Turquía inaugura el sábado 26 de junio las obras de construcción del canal de Estambul (Kanal Istanbul, en turco), una infraestructura de 45 kilómetros de largo que unirá de forma artificial Europa y Asia por primera vez en la historia y abrirá una nueva ruta navegable entre el mar Negro y el mar de Mármara.
Una obra que el propio presidente del país, Recip Tayip Erdogan, lo define como su “proyecto loco”, como lo describió en 2011, cuando lo presentó por primera vez en público, siendo aún primer ministro.
Desde entonces, este ambicioso plan inspirado en los canales de Panamá y Suez y que correrá en paralelo al estrecho del Bósforo, fue avanzando paso a paso hasta el día de hoy, cuyas obras serán celebradas con una ceremonia oficial y durarán 7 años, según informan los medios locales.
Aunque no es un proyecto sobre el que exista consenso en Turquía, pues han surgido críticas sobre sus posibles repercusiones sociales, económicas y ambientales.
La nueva brecha entre continentes convertirá a Estambul, que con más de 12 millones de habitantes es la mayor ciudad de Turquía, al menos técnicamente, en una isla.
La nueva vía -según el gobierno turco- tendrá 25 metros de profundidad y entre 250 y 1.000 metros de ancho, en función de los tramos.
El canal correrá en dirección sur-nordeste a través del llamado “corredor Küçükçekmece-Sazlıdere-Durusu”.
Parte de la ruta discurrirá por el lago Küçükçekmece, cercano al mar de Mármara, y desembocará en mar Negro a través de la represa de Sazlıdere.
El gobierno turco defiende su proyecto que, asegura, servirá para aliviar el tráfico de buques por el Bósforo, una de las rutas marítimas naturales más estrechas y con más tránsito del mundo.
El canal se construirá con un coste de más de US$8.000 millones, según las autoridades, y permitirá el paso diario de 185 barcos, frente a los 118-125 que atraviesan el Bósforo en la actualidad.
“El objetivo principal de este proyecto es reducir los riesgos que supone el paso de buques cargados de materiales peligrosos a través del Bósforo”, aseguró en 2018 el Ministerio de Transportes de Turquía, en el momento de la presentación de la ruta definitiva del canal.
En 2016, alrededor de 42.000 barcos circularon por la única vía natural navegable entre Europa y Asia. En el mismo período, 16.800 buques cruzaron el canal de Panamá y una cifra similar navegó a través del canal de Suez.
El Bósforo -con una longitud de 30 km y una anchura que oscila entre los 750 m y los 3,7 km- es la única salida al exterior del mar Negro desde Rumania, Bulgaria, Ucrania, Georgia y los puertos del sur de Rusia.
En sus riberas están planeadas zonas residenciales y servicios que extenderán la ciudad de Estambul hacia el oeste.
Los megaproyectos urbanísticos y de obra civil fueron en los últimos años una de las herramientas utilizadas por el gobierno de Erdogan para impulsar la economía turca.
Erdogan, líder del Partido Justicia y Desarrollo -islamista de derechas- lleva gobernando Turquía desde 2003, primero como primer ministro y, desde 2014, como presidente del país.
Un nuevo aeropuerto en Estambul o el tercer puente sobre el Bósforo y el túnel Eurasia entre Europa y Asia -ambos abiertos en 2016- son solo una muestra de la política de grandes obras promovida por el gobierno turco.
Kanal Istanbul es sin embargo la mayor de todas estas infraestructuras. También una de las más controversiales.
El proyecto suscitó críticas contundentes, tanto en términos científicos como ecológicos, económicos y urbanísticos.
El alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, ha calificado el Canal de Estambul de “proyecto asesino”, advirtiendo de que agravará la dispersión urbana y recaudará “ingresos inmerecidos” a costa del medio ambiente.
“No he conocido a ningún científico de verdad que no haya dicho que [el Canal de Estambul] destruirá el [Mar] de Mármara”, declaró el 19 de junio.
Desde el punto de vista ambiental, algunos científicos advirtieron de los riesgos que puede implicar el cambio del nivel de salinidad del agua para los ecosistemas costeros tanto del mar Negro como del mar de Mármara -mucho más salado- como consecuencia de la apertura de una vía de comunicación nueva.
“Hay dos corrientes en el Bósforo. Es como cuando se separan el agua y el aceite de oliva. En el fondo del Bósforo hay una corriente (más densa) en dirección norte, desde el Mediterráneo hacia el mar Netro, y en la superficie otra hacia el sur”, le dijo a National Geographic Cemal Saydam, profesor de ingeniería ambiental en la Universidad Hacettepe de Ankara.
“Si decides unir los dos mares no puedes pensar en los próximos cinco o diez años, o en las próximas elecciones, o en el aniversario de la república turca. Tienes que pensar en términos de tiempo geológico, porque una vez que haces esto ya no hay vuelta atrás”, afirmó el académico, citado en un artículo reciente.
También se han planteado críticas ante el impacto paisajístico y social de la obra, que afectará a una zona boscosa y previsiblemente obligará al desplazamiento de cerca de un millón de personas.
“Esto es lo último que necesitamos para Estambul y para Turquía. No puedo entender cómo se plantean un proyecto así. No es lógico ni realizable”, afirmó en un artículo de la revista Politico el planificador urbano Nuray Çolak, miembro del grupo Defensa del Bosque del Norte.
Çolak también cuestiona el impacto potencial de la obra sobre la presa Sazlidere, que abastece de agua potable a varios distritos de la ciudad y será atravesada por el canal.
Desde su presentación en sociedad hace ya una década, Kanal Istanbul -que cobrará peaje a los barcos que lo utilicen- también planteó un debate sobre si el proyecto supone una violación de la Convención de Montreux, un acuerdo de 1936 que otorga a Turquía el control del Bósforo y los Dardanelos y que garantiza el libre tránsito de civiles en tiempos de paz.
El presidente ruso, Vladimir Putin, habría señalado la “importancia de preservar” la Convención de Montreux para “la estabilidad y la seguridad regionales” en una conversación telefónica con Erdogan el 9 de abril.
La agencia estatal de noticias rusa Tass también dijo que el proyecto “puede socavar el apoyo de Rusia a sus aliados regionales” y “amenaza” la política exterior de Moscú.
El tratado restringe el paso de embarcaciones militares de países no ribereños del mar Negro.
Hasta ahora, el Ejecutivo turco ha sostenido que “la Convención de Montreux no necesitaría ninguna corrección como consecuencia del proyecto” porque son asuntos “diferentes”.