Si no fuera por los mexicanos, la ciudad de Guymon, en Oklahoma, estaría camino de ser un pueblo fantasma.
Vivir en esta minúscula población de poco más de 10.000 habitantes en el interior de Estados Unidos no es fácil.
La región en la que se encuentra ostenta el dudoso título de ser la capital mundial de los tornados. Los inviernos son brutales. El paisaje es árido, plano y monótono. Y muchos de sus habitantes son los primeros en reconocer que la arquitectura del lugar no es particularmente atractiva.
Y sin embargo, este pueblo ha vivido en las últimas dos décadas un milagro económico en el que los inmigrantes latinos, especialmente mexicanos, han sido inesperados protagonistas.
Una parte sustancial de las llamadas Grandes Praderas en el centro-oeste estadounidense se está muriendo, demográficamente hablando.
Sus pequeñas ciudades han sido diezmadas por la emigración de los jóvenes hacia las grandes urbes en busca de más oportunidades.
Pero Guymon es distinto. Es un oasis de prosperidad en medio de la decadencia económica que afecta a otras poblaciones.
Un enorme matadero industrial de cerdos instalado ahí hace poco más de dos décadas atrajo al lugar a cientos de trabajadores, primero latinos, y después de todo el mundo.
Eran empleos duros que solo los inmigrantes querían.
Pero la llegada de la fábrica cambió por completo la personalidad del pueblo,cuya población es hoy en día de origen latino en más de un 60%.
Y en la medida en que muchos de estos trabajadores se independizaron, instalaron sus pequeños negocios en la calle principal del pueblo, que hoy cuenta con relucientes vitrinas, muchas de ellas con letreros español.
Heather, al igual que muchos habitantes de Guymon, trabaja en uno de los varios restaurantes mexicanos en la avenida principal. Pero lo novedoso es que ella es una estadounidense blanca a la que le dieron trabajo los mexicanos.
“No debería decir esto, pero a los hispanos les importa más la gente, les importan más sus empleados. Ellos te cuidan”, explica Heather a BBC Mundo.
Trabajando conoció a su marido, quien es mexicano.
Heather nos atiende mientras toma pedidos de enchiladas, mole y otros platos típicos mexicanos en inglés y español.
Está ahorrando para poner ella misma su propio negocio, un carrito de tacos, que planea bautizar como “La Gabacha” (una expresión coloquial que se asemeja a “La Gringa”)
El caso de Heather es inusual pero no único en Guymon, una ciudad en la que los latinos no son una carga económica para la comunidad, sino que generan sus propios empleos e incluso ofrecen trabajo a un puñado de anglosajones.
Aún así, la llegada de los mexicanos a Guymon no fue fácil.
Oklahoma es uno de los lugares políticamente más conservadores del país. Fue uno dos únicos estados en los que Donald Trump ganó en absolutamente todos los condados en las elecciones de 2016, incluyendo Guymon.
Cuando los mexicanos empezaron a llegar, era un lugar abrumadoramente blanco.
“Al principio hubo resistencia”, dice Teri Mora, una anglosajona casada con un mexicano que trabaja como profesora en la escuela de secundaria de Guymon.
La gente local tenía desconfianza frente a los recién llegados.
Una de las soluciones impulsadas por Mora para mejorar las relaciones entre las comunidades fue crear un grupo de danzas folclóricas mexicanas para los estudiantes de la secundaria, que veinte años después se ha convertido en un embajador cultural no solo de los latinos, sino de todo Guymon.
En sus comienzos, los padres de la comunidad vendían tamales para comprar los vestidos típicos que requerían sus hijos para sus bailes. Hoy los muchachos atienden invitaciones para presentar su espectáculo en varios estados de todo el país.
La integración de esta comunidad también ha sido lenta.
Pese a los esfuerzos iniciales por buscar la armonía, muchos anglosajones veían con recelo la transformación que experimentaba el pueblo y que los convertía en minoría.
“A la gente no le gusta el cambio. Somos una comunidad rural”, nos dice Melyn Johnson, la presidenta de “Main Street Guymon”, una organización cívica del pueblo que ayudó a lograr una armonización entre ambas comunidades.
Hoy reconoce que algunas tensiones persisten.
Pero también insiste en que muchos de los ciudadanos de origen anglosajón se han dado cuenta de que si la fábrica no hubiese aparecido, junto con todos los trabajadores mexicanos, cubanos y de otros lugares, el destino de Guymon hubiera sido otro.
“En Guymon nos salvamos de los locales vacíos con los que se quedaron otros pueblos de la región”.
Stan Ralstin es funcionario de la oficina de desarrollo económico del gobierno del estado de Oklahoma. No duda en reiterar que la llegada de la fábrica y de la inmigración que esta atrajo, ayudó a salvar el pueblo.
“No veo como Guymon hubiera podido seguir creciendo”.
Hoy en cambio, “casi no se consigue un local vacío en la calle principal de Guymon” indica.
Jesús Uribe, de ancestros mexicanos, entró a formar parte de una institución que por mucho tiempo fue casi exclusivamente blanca: el cuerpo municipal de bomberos.
Cuenta que inicialmente en muchos hogares latinos los miraban con recelo por el uniforme ya que pensaban que eran policías. La solución fue práctica: cambiaron el logo que los identificaba, para incluir en letras grandes, la inscripción en español: Bomberos.
Maria Sabalza es dueña del Vallarta, uno de los muchos restaurantes mexicanos de Guymon. Le gusta vivir aquí, y no en una ciudad grande como Houston o Los Ángeles. “Los pueblos chicos son muy agradecidos”, le dice a BBC Mundo.
Creció en un pueblo en su Jalisco natal y ahora cría a sus hijos en otro pueblo a 800 kilómetros de la frontera con México, en el que la cultura latina se siente en todos los rincones.
Muchos insisten en dividir a Estados Unidos en dos: en su visión simplista del país, las grandes ciudades costeras son cosmopolitas, progresistas y multiculturales, mientras que el interior de la nación es conservador, excluyente y hostil a las minorías étnicas.
Guymon es un buen ejemplo de que la experiencia latina en Estados Unidos, y el país mismo, son mucho más complejos que eso.
Este pueblito del interior tiene una proporción de latinos similar a la de Miami, y un porcentaje mayor de minorías étnicas que el que tiene la ciudad de Nueva York.
Los latinos de aquí son trabajadores y empresarios y están orgullosos de haber ayudado a salvar a su comunidad adoptiva de un precipicio económico que parecía inevitable.
En Guymon se habla mucho español y eso ha sido un buen negocio para todos.