Cuando la pandemia comenzó, las personas nos distribuimos a lo largo de un eje emocional que iba desde el extremo de las emociones negativas como el miedo hasta la subestimación de la probabilidad de contraer el virus. A esto último, los expertos lo llaman el sesgo optimista.
Esta es la historia de una madre que luchó durante 18 meses para volver a ver a su hija, a quien su expareja se la había llevado a otro país.
En el pasado, las emociones se asociaban con más frecuencia a determinados momentos o lugares.
Hubo un tiempo en el que ser infiel se relacionaba con una mancha de lápiz labial en el cuello, olor a perfume en la solapa de la camisa o un recibo incriminatorio en el bolsillo del pantalón.
La ciencia ha demostrado que muchas de las emociones que pensamos que son exclusivamente humanas, no solo son.