Cuando una parte del mundo ha comenzado a relajar las medidas de confinamiento, muchos reflexionan sobre lo rápido que parece haber pasado el tiempo durante la cuarentena.
Esto no es lo que muchos de nosotros esperábamos cuando nos comunicaron que nuestras vidas se volverían mucho más restringidas, y que estábamos a punto de pasar semanas aburridos, confinados en nuestras casas.
Es muy temprano para contar con investigaciones sobre la cuestión, pero no son pocos los que coinciden en que el tiempo se les pasó volando, y las razones son varias.
Una de las razones es que creamos experiencias subjetivas del tiempo, y eso no siempre se correlaciona con lo vemos en el reloj o el calendario.
Un almuerzo de 20 minutos con un amigo se van volando, mientras que los 20 minutos que pasamos esperando a un tren que viene con retraso pueden parecer interminables, aunque el tiempo sea el mismo.
Nosotros estimamos el paso del tiempo de dos maneras: de forma prospectiva (cuán rápido pasa ahora mismo) y retrospectivamente (cuán rápido pasó la semana o la década pasada)
Durante el confinamiento, aquellas personas aisladas de sus amigos, familia y su trabajo han tenido muchas horas vacías por delante.
La gente ha encontrado todo tipo de soluciones creativas para pasar el tiempo —hornear pan, plantar semillas, grabar videos— pero, inevitablemente, cuando pasas todos los días y noches en casa, los días empiezan a parecerse entre sí.
Muchos descubren que les cuesta diferenciar entre los días de labor y los fines de semana.
Esta confusión de días idénticos nos lleva a crear menos recuerdos nuevos, lo cual es crucial para nuestro sentido de percepción del tiempo.
Los recuerdos son una de las formas en la que juzgamos cuánto tiempo ha pasado.
Cuando te vas de vacaciones por una semana a un lugar nuevo, el tiempo pasa rápido porque todo es nuevo, pero cuando regresas, miras hacia atrás y ves que has creado tantos recuerdos nuevos, que sientes muchas veces que has estado de vacaciones más de una semana.
Lo opuesto puede pasar en cuarentena.
Aunque los días se sientan lentos, cuando llegas al fin de semana y miras hacia atrás, y estimas retrospectivamente cuánto tiempo ha pasado, has creado menos recuerdos de lo habitual y el tiempo parece haber desaparecido.
Es una versión menos extrema de lo que le ocurre a la gente cuando está en prisión o cuando está enferma.
El tiempo pasa penosamente lento y no ven la hora de que todo se acabe, pero cuando miran hacia atrás, les parece que el tiempo se hubiese contraído.
Claro que mucha gente está más ocupada durante el confinamiento, tratando de superar las dificultades tecnológicas de trabajar desde la casa mientras ayuda a sus hijos con la escolarización a distancia.
A pesar de ello, todas estas nuevas actividades se desarrollan casi en un único lugar, lo cual hace que creen menos recuerdos de lo habitual y sientan que el tiempo se les pasa volando.
Decenas de llamadas de Zoom hechas en el mismo sitio empiezan a fundirse en una, en comparación con la vida real donde vemos a la gente en diferentes lugares.
Me pregunto si nuestra percepción del tiempo durante el confinamiento también se ve alterada por la necesidad de vivir más en el presente.
Cuando dejamos vagar a nuestra mente, en tiempos normales soñamos por lo general con el futuro, pero con menos cosas para planear, nuestro horizonte en el tiempo se ha acortado.
Puede que ahora pensemos en los días próximos o en el futuro lejano, cuando imaginamos que todo esto se habrá terminado.
Cuando lleguemos a ese futuro y miremos hacia atrás, a los tiempos del coronavirus, sospecho que nos resultará difícil diferenciar entre los meses de la cuarentena.
Puede que nos acordemos de cuándo nos enteramos de que el virus llegó al país donde vivimos o de cuándo anunciaron la cuarentena.
Este tipo de recuerdos son comunes cuando ocurren eventos grandes.
Pero por la falta de otros marcadores en el tiempo, una vez que comenzó el aislamiento, puede que las semanas siguientes nos resulten difíciles de diferenciar.
Con frecuencia podemos deducir cuándo ocurrieron distintos eventos tratando de recordar qué estaba pasando en nuestra vida en ese momento (cuando empezamos un nuevo trabajo o salimos para celebrar el cumpleaños de alguien).
Pero cuando apenas puedes salir de tu casa, esas marcas en el tiempo no están allí y todos los días se funden en uno.
Hay una gran diferencia en cómo cada uno de nosotros percibe el tiempo.
En líneas generales, la mitad de nosotros ve el futuro como algo que viene hacia nosotros, mientras estamos quietos, mientras que la otra mitad lo ve como nosotros moviéndonos hacia el futuro.
Puedes descubrir en qué grupo te encuentras con esta pregunta: “La reunión del próximo miércoles adelantó dos días. ¿Qué día será entonces la reunión del miércoles?”.
La pregunta tiene dos respuestas posibles y no hay una correcta.
Los que se ven a sí mismos como estáticos, con el futuro acercándose hacia ellos, tienden a responder lunes, mientras que los que se ven yendo hacia el futuro tienden a decir viernes.
Aunque la gente tiene por lo general una preferencia instintiva por una respuesta u otra, ciertas situaciones, como los viajes en tren, pueden alterar las respuestas de la gente.
La psicóloga Lera Boroditsky de la Universidad de Stanford, en Estados unidos, descubrió que cuando la gente está en la zona de salidas de un aeropuerto, donde está obligada a esperar, tiende a decir lunes, mientras que si está en la sala de llegadas donde siente que se está moviendo, tiende a responder viernes.
No puedo demostrarlo, por supuesto, pero me pregunto si la cuarentena nos transformará temporalmente más en gente que responde lunes, obligada a esperar a que el futuro se nos acerque.
*Claudia Hammond es autora del libro “Time Warped: Understanding the Mysteries of Time Perception”
*Esta nota se publicó en BBC Future. Haz clic aquí si quieres leer la versión original en inglés.