Los riesgos de la maternidad tardía son conocidos por la población en general; sin embargo, en el caso de la paternidad hay dificultades de las que poco se habla.
Los hombres que deciden ser padres después de los 35 años corren un mayor riesgo de tener hijos prematuros o autistas, según muestra una investigación.
Además, con cada año que pasa los espermatozoides sufren disminuciones significativas en cantidad y calidad, lo que puede dificultar los intentos de generar descendencia.
Esta información es particularmente importante en un escenario donde los planes de tener un bebé se posponen, debido a proyectos profesionales y educativos.
Y esto ocurre en un contexto en el que solo los riesgos de la maternidad tardía son mucho más conocidos entre la población. En general, las mujeres son conscientes de la mayor dificultad del embarazo a partir de los 35 o 40 años.
Del lado paterno (y poco conocido) de esta historia, la buena noticia es que existen recomendaciones, pruebas y tratamientos que permiten seguir de cerca cada caso y reducir los riesgos para el bebé, como puedes ver a continuación.
La doctora Karla Giusti Zacharias, quien es especialista en reproducción humana y forma parte del equipo clínico de la Rede D’Or – Hospital São Luiz Itaim, en São Paulo, relata que recibe con frecuencia en su consultorio a hombres mayores que desean tener un hijo.
“Veo pacientes de 50 o 60 años que están en un segundo matrimonio con una esposa más joven que quiere quedar embarazada”, observa.
La pregunta que hacen a los profesionales de la salud es: ¿cuáles son los riesgos de ser un padre mayor?
En términos generales, el sistema reproductivo masculino funciona en una lógica completamente diferente al femenino.
A partir de la pubertad, que ocurre entre los 10 y los 14 años, los hombres comienzan a producir espermatozoides, algo que continúa durante toda su vida.
Las mujeres nacen con todos los óvulos listos y se liberan también a partir de la pubertad, con cada nuevo ciclo menstrual.
Pero la cantidad de gametos en ellas es limitada (las niñas tienen entre 300.000 y 500.000 óvulos en el momento de su primera menstruación) y, por lo general, casi se agotan cuando alcanzan los 45 o 55 años y llega la menopausia.
En otras palabras: mientras los nuevos espermatozoides se producen constantemente en los testículos, los óvulos se guardan en una especie de “almacén de ahorro” y se liberan gradualmente a lo largo de la adolescencia y la edad adulta.
Pero aquí viene la cuestión importante: aunque la fabricación de gametos masculinos es constante, la calidad de este proceso no es la misma a partir de cierta edad.
Con el paso de los años, es natural que estas células se produzcan en cantidades más pequeñas y tengan más defectos.
Estos defectos, a su vez, pueden impedir la fertilización (cuando un espermatozoide entra en el óvulo), lo que genera dificultades para tener un hijo.
Algunas investigaciones indican que, incluso cuando los intentos de generar descendencia son exitosos, existe el riesgo de que el bebé presente con mayor frecuencia algunas afecciones de salud, como parto prematuro, complicaciones después del parto e incluso autismo.
Una investigación de 2018 de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en Estados Unidos analizó datos de más de 40 millones de nacimientos y encontró que, en general, cuanto mayor es el padre, mayor es el riesgo para el niño.
Los hombres que tienen hijos después de los 35 años tienen un riesgo relativamente mayor de que su bebé nazca con bajo peso, tenga convulsiones o necesite ventilación mecánica para respirar poco después del parto.
Las personas mayores de 45 años tienen 14% más de probabilidades de tener un bebé prematuro (cuando el niño nace antes de las 37 semanas de gestación). En los mayores de 50 años existe 28% más de riesgo de que el recién nacido necesite pasar tiempo en una unidad de cuidados intensivos.
Al momento de su publicación, Michael Eisenberg, profesor de urología y autor principal de la investigación, aclaró que tales cifras no deben interpretarse con alarmismo. En su opinión, los hallazgos ayudan a las familias a planificar bien y hacer los seguimientos necesarios.
“Hay una tendencia a mirar los factores maternos cuando se evalúan los riesgos asociados con el nacimiento. Pero nuestro estudio muestra que tener un bebé sano es un trabajo en equipo, y la edad del padre también contribuye“, dijo.
Un artículo de revisión sistemática y metanálisis (un tipo de trabajo científico que recopila y organiza varias investigaciones publicadas anteriormente sobre el mismo tema) publicado en 2017 señaló otro peligro de la paternidad tardía: el mayor riesgo de autismo en el bebé.
En conclusión, el estudio señala que, por cada 10 años de aumento en la edad del padre, existe 21% más de probabilidad de que el hijo padezca este trastorno neurológico del desarrollo, que se relaciona con dificultades en la comunicación, la interacción social y la conducta.
La ciencia aún no sabe responder con certeza qué tiene que ver una cosa con la otra.
Alfredo Canalini, presidente de la Sociedad Brasileña de Urología, señala que existen evidencias de una relación entre la paternidad tardía y una mayor probabilidad de enfermedades como la esquizofrenia, pero los estudios sobre el tema no son lo suficientemente sólidos.
El especialista también señala que, aun con la caída en la calidad y cantidad de espermatozoides con el paso de los años, la tendencia es que los gametos más aptos tengan éxito y uno de ellos fecunde, lo que reduce los riesgos para la salud del niño.
“El camino hacia el óvulo se puede comparar con una ultramaratón y, por lo general, solo los espermatozoides capaces y sanos consiguen acercarse a la meta”, compara.
Pero, frente a todos estos peligros, ¿existen formas de minimizar los problemas y asegurar un embarazo sano?
Canalini señala que no existe una receta para eludir los posibles peligros de la paternidad tardía.
“La biología del aparato reproductor masculino es muy individualizada y cada hombre necesita una consulta para que podamos entender qué está pasando y qué se puede hacer”, dice.
Tal consulta involucra al médico general o urólogo. Esta evaluación se puede realizar de forma rutinaria, todos los años, cuando existe el deseo de tener un hijo o si aparecen algunos síntomas, como irritación excesiva, falta de libido, dificultad para tener o mantener una erección, además de intentos frustrados de que la mujer quede embarazada.
“Y, por supuesto, están esas recomendaciones clásicas que son válidas para la salud de todo el cuerpo, como llevar una alimentación saludable, evitar el sedentarismo, hacer actividad física de forma regular, no fumar, mantener el peso adecuado…”, enumera el médico.
Zacharias recuerda que, cuando los cambios en el estilo de vida no han dado resultados, es posible comenzar con pruebas y tratamientos específicos.
“Si hay un perfil muy malo de espermatozoides, podemos proponer algunas terapias para mejorar su calidad o cantidad”, afirma.
Finalmente, la experta destaca un último riesgo que afecta directamente a los padres mayores: la carga de trabajo que supone criar a un hijo.
“No podemos olvidar que muchos hombres mayores están en una etapa de su vida en la que han trabajado mucho y están más cansados”, apunta.
“Hay que ponerlo en la balanza y pensar en la importancia de acompañar el desarrollo del niño, levantarse de madrugada para cambiar pañales, jugar…”.
“Las parejas deberían hablarlo para que siempre tomen la mejor decisión para ellos y para su familia”, concluye.