Países como Uruguay y Argentina han tomado medidas respecto a la utilización del leguaje inclusivo en centros educativos.
Ni “chiques”, ni “chicxs”, ni “chic@s”. En los colegios de la capital argentina los docentes ya no podrán utilizar estas expresiones de género neutro, populares entre la juventud, para comunicarse con sus alumnos.
El gobierno de la ciudad de Buenos Aires emitió en junio una resolución que limita el uso del llamado “lenguaje inclusivo” en la educación inicial, primaria y secundaria.
La decisión prohíbe que se utilicen las terminaciones de género neutro “e”, “x” o “@” en comunicaciones institucionales y que se enseñen como parte de la currícula educativa.
También exige que estos se realicen “de conformidad con las reglas del idioma español“.
Al justificar la norma, las autoridades porteñas hicieron referencia a los bajos resultados obtenidos por los alumnos de la capital argentina en las últimas evaluaciones de lectoescritura.
“La deformación del uso del lenguaje tiene un impacto negativo en los aprendizajes, máxime considerando las consecuencias de la pandemia”, aseguraron desde el Ministerio de Educación porteño.
“Es muy importante aclarar bien y simplificar el aprendizaje”, reiteró el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, tras la lluvia de críticas que recibió la medida.
La resolución aclara que la prohibición “aplica únicamente a los contenidos que dictan los/as docentes en clase, al material que se le entrega a los/as estudiantes y a documentos oficiales de los establecimientos educativos”, y que los alumnos podrán seguir utilizando lenguaje inclusivo entre ellos.
Incluso reconoce que es importante “romper con las nociones sexistas que habilita el uso del masculino genérico e incorporar un lenguaje más inclusivo”.
Pero asegura que “la lengua española brinda muchas opciones para ser inclusivo sin necesidad de tergiversar la lengua, ni de agregar complejidad a la comprensión y fluidez lectora”.
Para hacer hincapié en esto último, el gobierno difundió una “guía de prácticas y recomendaciones para una comunicación inclusiva“.
Sin embargo, el anuncio recibió muchas críticas por parte de algunos educadores, lingüistas e incluso del ministro nacional de Educación, cuyo gobierno se opone políticamente al de la ciudad de Buenos Aires y apoya el uso del lenguaje inclusivo.
Varios resaltaron que no hay evidencias de que el uso del lenguaje inclusivo haya tenido relación con los bajos resultados en las evaluaciones.
“No se puede obligar, menos se puede prohibir el uso y costumbres en el lenguaje”, afirmó la diputada porteña Alejandrina Barry, quien presentó un proyecto en la Legislatura local para derogar la norma.
Lo que más generó malestar fue el anuncio de Acuña de que quien no cumpla la norma enfrentará “un proceso administrativo disciplinario”.
Sn embargo, la capital argentina no es la única que se ha expresado en contra del uso del llamado “lenguaje con perspectiva de género”.
Como cita en sus fundamentos la norma porteña, una de las primeras en rechazar estos nuevos términos neutros fue la que es considerada por muchos la máxima referencia del idioma español: la Real Academia Española (RAE).
En 2020, en respuesta a un pedido de la entonces vicepresidenta española de modificar la Constitución para hacerla más inclusiva, la RAE publicó un informe de 156 páginas explicando su rechazo al lenguaje inclusivo.
“El uso de la ‘@’ o de las letras ‘e’ y ‘x’ como supuestas marcas de género inclusivo es ajeno a la morfología del español“, concluyó terminantemente la RAE.
Además, se declaró en contra de la propuesta de reemplazar el uso genérico del masculino gramatical -que los más críticos consideran el “ladrillo simbólico del patriarcado”- por formas más inclusivas.
“Es innecesaria, pues el masculino genérico no oculta la presencia de la mujer, sino que la incluye con igual derecho que al varón”, aseguró.
Desde la publicación de ese informe, la RAE ha mantenido su postura.
A finales de 2021, consultado a través de Twitter por un usuario sobre el lenguaje inclusivo, lo definió como “un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna“.
Aunque el anuncio de la ciudad de Buenos Aires acaparó la atención mediática, lo cierto es que la capital argentina no fue la primera de la región en buscar limitar la enseñanza del lenguaje de género neutro.
En enero pasado, poco antes de que empezaran las clases en el sur del continente americano, Uruguay tomó una medida similar cuando publicó una circular que dispone que en el ámbito de la educación pública la utilización del lenguaje inclusivo “deberá ajustarse a las reglas del idioma español“.
La orden emitida por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) señala que las “expresiones inclusivas” pueden utilizarse “siempre que se cumpla con aquellas”.
Al igual que la resolución porteña, la ANEP aclaró que sus instrucciones están dirigidas a funcionarios docentes y no docentes y no afecta a las formas de expresión de los estudiantes.
En rigor, esta normativa fue una actualización de otra resolución similar que el organismo ya había emitido en 2019.
Más allá de las autoridades educativas, ha habido otros intentos de frenar el avance del lenguaje inclusivo en las escuelas y otros ambientes en Uruguay.
En abril pasado, diputados del partido de derecha Cabildo Abierto presentaron un proyecto de ley para prohibir las “alteraciones gramaticales y fonéticas” en la administración pública y en centros educativos públicos y privados.
“El cometido del mismo es que no se modifiquen palabras para hacerlas ‘inclusivas’ con la E, la X o @”, especificó la diputada Inés Monzillo en su cuenta de Twitter.
“Hablemos correctamente nuestro idioma“, sentenció sobre su proyecto, que generó “preocupación” de parte de la Asociación de Docentes de la Universidad de la República (ADUR).
Otros países de la región, como Chile, también han visto el surgimiento de propuestas legislativas que buscan frenar el avance del lenguaje inclusivo.
Pero el español no es el único idioma que diferencia entre masculino y femenino, y que ha visto el surgimiento de nuevas (y polémicas) expresiones neutras que buscan hacerlo más inclusivo.
Y tampoco es el único idioma que las autoridades más puristas han intentado “preservar” del lenguaje inclusivo.
De hecho, el país que más fuertemente le ha bajado el pulgar por ahora al lenguaje con perspectiva de género es Francia.
Allí fue el propio ministro de Educación nacional, Jean-Michel Blanquer, quien firmó en mayo de 2021 una circular que prohíbe el uso en clase de la escritura inclusiva.
A diferencia de lo que ocurre en español con las terminaciones “e”, “x” o “@”, en francés la herramienta más utilizada para impartir neutralidad es un punto medio (•).
Este se usa para darle a una palabra terminaciones tanto masculinas como femeninas, de forma simultánea.
Tomemos como ejemplo la palabra “amis” (amigos). La forma inclusiva de escribirlo sería: “ami•e•s“, que combina la versión masculina (“ami“) con la femenina (“amies” o amigas).
Sería algo similar al español “amigos/as”.
Blanquer prohibió el uso del punto medio en las escuelas argumentando que “la imposibilidad de transcribir oralmente los textos con este tipo de ortografía dificulta tanto la lectura en voz alta como la pronunciación y, en consecuencia, el aprendizaje, sobre todo de los más pequeños”.
Además, el ministro señaló que “constituye un obstáculo al acceso a la lengua de menores que afrontan determinadas discapacidades o trastornos de aprendizaje“.
Es un argumento similar al que utilizan algunos críticos del lenguaje inclusivo español, quienes afirman que dificulta la lectura de personas con dislexia o no videntes, y por tanto, más que incluir, “excluye”.
Al igual que la norma de Buenos Aires, la prohibición francesa no supuso un rechazo a todo lenguaje inclusivo, sino que buscó promover otras formas de generar inclusividad, recomendando, entre otras cosas, “el uso de la feminización de los oficios y las funciones”.
Sin embargo, las autoridades francesas dejaron en claro su oposición al uso de palabras de género neutro cuando, a finales de 2021, el conocido diccionario Petit Robert incluyó el pronombre “iel“, que combina “él” y “ella” y es ampliamente utilizado por personas de género no binario.
No solo Blanquer puso el grito en el cielo, sino que también la primera dama francesa, Brigitte Macron, se involucró en la polémica, afirmando que con dos pronombres ya era suficiente.
A pesar de la resistencia, son muchos los que aseguran que las limitaciones y prohibiciones no lograrán evitar que el lenguaje inclusivo se imponga.
Los propios editores del famoso diccionario francés explicaron, ante la controversia, que ellos simplemente estaban reflejando un fenómeno que ya existe.
“La misión de Le Robert es observar la evolución de una lengua francesa en movimiento, diversa, e informar sobre ella“, explicaron a través de un comunicado.
Incluso la propia RAE reconoció que, en última instancia, el lenguaje que se impone es el que se habla en el día a día y no el que dictaminan ellos.
“Es oportuno recordar que los cambios gramaticales o léxicos que han triunfado en la historia de nuestra lengua no han sido dirigidos desde instancias superiores, sino que han surgido espontáneamente entre los hablantes“, señaló en su informe sobre lenguaje inclusivo.
“Son estos últimos los que promueven y adoptan innovaciones lingüísticas que solo algunas veces alcanzan el éxito y se generalizan”, aclaró.
Durante una reciente visita a Chile, el director de esa institución académica, Santiago Muñoz Machado, reiteró esta idea, afirmando que “son los ciudadanos, al usar el idioma, los que establecen las reglas”.
En entrevista con el diario chileno El Tiempo, Muñoz Machado también admitió que “la RAE siempre va un poco por detrás de la ciudadanía“.
Por su parte, la reconocida escritora argentina Claudia Piñeiro, quien en 2019 fue una de las primeras personalidades de las letras en defender el uso del lenguaje inclusivo durante un discurso que dio en el Congreso Internacional de la Lengua Española, consideró que tratar de reglamentarlo es fútil.
“Querer prohibir un lenguaje es como tratar de agarrar agua con un colador”, sentenció tras el anuncio del gobierno de Buenos Aires.
Piñeiro, quien en su alocución reconoció que recién “en el futuro” sabremos si el lenguaje inclusivo terminará siendo “adoptado por la lengua española”, también observó que las prohibiciones seguramente tengan el efecto contrario al deseado y terminen haciendo que más jóvenes quieran usarlo.