Las redes sociales están plagadas de publicaciones que desacreditan a quienes dudan sobre si ponerse o no la vacuna contra la covid-19, pero estas reacciones a un tema por demás complejo están haciendo más daño que bien.
No debería haber ninguna duda al respecto: las vacunas contra la covid-19 están salvando vidas.
Tomemos como ejemplo algunas estadísticas recientes de Reino Unido.
En un estudio que siguió a más de 200.000 personas, casi todos los participantes habían desarrollado anticuerpos contra el virus dentro de las dos semanas posteriores a su segunda dosis.
Y a pesar de las preocupaciones iniciales de que las vacunas actuales puedan ser menos efectivas contra la variante delta, análisis sugieren que tanto la AstraZeneca como la Pfizer-BioNTech reducen las tasas de hospitalización en un 92-96%.
Como han repetido muchos profesionales de la salud, los riesgos de efectos secundarios graves de una vacuna son mínimos en comparación con el riesgo de la enfermedad en sí.
Aún así, un número considerable de personas sigue mostrándose reacia a aplicarse la vacuna. Según un informe reciente del Fondo Monetario Internacional, esta cifra oscila entre el 10% y el 20% de las personas en Reino Unido, a alrededor del 50% en Japón y el 60% en Francia.
El resultado se está convirtiendo en una especie de guerra cultural en las redes sociales, y muchos comentaristas afirman que los que dudan de la vacuna son simplemente ignorantes o egoístas.
Pero los psicólogos que se especializan en la toma de decisiones médicas argumentan que estas elecciones son con frecuencia el resultado de muchos factores complicados que deben abordarse con sensibilidad, si queremos tener alguna esperanza de alcanzar inmunidad a nivel de la población.
Primero, hagamos algunas distinciones.
Si bien es tentador suponer que cualquiera que rechace una vacuna tiene las mismas creencias, los temores de la mayoría de las personas que dudan de las vacunas no deben confundirse con las extrañas teorías de los antivacunas acérrimos.
“Son muy vocales y tienen una fuerte presencia fuera y dentro de internet”, dice Mohammad Razai, del Instituto de Investigación de Salud de la Población St George’s, de la Universidad de Londres, quien ha escrito sobre los diversos factores psicológicos y sociales que pueden influir en la toma de decisión de las personas sobre las vacunas.
“Pero son una minoría muy pequeña”.
La gran mayoría de quienes dudan de las vacunas no tienen una agenda política y no están comprometidas con una causa anticientífica: simplemente están indecisas.
La buena noticia es que muchas personas que inicialmente dudaban están cambiando de opinión.
“Pero incluso un retraso se considera una amenaza para la salud, porque las infecciones virales se propagan muy rápidamente”, dice Razai.
Esto habría sido problemático si todavía estuviéramos lidiando con las variantes más antiguas del virus, pero la mayor transmisibilidad de la nueva variante delta ha aumentado la urgencia de llegar a la mayor cantidad de personas lo más rápido posible.
Afortunadamente, los científicos comenzaron a estudiar la vacilación respecto a las vacunas mucho antes de que se identificara por primera vez el SARS-Cov-2 en Wuhan en diciembre de 2019, y han explorado varios modelos que intentan capturar las diferencias en el comportamiento de la gente respecto a la salud.
Uno de los más prometedores es el conocido como modelo de las 5C, que considera los siguientes factores psicológicos:
Confianza: la confianza de la persona en la eficacia y seguridad de las vacunas, los servicios de salud que las ofrecen y los responsables políticos que deciden su implementación.
Complacencia: si la persona considera que la enfermedad en sí misma es un riesgo grave para su salud.
Cálculo: la participación del individuo en una búsqueda extensa de información para sopesar los costos y los beneficios.
Conveniencia: qué tan fácil es para la persona en cuestión acceder a la vacuna.
Responsabilidad colectiva (que en inglés sería collective responsability, por eso es parte de las 5 C): la voluntad de proteger a los demás de la infección mediante la propia vacunación.
En 2018, Cornelia Betsch de la Universidad de Erfurt, en Alemania, y sus colegas pidieron a los participantes que calificaran una serie de declaraciones que medían cada una de las 5 C, y luego compararon los resultados con su aceptación de los procedimientos relevantes, como la vacuna contra la influenza o el VPH (virus del papiloma humano).
Efectivamente, descubrieron que las 5 C podían explicar la gran variedad en las decisiones de la gente y superaron constantemente a muchos otros predictores potenciales, como los cuestionarios que se centraban más exclusivamente en temas de confianza sin considerar los otros factores.
En una investigación aún no publicada, Betsch utilizó el modelo para predecir la aceptación de las vacunas contra la covid-19, y sus resultados hasta ahora sugieren que el modelo de las 5 C puede explicar en una gran medida la variación en las decisiones de las personas.
Habrá otros factores contribuyentes, por supuesto. Un estudio reciente de la Universidad de Oxford sugiere que el miedo a las agujas es una barrera importante para alrededor del 10% de la población.
Pero el enfoque de las 5 C ciertamente parece captar las razones más comunes de las dudas sobre las vacunas.
Jessica Saleska, de la Universidad de California, Los Ángeles, señala que los seres humanos tenemos dos tendencias aparentemente contradictorias: un “sesgo de negatividad” y un “sesgo de optimismo” que pueden inclinar la balanza en las valoraciones de la gente sobre los riesgos y beneficios.
El sesgo de negatividad se refiere a la forma en que uno evalúa los eventos que escapan a su control. “Cuando te presentan información negativa, eso tiende a quedarse en su mente”, dice Saleska.
El sesgo de optimismo, por el contrario, se refiere a tus creencias sobre ti mismo, como por ejemplo creer que estás más en forma y más saludable que la persona promedio.
Estos sesgos pueden funcionar de forma independiente, lo que significa que puedes concentrarte en los peligrosos efectos secundarios de las vacunas y, al mismo tiempo, creer que es menos probable que padezcas la enfermedad, una combinación que reduciría la confianza y aumentaría la complacencia.
Luego está el famoso sesgo de confirmación, que también puede distorsionar las percepciones de la gente sobre los riesgos del virus a través de la disponibilidad de información errónea de fuentes dudosas que exageran los riesgos de las vacunas.
Esta confianza en recursos engañosos significa que las personas que obtienen un puntaje alto en la medida de “cálculo” de la escala de las 5 C (las personas que buscan datos activamente) suelen ser más reacias a las vacunas que las personas que obtienen un puntaje más bajo.
“Si ya crees que la vacunación podría ser peligrosa, entonces buscas (en internet) escribiendo ‘¿es peligrosa esta vacuna?’. Por eso todo lo que vas a encontrar es información que confirma tu opinión anterior”, dice Betsch.
Recuerda que estas tendencias psicológicas son extremadamente comunes. Incluso si has aceptado la vacuna, probablemente hayan influido en tu propia toma de decisiones en muchas áreas de la vida.
Ignorarlas, y asumir que quienes tienen dudas sobre la vacuna son de alguna manera deliberadamente ignorantes, es en sí una postura tonta.
Tampoco debemos olvidar los muchos factores sociales que pueden influir en la decisión de la gente: el factor “limitaciones / conveniencia” de las 5 C.
En pocas palabras, la percepción de que una vacuna es de difícil acceso solo desanimará a las personas que ya son reacias.
Cuando hablamos, Betsch sugirió que esto podría haber frenado la aceptación de la vacuna en Alemania, que tiene un sistema muy complicado para identificar quién es elegible en qué momento para recibir la vacuna.
La gente respondería mucho más rápido, dice, si recibieran notificaciones automáticas.
Razai está de acuerdo en que debemos considerar la cuestión de la conveniencia, particularmente para aquellos en las comunidades más pobres que pueden tener dificultadas por los gastos y el tiempo que lleva el viaje a un centro de vacunación.
“Viajar hacia y desde allí puede ser un gran problema para la mayoría de las personas que reciben un salario mínimo o prestaciones por desempleo”, señala.
Es por eso que a menudo es mejor que las vacunas se administren en los centros comunitarios locales.
“Creo que ha habido evidencia anecdótica de que ha tenido más éxito en lugares de culto, mezquitas, e iglesias”.
Finalmente, debemos ser conscientes del contexto en que la gente toma decisiones, dice, como el racismo estructural que podría haber llevado a ciertos grupos étnicos a tener una menor confianza general en las autoridades médicas.
Es fácil descartar las decisiones de otra persona si no comprendes los desafíos que enfrentan en su vida cotidiana.
No existe una solución fácil, pero las autoridades sanitarias pueden seguir proporcionando información precisa y fácil de digerir para abordar las principales preocupaciones.
Según un informe reciente del Instituto de Innovación en Salud Global (IGHI, por sus siglas en inglés) del Imperial College de Londres, las principales barreras siguen siendo las preocupaciones de los pacientes sobre los efectos secundarios y los temores de que las vacunas no se hayan probado adecuadamente.
Al considerar estos diferentes factores y las formas en que pueden estar influyendo en el comportamiento de las personas, también es útil examinar los diversos sesgos cognitivos que se sabe que influyen en nuestras percepciones.
Considera las dos primeras C: la confianza en la vacuna, la complacencia sobre los peligros de la enfermedad en sí.
Para la primera, los gráficos que muestran los riesgos relativos de las vacunas, en comparación con la enfermedad real, pueden proporcionar algo de contexto.
Para este última, Razai sugiere que necesitamos más educación sobre la historia del desarrollo de las vacunas.
El uso de ARNm en vacunas se ha estudiado durante décadas, por ejemplo, con largos ensayos que prueban su seguridad.
Esto significó que la técnica podría adaptarse rápidamente para la pandemia.
“Ninguna de las tecnologías que se han utilizado sería de ninguna manera dañina, porque hemos utilizado estas tecnologías en otras áreas de la atención médica y la investigación”, explica Razai.
Sarah Jones, investigadora de doctorado que codirigió el informe IGHI, sugiere que será necesario un enfoque específico.
“Yo instaría a los gobiernos a que dejen de pensar que pueden llegar a la gran cantidad de nichos que existen con un mensaje de vacuna para el mercado masivo y que trabajen de manera más creativa con muchos socios de comunicación eficaces”, dice.
Eso podría implicar colaboraciones más estrechas con los modelos influyentes dentro de cada comunidad, dice, quienes pueden proporcionar “información consistente y precisa” sobre los riesgos y beneficios de las vacunas.
Independientemente de cómo elijan divulgar la información, los servicios de salud deben dejar en claro que están participando en un diálogo abierto, dice Razai, en lugar de simplemente descartarlos.
“Tenemos que escuchar las preocupaciones de la gente, reconocerlas y darles información para que puedan tomar una decisión informada”.
Saleska está de acuerdo en que es esencial entablar una conversación bidireccional, y eso es algo que todos podríamos aprender al discutir estos temas con nuestros amigos y familiares.
“Ser respetuoso y reconocer sus preocupaciones. Creo que en realidad esto podría ser más importante que simplemente hablar de los hechos o las estadísticas”, indica.
“Muchas veces, se trata más de la conexión personal que de la información real que proporcionas”.
* Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original en inglés.
* David Robson es autor de The Intelligence Trap: Why Smart People Do Dumb Things (“La trampa de la inteligencia: por qué la gente inteligente hace cosas tontas”). Su próximo libro The Expectation Effect: Transform Your Health, Fitness, Productivity, Happiness and Ageing será publicado en 2022.