Numerosas alarmas se encendieron esta semana cuando el petróleo superó por primera vez en casi ocho años el precio de US$80 por barril.
La cotización del West Texas lntermediate (WTI), el crudo de referencia en Estados Unidos, cerró el lunes a US$80,52, confirmando una tendencia al alza que viene registrándose desde hace meses.
Desde el inicio de la pandemia de covid-19 el tema del precio del petróleo parecía haber dejado de ser de interés público, gracias a los bajos precios registrados durante todo 2020 y parte de 2021.
Hace apenas un año, el WTI costaba apenas US$40 -un precio un 20% más bajo que antes de la irrupción del coronavirus- por lo que llenar el tanque de combustible no era un asunto de preocupación. Ahora, millones de automovilistas notan la diferencia en su bolsillo.
Pero ¿qué hay detrás de este aumento sostenido del precio del petróleo?
La respuesta a esta pregunta, según los expertos, incluye no solamente factores tradicionales -como la actuación de los países de la OPEP, o coyunturales -como la pandemia del covid-19- sino también toda una nueva estrategia de las empresas productoras de petróleo de esquisto (shale oil) en Estados Unidos.
Demanda reactivada, oferta controlada
“Creo que hay una enorme correlación entre la situación de la pandemia y el aumento de los precios del petróleo”, dice Mark Finley, investigador especializado en energía y petróleo del Centro de Estudios de Energía del Instituto Baker de la Universidad de Rice, a BBC Mundo.
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Esta semana, el crudo estadounidense West Texas Intermediate alcanzó su mayor cotización desde 2014.
El experto explica que así como en 2020 hubo una gran vinculación entre el embate global de la covid-19 con el colapso de los precios del crudo, este año la recuperación de ese colapso ha influido tanto en la demanda como en la oferta de petróleo.
“Ese es el principal factor. Por el lado de la demanda, estamos viendo una reactivación de la economía y de la movilidad tras el impacto de la covid-19, por lo que luego de haber vivido el año pasado la mayor caída registrada en la demanda de petróleo, este año probablemente registraremos el mayor incremento que hayamos visto”, señala.
“Por el lado de la oferta, hay una combinación de los recortes deliberados de producción acordados por la OPEP y otros productores no OPEP, como Rusia; y de una caída de la producción en Estados Unidos y en otros lugares debido a los bajos precios que registró el barril el año pasado”, agrega.
La OPEP, Rusia y otros productores mantienen un acuerdo para ir incrementando la oferta de forma progresiva -agregando cada mes unos US$400.000 barriles diarios adicionales-, con miras a eliminar completamente a finales de 2020 los recortes de producción que aplicaron para hacer frente a la caída de la demanda por la pandemia.
Estos aumentos, sin embargo, no son automáticos pues cada mes se reúnen para valorar el mercado y decidir su aplicación.
La inusual estrategia de los productores estadounidenses
Un elemento novedoso que ha contribuido al aumento del precio del crudo es la contención que han mostrado los productores de petróleo en Estados Unidos.
Se trata de una estrategia inusual para unas empresas que solían lanzarse a aumentar la producción cada vez que los precios del crudo eran favorables.
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Los productores de petróleo en Estados Unidos mantienen limtada la extracción de crudo.
“Una de las historias sorprendentes de este año en el mercado petrolero ha sido que los productores en Estados Unidos han sido muy disciplinados y no han respondido al aumento de precios con un incremento drástico de la extracción de crudo”, señala Finley.
“Ha habido un aumento, pero no está ni remotamente cerca de donde se ubicaba antes de la pandemia cuando, por cierto, los precios eran menores que los que hay ahora. Eso ha sido un gran cambio”, agrega.
De acuerdo con datos de la empresa de servicios petroleros Baker Hughes, la semana pasada había en Estados Unidos unos 533 taladros operativos, lo que representa un incremento de 233 en relación con hace un año, pero mucho menos de los 1.580 que estaban activos la última vez que el crudo alcanzó estos precios en octubre de 2014.
Estados Unidos tiene una gran capacidad de aumentar su producción con rapidez por medio de la explotación del petróleo de esquisto, cuyos pozos pueden estar operativos en un plazo breve y que no requiere de grandes inversiones a largo plazo.
En la actualidad, en torno a 65% de la producción de Estados Unidos es petróleo de esquisto, de acuerdo con cifras de la Administración de Energía de ese país.
Aunque usualmente cada vez que los precios del petróleo han aumentado de forma sustancial los productores de shalehan incrementado la extracción, esta vez no ha sido así. ¿Por qué?
“Se debe fundamentalmente a los inversores”, dice Mark Finley.
“Durante 10 años estas compañías han crecido rápidamente, pero sin entregar mucho dinero a sus inversores, quienes ahora se han vuelto más cautos y han exigido que en lugar de reinvertir las ganancias en abrir más pozos e incrementar la producción, las empresas usen los recursos de manera más astuta y así puedan devolverles ganancias”, explica.
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Muchas empresas petroleras estadounidenses sufrieron grandes pérdidas con el desplome de los precios del crudo en 2020.
El frenazo económico que causó la pandemia de coronavirus afectó duramente a muchas empresas petroleras en Estados Unidos, donde el crudo WTI llegó a cotizarse brevemente en términos negativos. Es decir, que las empresas dueñas del petróleo tenían que pagar a otras para que se hicieran cargo de este y así no tener que almacenarlo.
“Eso no había ocurrido nunca antes y es, en parte, responsable de la precaución [en el mercado]. Creo que esto sí tuvo un impacto. Puede ser una de las razones por las cuales los inversionistas han cambiado su actitud de una forma tan dramática acerca de cómo quieren que operen estas empresas petroleras”, apunta Finley.
“La ironía es que con esta estrategia, la industria del petróleo de esquisto en Estados Unidos probablemente obtenga este año los mejores resultados financieros de su historia”, agrega.
Así, la contención en la producción no solamente está beneficiando a los países de la OPEP y sus aliados, sino también a las empresas estadounidenses.
Presiones inflacionarias
La rápida recuperación de la demanda tras el parón en la actividad causado por la pandemia ha derivado en una situación económica compleja.
Los problemas en la cadena de suministros y el aumento de los precios de las materias primas están derivando en una relativa escasez de cierto tipo de productos que está alimentando presiones inflacionarias, a lo que ahora se suma el incremento del precio del crudo.
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El aumento del precio del petróleo coincide con los problemas en las cadenas de suministro globales.
“El aumento en el precio del petróleo contribuye a una subida en la inflación es porque el petróleo es una materia prima para muchos productos, principalmente la gasolina y el diésel, que es un combustible para transporte, pero que también se usa en muchos casos combustible para generación de electricidad”, señala José Valera, abogado y experto petrolero del bufete Mayor Brown de Houston (Texas).
“Además, el petróleo también es un insumo para la industria petroquímica, donde se usa en la fabricación de plásticos y otros productos que finalmente se venden al consumidor”, agrega.
En Estados Unidos, los conductores ya sienten el impacto del incremento del precio de la gasolina, pues están pagando en torno a 40% más por galón que hace un año.
Valera explica que al subir el precio del petróleo, aumenta el costo para producir gasolina y diésel, lo que se traduce en mayores costos para los productores y transportistas que eventualmente serán trasladados al consumidor en forma de mayores precios.
“Los productores y transportistas necesitan recuperar esos mayores costos para seguir manteniendo sus márgenes de ganancia y así poder sustentar la permanencia de su propio negocio. Así que esa es la manera en la cual un incremento en los precios del petróleo se traduce en inflación”, apunta.
Valera ve perspectivas de que el valor del barril de crudo siga subiendo o, al menos, no baje de forma sustancial de sus niveles actuales.
“La recuperación de la economía luego del impacto de la pandemia del covid se están manifestando con un crecimiento bastante sostenido en la mayoría de los países del mundo, que como estamos viendo ahora se traduce en aumento del consumo de energía y combustibles, lo que significa una mayor demanda de petróleo. Pero la producción no necesariamente se va a incrementar al mismo ritmo”, advierte.
El reto del cambio climático
Valera indica que, además de la estrategia de la OPEP y de otros países para mantener limitada la producción de crudo, hay otro factor que está limitando la producción: el hecho de que muchas empresas petroleras están invirtiendo menos en petróleo, con miras a hacerlo en la producción de energías o combustibles renovables como parte de la lucha global contra el calentamiento global y el cambio climático.
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Cada vez más empresas están reorientando sus inversiones hacia la energía no fósil.
Mark Finley, por su parte, afirma esta es una tendencia mundial, pero que afecta más a las compañías europeas que se están viendo forzadas por sus sociedades a hacer esta transición más rápidamente.
“Creo que empresas como Shell, Total o BP intentan destinar más recursos hacia nuevas formas de energía. Algunas compañías estadounidenses como Chevron y ExxonMobil también han dicho que están buscando la forma de reducir las emisiones de dióxido de carbono de sus operaciones”, señala.
Finley destaca que el aumento del precio del crudo se produce en un contexto de un incremento también del costo del carbón y de la electricidad en muchos lugares.
“Parte de lo que ocurre es que ha habido un ajuste del panorama energético tradicional y es importante recordar que, aunque todos queremos transitar hacia un futuro bajo en [consumo de] energías fósiles, estás aún atienden el 85% de la demanda energética mundial”, dice.
“El desafío clave para nosotros como sociedad, para los políticas y para las compañías es ¿cómo sigues proveyendo energía confiable y económica para mantener la economía funcionando hoy, mientras al mismo tiempo inviertes y planificas la transición hacia un futuro bajo en combustibles fósiles?”, pregunta.
“Hay algo que sí quedó claro de la experiencia de la covid-19. El año pasado vimos la mayor caída en las emisiones de CO2 de la historia, pero nadie quiere repetir esa experiencia porque fue impulsada por la mayor caída de la economía mundial desde la II Guerra Mundial. Esa no es la forma de reducir el CO2”, concluye.