Si bien las conjunciones planetarias como esta no son eventos cotidianos, tampoco son particularmente raras.
El 21 de diciembre de 2020, Júpiter y Saturno se cruzarán en el cielo nocturno y, por un breve momento, parecerán brillar juntos como un solo cuerpo celeste.
Si bien las conjunciones planetarias como esta no son eventos cotidianos, tampoco son particularmente raras.
La conjunción de este año es diferente por al menos dos razones. La primera es el grado en que los dos planetas estarán alineados. Los expertos predicen que aparecerán más cerca que en casi ocho siglos y también más brillantes.
Pero el segundo factor, y el que ha puesto este evento en el centro de atención, es que ocurrirá en el solsticio de invierno, justo antes de Navidad.
El momento ha llevado a una especulación sobre si este podría ser el mismo evento astronómico que la Biblia dice que llevó a los Reyes Magos a José, María y el recién nacido Jesús: la estrella de Belén.
Como estudioso de textos antiguos de la literatura cristiana y escritor de un libro sobre los tres Reyes Magos, sostengo que la próxima conjunción planetaria probablemente no sea la legendaria estrella de Belén.
La historia bíblica de la estrella está destinada a transmitir verdades teológicas más que históricas o astronómicas.
La historia de la estrella de Belén ha fascinado a muchos lectores, tanto antiguos como modernos.
Dentro del Nuevo Testamento, se encuentra en el Evangelio de Mateo, un relato de la vida de Jesús del primer siglo que comienza con la historia de su nacimiento.
En ese relato, los sabios llegan a Jerusalén y le dicen a Herodes, el rey de Judea: “¿Dónde está el niño que ha nacido rey de los judíos? Observamos su estrella al salir y hemos venido a rendirle homenaje”. Luego, la estrella los lleva a Belén y se detiene sobre la casa de Jesús y su familia.
Muchos han interpretado esta historia con la presuposición de que Mateo debió de haberse referido a un evento astronómico real que ocurrió en torno a la época del nacimiento de Jesús.
El astrónomo Michael R. Molnar, por ejemplo, ha argumentado que la estrella de Belén fue un eclipse de Júpiter dentro de la constelación de Aries.
Hay al menos dos problemas al asociar un evento específico con la estrella de Mateo. El primero es que los eruditos no están seguros exactamente de cuándo nació Jesús. La fecha tradicional de su nacimiento puede diferir hasta seis años.
El segundo es que los eventos astronómicos mensurables y predecibles ocurren con relativa frecuencia.
La búsqueda para descubrir qué evento, si acaso, podría haber tenido Mateo en mente es, por lo tanto, complicada.
La teoría de que la conjunción de Júpiter y Saturno puede ser la estrella de Belén no es nueva.
Fue propuesta a principios del siglo XVII por Johannes Kepler, un astrónomo y matemático alemán. Kepler argumentó que esta misma conjunción planetaria alrededor del 6 a.C. podría haber servido de inspiración para la historia de la estrella de Mateo.
Kepler no fue el primero en sugerir que la estrella de Belén pudo haber sido un evento astronómico reconocible.
400 años antes de Kepler, entre 1303 y 1305, el artista italiano Giotto pintó la estrella como un cometa en las paredes de la Capilla Scrovegni en Padua, Italia.
Algunos académicos sugirieron que lo Giotto lo hizo como un homenaje al cometa Halley, que los astrónomos determinaron que fue visible en 1301, en uno de sus vuelos regulares más allá de la Tierra.
Los astrónomos también han determinado que el cometa Halley pasó por la Tierra alrededor del año 12 a.C., entre cinco y 10 años antes de que la mayoría de los estudiosos argumentaran que nació Jesús.
Es posible que Giotto creyera que Matthew estaba haciendo referencia al cometa Halley en su historia de la estrella.
Los intentos de descubrir la identidad de la estrella de Mateo suelen ser creativos y perspicaces, pero yo diría que también están equivocados.
La estrella de la historia de Mateo puede no ser un fenómeno natural “normal”, y Mateo lo sugiere bastante en la manera en que lo describe.
Mateo dice que los Reyes Magos van a Jerusalén “desde el Oriente”. Luego la estrella los lleva a Belén, al sur de Jerusalén. Por tanto, la estrella hace un giro brusco a la izquierda. Y los astrónomos estarán de acuerdo en que las estrellas no hacen giros bruscos.
Además, cuando los magos llegan a Belén, la estrella está lo suficientemente baja en el cielo como para llevarlos a una casa específica.
Como dice el físico Aaron Adair: “se dice que la estrella se detiene en su lugar y se cierne sobre un alojamiento en particular, actuando como un equipo de GPS antiguo”.
La “descripción de los movimientos de la estrella”, señaló Adair, estaba “fuera de lo que es físicamente posible para cualquier objeto astronómico observable”.
En resumen, no parece haber nada “normal” o “natural” en el fenómeno que describe Mateo. Quizás el punto al que Mateo trababa de llegar es diferente.
La historia de la estrella de Mateo se basa en un conjunto de tradiciones en las que las estrellas están conectadas a los gobernantes. El surgimiento de una estrella significa que un gobernante llegó al poder.
En el libro bíblico de los Números, por ejemplo, que data del siglo V a.C., el profeta Balaam predice la llegada de un gobernante que derrotará a los enemigos de Israel. “Una estrella saldrá de Jacob, [es decir, Israel]… aplastará las fronteras de Moab”.
Uno de los ejemplos más conocidos de esta tradición desde la antigüedad es el llamado Sidus Iulium o “estrella Juliana”, un cometa que apareció unos meses después del asesinato de Julio César en el 44 a. C.
Los autores romanos Suetonio y Plinio el Viejo dijeron que el cometa era tan brillante que era visible a última hora de la tarde, y que muchos romanos interpretaron el espectáculo como evidencia de que Julio César era ahora un dios.
A la luz de tales tradiciones, creo que la historia de la estrella de Mateo existe, no para informar a los lectores sobre un evento astronómico específico, sino para respaldar las afirmaciones que él hace sobre el carácter de Jesús.
Dicho de otro modo, yo diría que el objetivo de Mateo al contar esta historia fue más teológico que histórico.
Por lo tanto, es probable que la próxima conjunción de Júpiter y Saturno no sea un regreso de la estrella de Belén, pero Mateo probablemente estaría complacido con el asombro que inspira en quienes lo anticipan.
* Eric Vanden Eykel es profesor adjunto de religión en el Ferrum College, Virginia, EE.UU.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation y lo puedes leer aquí.