El hipo es un sonido inspiratorio consecuencia de la contracción brusca, involuntaria e intermitente del diafragma y músculos inspiratorios. Es un problema común, pero molesto.
El diafragma es un músculo que separa el tórax del estómago. Cuando se contrae ese músculo empuja a los pulmones y es donde se produce el hipo.
El hipo, que suele comenzar sin razón aparente y generalmente desaparece en pocos minutos, puede afectar a personas de todas las edades; de hecho, hasta los fetos pueden tener hipo, y es muy común en los bebés hasta los seis meses de edad, lo que suele preocupar a los padres primerizos.
El diafragma desciende cuando inhalamos para que los pulmones se llenen de aire, y sube cuando exhalamos para facilitar la salida de aire de los pulmones. Cuando este mecanismo se altera y el diafragma sube o baja antes de lo normal, la respiración se hace diferente, provocando el hipo.
El hipo suele ser un trastorno pasajero y benigno, que apenas dura unos minutos y se resuelve espontáneamente, pero en casos excepcionales puede durar días, semanas, o meses, convirtiéndose entonces en hipo persistente, que necesita atención médica porque puede tener su origen en alteraciones gástricas, torácicas, metabólicas o neurológicas, e incluso ser un síntoma de enfermedades como úlcera de estómago, esofagitis o pancreatitis, entre otras.
No existen medidas específicas ni demostradas científicamente para frenar el hipo, y lo que para algunas personas resulta efectivo, a otros no les ayuda en absoluto, pero algunas sugerencias que podrías probar son:
En el caso de los bebés, los expertos explican que no hay remedios para detener el hipo y hay que esperar pacientemente a que se les pase de forma espontánea. Se considera inofensivo para los pequeños, pero si el niño tiene ataques de hipo frecuentes o muy prolongados (media hora o más) es conveniente consultar con el pediatra para descartar que se trate de algún problema de tipo digestivo, respiratorio o neurológico.