¿Qué refleja en esta imagen el espejo más grande del mundo?
La NASA planteó esa pregunta en su sitio al seleccionar la que vemos arriba como la “fotografía astronómica del día” el 22 de octubre.
La imagen de la Vía Láctea fue tomada por el fotógrafo peruano Jheison Huerta en Bolivia, en el salar de Uyuni, una extensión de 130 km tan planos que luego de la lluvia pueden convertirse en un gigantesco espejo.
“Cuando vi la foto sentí una emoción muy grande”, señaló el fotógrafo. “Lo primero que me vino a la mente fue la conexión entre el hombre y el universo. Todos somos hijos de las estrellas”.
Huerta habló con BBC Mundo sobre su sobrecogedora foto de la Vía Láctea, el crecimiento de la pasión por la astrofotografía en América Latina y por qué antes de captar una imagen “debemos pedir ayuda a la naturaleza”.
¿Qué tipo de foto es tu imagen seleccionada por la NASA?
Es una astrofotografía de paisajes, también denominada de campo amplio, que es una de las ramas que componen la astrofotografía.
Muchos piensan que la astrofotografía tiene que ver con telescopios, pero nuestra rama se encarga sobre todo de hacer un registro involucrando el paisaje terrestre con los cuerpos celestes presentes en el firmamento.
¿Por qué tomar la foto en el salar de Uyuni te tomó tres años?
Estuve por primera vez en el salar de Uyuni en el 2016.
Tenía en mente realizar una panorámica donde no solamente se pudiera ver el brazo de la Vía Láctea, sino también su reflejo.
El salar de Uyuni está a 3.600 metros sobre el nivel del mar y es un desierto de sal.
Luego de la temporada de lluvias se forma una capa de agua en la que es posible ver el reflejo, no solo de las nubes durante el día, sino de las estrellas durante la noche.
En el primer intento de lograr la foto me frustré muchísimo, porque yo había pensado que había capturado una superfoto.
Pero cuando llegué a casa y analicé la fotografía, vi que mi equipo no tenía la capacidad de sacar una imagen limpia y clara.
Y decidiste regresar…
En 2017 ya con un equipo mejor regresé. Compré otra cámara y otro lente con un ingreso de luz, un diafragma, mucho más abierto.
Pero (esa segunda vez) ya fue un tema de mala suerte, porque justo en la semana que yo viajé a Bolivia el cielo estuvo siempre nublado.
Y terco, regresé en 2018 y logré una foto muy parecida, pero me concentré tanto en enfocar la Vía Láctea que yo, como personaje, salí desenfocado.
Porque recuerda que estamos en un lugar con 30 cm de agua salada, con mucho frío. Y estás en plena noche, no ves absolutamente nada.
La foto de la NASA la logré recién ahora, en abril, después de buscarla tantos años.
¿Por qué debías viajar al salar de Uyuni en el mes de marzo o abril?
Porque en el salar de Uyuni desde el mes de diciembre hasta febrero es la temporada de lluvias, y se acumula allí mucha agua.
No viajo antes porque tendríamos muchas nubes que impedirían la visualización.
Entonces voy apenas termina el período de las lluvias.
Tengo contactos en Uyuni y voy llamando a mis amigos allá para preguntarles, “Oye ¿cómo va el salar?”. Ellos me van actualizando a tiempo real.
Y también estudio la fase lunar, porque buscamos la Luna nueva, cuando no hay ningún tipo de luz.
La Luna es un agente de iluminación muy potente que opaca las estrellas.
La NASA destaca que para lograr la foto tuviste que captar 15 cuadros verticales. ¿Podrías explicarnos esto?
A mi cámara le agrego un brazo mecánico que se llama rótula panorámica.
Primero realicé la foto del cielo. Hice siete fotografías para abarcar todo el ángulo de la Vía Láctea, una fila de siete imágenes verticales del cielo.
Luego incliné la cámara hacia el suelo para hacer otras siete fotografías más del reflejo. Dos filas de siete serían 14 imágenes.
Y para la última regresé lo que es el ángulo de la cámara al medio de la Vía Láctea, corrí por unos 15 metros y con un control remoto inalámbrico disparé a la distancia.
Me decías que la foto tiene un selfie en el medio de la imagen.
Muchos me preguntan: “¿Cómo lo has logrado?”.
En primer lugar, me alejo unos treinta pasos de la cámara. Y tengo que esperar cinco minutos sin moverme, porque al momento que corres sobre el agua generas movimiento y pequeñas olas que no permitirían el reflejo perfecto de las estrellas.
Una vez quieto, con el control remoto activo el autodisparador de la cámara para que dispare después de 10 segundos, y en ese momento prendo mi linterna, me autoilumino y hago unas 30 fotos para estar cierto de no salir desenfocado.
Aquí hablamos de 15 fotos, pero yo he hecho 200 para tener la certeza de que cuando cargo todas las imágenes en un programa, éste tenga las uniones exactas para que pueda acoplarlas y fusionarlas.
¿Cómo logras entonces fusionar las imágenes para convertirlas en una sola?
Se carga todo en un programa y, en este caso, manualmente unes las coincidencias entre una foto y la otra.
Para la de la Vía Láctea, formada por siete imágenes, te fijas en los puntos en los que éstas coinciden y las armas como un rompecabezas, manualmente.
El programa lo reconoce y al final te da la imagen que ustedes ven.
Estudiaste administración y comercio. ¿Cuándo nació tu pasión por la astrofotografía?
Viajé a Italia junto a mi familia cuando tenía 13 años y después de 12 años allí retorné a Perú.
Fue entonces cuando descubrí la fotografía de paisajes.
Yo vivo en Huaraz, una ciudad en los Andes peruanos justo al pie de la montaña más alta del país, el Huascarán.
Estamos en medio de la cordillera de los Andes, y como se podrán imaginar, aquí lo que nos sobran son los paisajes de montaña.
En un trekking durante la noche salí de mi carpa y vi este espectáculo de la Vía Láctea a 5.000 metros sobre el nivel del mar con grandes estrellas. Era espectacular.
Entre 2010 y 2014 traté de aprender todas las técnicas posibles descargadas de internet y de fotógrafos norteamericanos y neozelandeses.
Todo el proceso de aprendizaje ha sido de autodidacta.
Yo decía “debe de haber una manera de poder registrar lo que yo estoy viendo”. Porque aquí en los Andes ves la Vía Láctea a simple vista.
No necesitamos cámaras ni telescopios, porque son lugares tan altos donde el cielo es muy “seco” y la visibilidad aumenta.
Y la otra ventaja es que no hay ciudades alrededor.
Ahora organizas talleres, como el del próximo marzo en el salar de Uyuni, para enseñar a otros.
En 2014 fundé el grupo Astrofoto Andes y me dedico ya a enseñar.
No fue algo planeado, sino que al compartir mis imágenes en grupos de redes sociales muchos otros fotógrafos comenzaron a preguntarme y a decirme “queremos ir contigo y que nos enseñes ese tipo de fotografía”.
En Perú no había un colectivo o escuela donde se enseñara este tipo de fotografía.
Al principio la gente venía también por curiosidad, porque pensaba que las imágenes eran falsas.
A los talleres asisten fotógrafos de toda América Latina y no solo profesionales.
Vinieron personas con el celular, que querían vivir la experiencia de ver la Vía Láctea en el salar de Uyuni.
¿Qué tan popular es la astrofotografía actualmente en América Latina?
El tema de la astrofotografía en toda Latinoamérica en este momento se está expandiendo. Hay colectivos en Argentina, en Uruguay, y se está generando una corriente muy fuerte.
Eso ocurre porque en el hemisferio sur gozamos de un cielo espectacular que no ven los que están en el norte.
En el sur, la Vía Láctea se aprecia en toda su belleza porque cruza el cielo de sureste a oeste. Se ve como un arcoíris de estrellas. Solo en el hemisferio austral lo podemos ver así.
Hay un cielo amigo para todos los que estamos en Sudamérica y es por eso que la astrofotografía está entrando con mucha fuerza.
En mis sueños también está ir a fotografiar a la Patagonia en otoño, en mayo.
Más allá de la parte técnica, tus fotos despiertan emociones muy profundas. ¿En qué medida la astrofotografía te ayuda a ver la vida de otra forma?
Yo creo que desde siempre el universo ha sido un lugar donde uno busca respuestas.
Es un mundo incógnito y nosotros, al fotografiarlo, nos sentimos parte de él con mucha más cercanía.
Por ejemplo, las luces de las estrellas que nuestras cámaras captan hacen parte del pasado.
Porque esas luces de estrellas han sido emitidas hace millones de años y nosotros recién las estamos recibiendo.
Incluso algunas son estrellas muertas, pero la luz que enviraron nos llega ahora.
Y la foto elegida por la NASA en particular ¿qué te transmite?
Cuando el programa me dio la imagen armada, fue una emoción muy grande.
Lo primero que me vino a la mente fue la conexión entre el hombre y el universo.
En realidad, todos tenemos dentro material estelar, somos hijos de las estrellas.
Últimamente a mis fotografías trato de ponerles siempre el elemento humano.
Creo que la foto sin la persona en el medio hubiera sido una más de la Vía Láctea que se ve por internet.
Agregar una persona con una luz es la idea que yo tenía desde el comienzo, y era justamente para que el público cuando viera esa foto se sintiera identificado.
Asociar elementos humanos a cuerpos del universo en la composición es el tema central de mi trabajo.
En tu página en internet hay una frase: “Antes de todo, es necesario ser pacientes observadores”. ¿Qué consejo les darías a los lectores que quieran iniciarse en la astrofotografía?
Yo he aprendido con el tiempo a ser muy paciente y a esperar el momento adecuado, la luz, un atardecer o que la lluvia se disipe y nos deje ver las estrellas.
El consejo que siempre doy a los que asisten a los talleres antes de todo es tener mucho respeto por la naturaleza.
Por ejemplo, cuando entramos a un bosque de rocas o a una laguna o a una montaña, lo hacemos con mucho respeto, y les pedimos nos ayuden a obtener las mejores fotos.
Es una especie de devoción hacia la Tierra.
Lo que recomiendo es tener paciencia, porque tal vez en el primer viaje no tengas la foto, ni en el segundo, pero en el tercero sí.
Y el siguiente paso es capacitarse, porque sin capacitación uno no puede lograr mucho.
Debes estar actualizado con nuevas técnicas de revelado o nuevos programas que te ayuden a seguir siempre creciendo.
No debes estancarte o pensar que con una foto premiada por la NASA has obtenido todo.
Siempre debes estar en la búsqueda de mejorar.