban, no se viste igual o ha cambiado detalles que antes eran importantes.
De puertas para adentro, quien sufre esto puede estar en tensión constante por lo que puede decir y lo que no, puede que tenga que reprimir el llanto para evitar que su pareja le diga que exagera o evita hacer ciertas cosas para que no se enfade.
Y esto no es normal.
“En las relaciones hay que sentir tranquilidad, no hay necesidad de esconder cosas”, apunta Vidal.
Así, es posible que el entorno advierta que estas personas tienen más ansiedad y están intranquilas.
De nuevo, se trata de observar si hay un cambio de patrón. Por ejemplo, si quien sospechas que sufre este maltrato ahora apenas tiene tiempo para los amigos o la familia, ni siquiera para hablar por teléfono, cuando antes sí lo tenía, esto puede darte una señal de alerta.
La sensación que te puede generar es que pareciera que estas personas buscan aislarse.
Es importante distinguir en qué punto de la relación ocurre esto. No es igual el aislamiento debido al maltrato que aquel que puede ocurrir en los inicios de una relación, cuando no se quiere estar con nadie más y, puntualiza Vidal, “se está en ese momento de pasión que suele tener caducidad”.
La cara oculta de este alejamiento suele ser el control por parte del agresor por saber qué hace, con quién y dónde. Y, a la vez, le llevará a aislar a la víctima de familiares y amigos. ¿Cómo? Por ejemplo, hablando mal de ellos de un modo sutil y prolongado en el tiempo.
Si quien sospechas que sufre esta agresión queda contigo, tal vez encuentres destellos de este control. Puede ser que le mande fotos o su ubicación al agresor constantemente para decirle dónde y con quién está más allá de los límites de una relación sana o te pide quedar a escondidas.
Un factor importante es que las personas agredidas suelen contar poco o nada sobre la relación, su pareja y lo que el agresor hace “porque hay cosas que no cuadran y, quien sufre el maltrato, trata que el agresor no parezca mala persona y evita que la gente vea qué pasa”, dice Vidal.
Y, cuando logras que te cuente algo, es posible que justifique al agresor en cosas que no la tienen.
“Me lo ha hecho porque lo merecía”, “Es que soy mala persona, lo merezco”, “Yo le pido demasiado”, pueden ser algunas frases que encajan en esto.
Y esta justificación tiene una cara B: la culpa que siente la persona agredida.
“Esta emoción nos dice muchas cosas y, en este tipo de relaciones, es signo de que algo está mal porque en una relación no debe haber culpables. Pregúntate si eres siempre, de los dos, quien se siente culpable y, si es así, revisa qué está pasando”, apunta Vidal.
4. Dependencia emocional y dudas
En la persona que sufre maltrato psicológico, hay un enganche con el agresor que se extiende en intensidad y duración más allá de lo habitual en los primeros meses de enamoramiento, y es distinto a la dependencia sana que existe en las interacciones humanas.
Esto puede verse, de puertas afuera, como una pérdida de autonomía, que le impida a la persona hacer cosas rutinarias, que no tenga un control de su propia agenda y dependa del agresor para tomar cada decisión.
Para quien lo sufre, Vidal sostiene que “la línea fina entre lo normal y lo patológico es cuando empezamos a sospechar que no debemos estar ahí, que no nos hace bien y, aún así, seguimos ahí”.
Junto a esto, podemos observar que la persona agredida duda de todo y muestra inseguridad. Esto, junto a la dependencia emocional, son frutos de la manipulación constante a la que está siendo sometida.
De puertas para adentro, la persona agredida puede sentir que “algo no cuadra” entre lo que piensa o ve y lo que el agresor dice.
“Hay una pérdida de poder brutal y de toda capacidad para discernir lo que es real de lo que no, qué soy y qué no soy. (La persona agredida y su realidad) están muy difuminadas”, señala Sandra Ferrer, psicóloga y fundadora de @programamia, un emprendimiento de psicología online para mujeres
Es posible que el entorno tenga poco contacto con la persona agresora pero, si es así, “se trata de gente con perfiles narcisistas y casi nunca se detecta el maltrato. Puede que veas destellos, como si tiene miradas muy fijas y de control o manda a callar a la persona“, especifica Vidal.
Tanto ella como Ferrer, aconsejan observar cómo se desenvuelve en esas ocasiones la persona que podría sufrir el maltrato.
“Te da la sensación de que esa persona no es quien es al lado de quien la está agrediendo, no la reconoces, no percibes la parte espontánea, libre y fluida”, apunta Ferrer.
A esto, Vidal añade que estas personas, sobre todo cuando están con su agresor, “no toman la iniciativa, no dicen su opinión, callan y asienten”.
Tanto Silvia Vidal como Sandra Ferrer apuntan que el problema más grave es que lo primero que suele decir el entorno de la persona que sufre maltrato es que salga de ahí. Es lo último que debemos hacer.
“Tenemos que entender que la persona está bajo una manipulación de la que no es consciente y que, por lo tanto, no tiene motivo para dejar a la pareja. Y, además, seguramente se retraiga y no nos cuente nada sobre lo que le pasa”, dice Vidal.
Ambas psicólogas dan las siguientes pautas para sostener y ayudar a esa persona.
Pregunta y escucha. Parece obvio, pero no siempre se hace. Cómo está, cómo se encuentra y dejar que hable, callarnos y hacer una escucha activa, sin tratar de darle soluciones para no perder la conexión y la confianza que esa persona pone en ti.
No juzgues, regañes o le digas qué debe hacer. Decirle que cómo aguanta eso, que deje la relación o por qué ha vuelto a ella así como culparla por lo que le pasa. Son personas que están sometidas a constante juicio (propio y de su pareja) y, si te conviertes en un verdugo más, se alejará. En cambio, puedes decirle en qué le puedes ayudar o qué crees que puedes hacer y apoyarla incondicionalmente.
No descalifiques a su pareja. Al final es con quien está, a quien esta persona está enganchada. Y esto solo conseguirá que lo justifique, que no te cuente más nada e, incluso, que se lo cuente al agresor y le dé una herramienta más para alejarse de ti.
Respeta su ritmo. Hay que tener mucha paciencia con amigos que están en relaciones de maltrato. Puede que, al empezar a darse cuenta, salgan en un mes, o en años. Respeta su tiempo para decidir y manténte ahí a su lado.
Ayuda con información. Más que decirle “a ti te están manipulando” o “eres víctima de maltrato”, sugiérele información, cuentas de especialistas en el tema, post en redes, algún artículo o libro que sientas que pueda ayudarle a conectar, abrir los ojos y darse cuenta. Y no solo información sobre maltrato, también de supervivientes, historias de superación que le hagan ver que puede salir de ahí.
Y, aunque nos pueda parecer cansado, que sientas que no te hace caso, no dejes sola a esta persona. Es primordial tener paciencia y acompañarla.