Ciudad Guatemala
El embarazo sin lugar a dudas es cosa de dos. Es por ello que sin temor a confundirme digo que un padre de familia ya sea primerizo o no.
Lamentablemente en la mayoría de casos hemos sido mal educados en cuanto este tema y no solamente interfieren temas de responsabilidad paternal sino inclusive algunas malas interpretaciones y prácticas sobre la masculinidad y sus actividades.
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En este sentido vale la pena recordar que muchas partes del proceso de preparación para recibir a un bebé en casa son no solamente “cosas de mujeres” son más bien cosas de papá y mamá.
Aunque estas impliquen en su mayoría cambios y acondicionamientos al cuerpo de la madre embarazada, los hombres aportan mucho más que apoyo moral a la hora de estar implicados en cada una de las necesidades y emociones que se viven en esta milagrosa etapa del embarazo.
Al final del día, no son cosas del otro mundo, para ejemplificar podemos pensar en programar juntos las citas al ginecólogo, la matrona o las ecografías, en un horario al que puedan acudir ambos.
Compartir los cambios en el estilo de vida necesarios para el cuidado del embarazo tales como la dieta, dejar de fumar, por lo menos cuando estén juntos. Ir juntos a caminar o a realizar ejercicio.
Acudir juntos a las clases de educación maternal/paternal. En ellas se toman los sentimientos e inquietudes de los padres igual de en serio que las de las madres. Informarse de los cambios psicológicos que se producen en cada uno de los padres y compartirlos para comprender mejor a la pareja.
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Preparar juntos la habitación y la casa para la llegada del bebé. Comunicarse los dos con e bebé durante el embarazo: acariciando la pancita, sintiendo sus movimientos y hablándole. Intentar vivir el parto lo más cerca posible el uno del otro es algo que enriquecerá muchísimo la experiencia y dará estadísticamente mucho mejores resultados.
Por último, el instinto no solamente es inherente a la madre, es probable que culturalmente como hombres nos neguemos este instinto, lo cual es de lo más lamentable y contraproducente ya que en ese caso no sería la mayor pérdida el dejar de hacer algo por mamá o por el nuevo bebé, sino más bien, dejar de hacer algo tan valioso como la ejercer, vivir y disfrutar la paternidad sin ningún tipo de restricción.
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