156 millones de alumnos latinoamericanos no pueden acudir a la escuela debido a la pandemia. ¿Podría impulsar la actual crisis la modernización de la educación con un mayor uso de tecnologías digitales?
Ramón tiene 9 años, vive en la provincia de Buenos Aires y comenzó cuarto de primaria el pasado mes de marzo. Apenas una semana y media después del comienzo del curso, se suspendieron las clases por la acelerada expansión del nuevo coronavirus. Desde entonces, recibe tareas escolares para hacer en casa. Ramón es uno de los más de 156 millones estudiantes latinoamericanos afectados por la suspensión de las clases, según cifras de la Oficina Regional de la UNESCO para América Latina. La cifra “incluye a los estudiantes universitarios y de educación técnica, educación profesional, o sea, todos los niveles formales de educación”, según Mary Guinn Delaney, asesora regional en Educación para la Salud y el Bienestar de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de ese organismo.
Sonia, la mamá de Ramón, se encuentra a veces desbordada por las tareas que su hijo recibe a través de una aplicación llamada SM Educamos. “Nos mandan tareas de inglés, de castellano, videos… Si no entendemos algo, podemos interactuar con la escuela por medio de un chat. Y además tenemos un grupo de mamás para apoyarnos”, dice Sonia a Deutsche Welle (DW). Pero ¿puede sustituir esa relación virtual a la formación presencial en la escuela? “En este momento es fundamental, aunque no logre reemplazar plenamente a la presencial. Además no todos los docentes están preparados para operar en ese marco y los sistemas educativos no han estado practicando el uso regular de estos esquemas. Hacerlo en medio de una emergencia es complicado”, admite a DW Ariel Fiszbein, director del programa de Educación del think tank Diálogo Interamericano.
Educación digital como solución de emergencia
Gabriel y Joaquín tienen 9 y 4 años y viven en Santiago de Chile. El curso escolar comenzó el 4 de marzo, pero las clases fueron suspendidas apenas 12 días después. Reciben tareas de sus maestras y, desde hace unos días, el colegio experimenta con la plataforma Zoom de videoconferencias. “De ese modo, tanto mi hijo mayor como mi hijo menor, y nosotros como padres, hemos podido conversar brevemente con las maestras y ellos han hecho actividades en grupos pequeños”, relata Patricio, su papá. Son soluciones que se aplican en el mundo laboral a distancia y cuya implementación en la educación se ha precipitado debido a la crisis del coronavirus.
Milagros tiene 17 años, vive en Montevideo y cursa el último año de secundaria. En general está contenta con el uso de Zoom que ofrece su escuela, pero cree que el rendimiento “bajó en un 80 por ciento” respecto a la clase normal con el profesor cara a cara. “A veces no quedan conceptos claros y no podemos participar todos, siendo una clase grande, y no se puede generar un ambiente de discusión. Además en casa estás más relajado, con el celular al lado, y no separas tu casa del lugar de trabajo”, dice.
Una crisis que ahondará las desigualdades sociales
El problema más grave es que no todos los niños tienen el mismo acceso a internet y a las computadoras. Para el experto Ariel Fiszbein, lo más preocupante es que la crisis dejará efectos muy desiguales: “Los alumnos de hogares con menores recursos y que además tienen padres con menor nivel educativo están en peores condiciones, son los que más van a sufrir”, dice Fiszbein.
Por otro lado, el experto en educación de Diálogo Interamericano considera que “la mayor parte de los ministerios de educación en la región están haciendo un esfuerzo importante para lograr mantener los procesos de aprendizaje en los hogares”. Además, el experto alaba “el fuerte compromiso de los docentes”, palpable en las redes sociales, pero “los sistemas escolares no están bien preparados para una situación como esta y, si los cierres de escuelas se extienden en el tiempo, los efectos pueden ser significativos, con fuertes diferencias entre hogares acomodados y vulnerables”.
Lo digital se queda
Alegría es profesora de Literatura en una escuela privada de Quito a la que acuden alumnos con muchos recursos. Da clase a chicos de 16 años y reconoce que su centro es pionero en cuanto a herramientas digitales. “Trabajamos con una plataforma internacional que se llama Schoology. Es una vía de comunicación que ya utilizábamos antes de la pandemia. Durante el paro nacional del pasado octubre nos tocó improvisar, porque no hubo clases durante una semana. Todos los días mandamos actividades a través de Schoology”. La plataforma permite interactuar con los estudiantes, que incluso tienen a diario dos horas de clase virtuales. “El alumno no solo necesita información sino cercanía emocional con el profesor. Las herramientas lo permiten actualmente y eso hace un cambio inmenso”, dice Alegría, que cree que las aplicaciones digitales en la educación han llegado para quedarse.
Así lo considera también Fieszbein, quien asegura que la actual situación puede impulsar un verdadero debate para que haya esfuerzos hacia una modernización de la educación, con un mayor uso de tecnologías. El experto concluye que “la crisis nos está mostrando que las tecnologías educativas no son un lujo, sino una necesidad”.