Tenemos claro que el dulce es lo más parecido al veneno. Somos conscientes de que ese aroma provocativo que sale de la panadería de la esquina es a lo que huele el pecado.
Sabemos que la peor parte del combo que nos comimos al almuerzo son las papas a la francesa, tan grasosas como exquisitas.
En tiempos en los que la que la cultura fit nos envuelve, nos señala y lleva a que nos azotemos cada vez que caemos en la tentación de morder un brownie, hemos adquirido los conocimientos básicos para evitar subir de peso.
Pero tener cierta idea sobre nutrición o acerca de esos alimentos que están cargados de calorías ya no es suficiente. En los últimos años, la ciencia nos ha dado nuevas pistas para evitar que el número de la balanza crezca sin pensar en la comida o para entender por qué algunos siempre están a dieta y otros se pueden dar el lujo de satisfacer cualquier antojo. Aquí reunimos algunos de esos hallazgos científicos, para acompañarlo y apoyarlo en medio de esta sociedad de gimnasios, ensaladas y ayuno después de las 6:00 de la tarde.
No se alarme, no es un consejo que deba aplicarse todos los días, pero sí es recomendable una o dos veces a la semana, de acuerdo con un estudio de las universidades de Minnesota y de Columbia publicado en Journal of Pediatrics. Los investigadores han comprobado que las comidas en familia no solo generan conexiones emocionales sino que son más saludables, ya que incluyen frutas, vegetales, calcio y granos. Según los hallazgos, después de diez años de seguimiento a un grupo de adolescentes, el 60% de aquellos que nunca comían en familia tenían sobrepeso y el 20% obesidad.
Dicen que las melodías de Mozart tranquilizan a los niños, pero también ocurre con los adultos. Al oírlas, del cuerpo huye del afán y en la mente se hospeda una especie de paz. Por esta razón, un estudio británico, de las universidades de Leicester y Surrey Roehampton, confirmó que se consumen más alimentos y café en los locales cuando hay música clásica que suena de fondo. Las personas, en ese estado de bienestar que elimina cualquier sentido de urgencia, deciden quedarse un rato más, complementar el sánduche con un postre o quizás con un capuchino.
No se recomienda el trabajo nocturno porque implique tener más horas para comer, sino porque altera el ritmo cicardiano. El ser humano está programado para dormir cuando no hay luz y para comer de día. “El trabajo durante la noche interrumpe el sueño, rompe el ciclo fisiológico y esto hace que disminuya el gasto energético diario total”, asegura un estudio realizado por el Instituto Médico Howard Hughes de Texas.
Ver el noticiero y el reality que le sigue todas las noches puede aumentar en un 23% el riesgo de obesidad, de acuerdo con el Nurses’ Health Studycitado en la página de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard. Así mismo, la posibilidad de desarrollar diabetes aumenta un 14%.
Esto se debe a muchos factores, entre ellos están: los comerciales de alimentos que hace que nos levantemos por un paquete de papas en lugar de una manzana; las frecuentes invitaciones a pedir pizza o pollo frito, y el tentador sedentarismo. Por otra parte, según Ahmad Agil, investigador de la Universidad de Granada, la exposición a la luz artificial de la televisión durante la noche reduce los niveles de melatonina, una hormona que regula el ciclo cicardiano y protege alteraciones metabólicas que pueden provocar obesidad y diabetes.
Según la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, en un artículo publicado en American Journal of Preventive Medicine, tener un hermano obeso duplica el riesgo de serlo.
Y tener amigos gorditos tampoco ayuda, de acuerdo con una investigación de la Universidad de Loyola en Chicago. Por esta razón es frecuente ver que los dos miembros de una pareja son obsesos, es muy probable que compartan los mismos malos hábitos.
Vale la pena agregar, no obstante, que la delgadez también se contagia: si tienes amigos flacos, tienes un 40% de posibilidades de reducir de peso.