Ratanabá sería una ciudad secreta en el corazón de la Amazonía que supuestamente esconde riquezas como oro y tecnologías desconocidas.
En los últimos días, el supuesto hallazgo de Ratanabá, una civilización secreta en el corazón de la Amazonía, se difundió velozmente en redes sociales, principalmente en Brasil.
Según las publicaciones, la ciudad sería “más grande que el Gran Sao Paulo”, era “la capital del mundo” y “esconde muchas riquezas, como esculturas de oro y tecnologías avanzadas de nuestros antepasados”.
Algunas teorías de la conspiración fueron más allá y dijeron que el descubrimiento ayudaría a explicar “el verdadero interés de decenas de hombres poderosos en la Amazonía” e incluso la desaparición del periodista inglés Dom Phillips y el indigenista brasileño Bruno Pereira.
Sin embargo, “todo esto es una ilusión”, opina el arqueólogo Eduardo Goés Neves, profesor del Centro de Estudios Amerindios de la Universidad de Sao Paulo (USP) y coordinador del Laboratorio de Arqueología de los Trópicos del Museo de Arqueología y Etnología de la misma institución.
Desde hace más de 30 años, el especialista forma parte de una red de investigadores que trabajan para develar el pasado de la Amazonía y de los pueblos que la habitaron (y aún la habitan).
“Durante más de 20 años, los arqueólogos que trabajan en la región especularon con que había ciudades en la Amazonía, pero se consideraba una locura”, dice.
“Con el tiempo, esa perspectiva cambió y la comunidad académica comenzó a aceptar que hay evidencias de grandes sitios, caminos y vertederos construidos hace mucho tiempo”, continúa el experto, aunque refuerza que estos hallazgos no tienen nada que ver con civilizaciones antiguas o tesoros escondidos.
El arqueólogo nos explica por qué los principales argumentos utilizados para hablar de la “ciudad perdida en el Amazonas” no tienen sentido, según el arqueólogo, y qué revela la evidencia científica sobre la ocupación humana en la selva tropical más grande del mundo.
Una historia que no cierra
El primer detalle que llama la atención en los posts sobre Ratanabá son las fechas utilizadas. En algunos textos, está escrito que la civilización habría existido allí hace 350, 450 o incluso 600 millones de años.
“Esto no tiene ningún sentido desde el punto de vista de la historia geológica y biológica de nuestro planeta”, responde Neves.
“Para que tengan una idea, hace 350 millones de años ni siquiera existían los dinosaurios. Nuestros antepasados más antiguos vivieron hace unos 6 millones de años. Pero nuestra propia especie, el Homo sapiens sapiens, apareció hace 350.000 años en África”, estima.
¿Una civilización hace 350 millones de años? No existe la menor posibilidad de eso”, señala el arqueólogo.
La segunda información errónea sobre Ratanabá tiene que ver con el supuesto tamaño de la ciudad. Algunas publicaciones dicen que sería más grande que el Gran Sao Paulo, que actualmente alberga a cerca de 22 millones de habitantes.
“Todavía no tenemos una estimación exacta de cuántas personas vivían en estas ciudades amazónicas, pero ciertamente no eran del tamaño de Sao Paulo”, dice Neves.
“En el siglo XVI, las ciudades más pobladas del mundo eran probablemente Estambul, en Turquía, y Tenochtitlán, en México. Y tenían 50.000 o como mucho 200.000 habitantes”, calcula el profesor de la USP.
Neves estima que, antes de la llegada de los europeos al continente americano, había unos 10 millones de indígenas en toda la Amazonía. “Y ese número bajó mucho a partir del siglo XVII por las guerras y las epidemias”, señala.
El tercer argumento que da fuerza a los rumores sobre Ratanabá tiene que ver con túneles encontrados en la Amazonía o con imágenes aéreas, que muestran líneas rectas y cuadrados perfectos, visibles entre las copas de los árboles.
Según las publicaciones en las redes sociales, los túneles servirían como un pasadizo secreto y conectarían diferentes partes de América del Sur y las líneas rectas serían fruto del trabajo humano.
Neves explica que realmente hay túneles en el Amazonas. “Las imágenes difundidas probablemente provengan de la región de Forte Príncipe da Beira, en Rondonia, que fue un puesto colonial portugués”.
“Estas construcciones están relacionadas con las disputas fronterizas entre España y Portugal en las inmediaciones del río Guaporé a lo largo del siglo XVIII”, añade.
De las pocas imágenes disponibles sobre las líneas rectas, Neves cree que son de una región cercana a la frontera entre los estados de Mato Grosso, Pará y Amazonas.
“Estas formaciones se conocen desde hace mucho tiempo y realmente parecen líneas perpendiculares, lo cual es algo inusual”, dice.
“Las principales sospechas son que se trata de una formación natural de piedra caliza o algún tipo de roca que sigue este patrón”, afirma el arqueólogo.
“Es poco probable que fuera de autoría humana. Pero, si realmente fue hecho por gente del lugar, estas construcciones no deben tener más de 2.500 años”, añade.
Neves, que no tiene ningún perfil en redes sociales, confiesa que nunca había oído hablar de Ratanabá hasta la segunda semana de junio de 2022.
“Cuando me empezaron a preguntar investigué y consulté a otros colegas que estudian arqueología amazónica, pero nadie conocía esta historia”, asegura.
Aunque existen perfiles en las redes sociales e incluso libros publicados sobre esta “civilización perdida”, el tema ganó interés popular y se ha convertido en algo muy discutido en los últimos días.
Para Neves, el fenómeno “parece ser una mezcla de ingenuidad de la gente, que quiere creer en este tipo de cosas, con intereses económicos para explorar la Amazonía”, mientras recuerda otras leyendas similares, como la de la ciudad de El Dorado, un blanco de exploradores a lo largo de los siglos por supuestamente estar hecha de oro.
“Y tampoco podemos ignorar el racismo en este contexto. Cuando se dice que hubo civilizaciones ‘avanzadas’ hace 300 millones de años, se le está quitando a los ancestros de los pueblos indígenas de hoy, la autoría de todas esas construcciones”, agrega.
El especialista hace referencia a la hipótesis de los antiguos astronautas de Erich von Däniken. “Ahí suena más fácil explicar que las pirámides de Egipto fueron construidas por seres extraterrestres que dar crédito a los pueblos africanos”, compara.
“Y todo esto denota un profundo racismo con todas las poblaciones no europeas, como indígenas y africanos, como si no fueran capaces”, analiza.
Finalmente, el arqueólogo opina que este tipo de rumores “actúan como una cortina de humo en un momento en que tenemos dos personas desaparecidas y desvían la atención del problema real de la violencia en la Amazonía”, agrega.
Neves explica que la arqueología amazónica enfrentó graves reveses en las últimas décadas.
“En general, la Amazonía tiene pocas rocas. Entonces, la principal materia prima utilizada en la construcción en el pasado era la tierra y la madera”, contextualiza.
“Para comprender estos períodos, necesitamos un equipo multidisciplinar, capaz de trabajar con objetos que quedaron atrás y resistieron el paso del tiempo, como cerámicas, restos orgánicos, muestras de suelo, pedazos de comida, semillas y huesos”, ejemplifica.
Para ilustrar esta dificultad, Neves cita como ejemplo un artículo publicado hace unas semanas en la revista científica Nature que reveló detalles de dos grandes sitios arqueológicos de 147 y 315 hectáreas (un área equivalente a 205 y 441 canchas de fútbol, respectivamente), incluida la existencia de pirámides en la Amazonía boliviana.
“Estas estructuras de tierra se conocen desde hace 60 años, pero era muy difícil definir si eran naturales o fueron construidas por el hombre”, dice el arqueólogo.
“Solo fue posible obtener esta respuesta ahora, porque tenemos una tecnología llamada “Lidar” capaz de hacer este tipo de análisis”, señala.
¿Qué saben entonces los científicos sobre la historia de las personas que habitaron esta región?
“Sabemos que la Amazonía estuvo densamente ocupada en el pasado y que las personas que la habitaron dejaron marcas muy visibles de la forma de vida que tenían, con zanjas geométricas y caminos lineales”, resume Neves.
“Y tenemos datos que nos muestran con mucha confianza una relación directa entre los individuos que hicieron estas construcciones en el pasado y los pueblos indígenas de hoy”.
“No se trata, por tanto, de una civilización perdida, que desapareció hace millones de años”, asegura el investigador.
Según el Panel Científico por la Amazonía, publicación coordinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que tiene un capítulo sobre las personas que vivieron en la región antes de la llegada de los europeos, hay evidencia de que este bosque tropical fue ocupado por pueblos indígenas durante 12.000 años.
“Durante esta larga historia, las sociedades indígenas desarrollaron tecnologías altamente adaptadas a las condiciones locales y optimizadas para la expansión del sistema de producción de alimentos”, escribe el grupo de expertos encabezado por Neves.
“La arqueología amazónica muestra cuán profunda es la historia indígena de la región, caracterizada por la diversidad cultural y agrobiológica. Es uno de los pocos centros independientes de domesticación de plantas en el planeta y uno de los primeros centros de producción de cerámica en el Nuevo Mundo”, continúa el texto.
“Todas estas tecnologías pueden inspirar nuevas formas de urbanismo, gestión de residuos y sistemas integrados de uso del suelo”, concluyen los autores.
Para Neves, este conjunto de evidencias permite ver la Amazonía como un “patrimonio biocultural”, con una interacción entre la acción humana y la naturaleza durante milenios.
“Por eso, para proteger la Amazonía, necesitamos fortalecer a las poblaciones locales, como los pueblos indígenas, los ribeirinhos, los quilombolas y los caboclos, porque tienen un papel muy importante en la construcción y mantenimiento de este patrimonio biocultural”, concluye el arqueólogo.