Aunque es un país pequeño de apenas 390.000 personas, Bahamas se ha convertido en un gran laboratorio al crear el dólar de arena ("sand dollar", en inglés), la primera moneda digital del mundo emitida por un banco central.
Así como China está experimentando en varias ciudades con el yuan digital, el gobierno de Bahamas también se ha lanzado a la aventura de masificar el uso de su dólar bahameño, pero en versión digital.
La idea es que los habitantes del país tengan una especie de billetera digital para hacer transacciones desde su teléfono, sin estar obligados a tener una cuenta bancaria, ni pagar comisiones o costos de transacción.
Esa billetera virtual queda “guardada” en el banco central del país y no en los bancos comerciales.
Tradicionalmente el banco central de un país es la institución que imprime los billetes que se ponen en circulación. En este caso, el organismo en vez de imprimir en papel, crea dólares digitales que circulan virtualmente.
La experiencia es inédita a nivel global porque hasta ahora solo las instituciones financieras han tenido una relación directa con el ente emisor y no los consumidores.
A diferencia de las criptomonedas como el bitcoin, los dólares de arena están controlados por la autoridad monetaria y sometidos a todas las regulaciones que existen en el país.
El archipiélago de más de 700 islas decidió dar el salto hacia una divisa digital, explica el gobierno, al tener una población poco bancarizada, pero además, porque es una nación duramente golpeada por desastres naturales como los huracanes.
Entonces, cuando se cortan los caminos y algunas zonas quedan aisladas, puede ser más fácil para las personas enviar y recibir dinero de un celular a otro en cuestión de segundos.
Lo único que necesitan es tener conexión a internet. Aunque también se está estudiando la posibilidad de hacer transacciones sin acceso a internet, utilizando por ejemplo, bluetooth.
Como a los bancos no les resulta viable tener sucursales y cajeros automáticos en islas remotas, poco habitadas y expuestas a eventos climáticos extremos, en muchas ocasiones las transacciones en billetes son un verdadero problema.
Otro empujón a la iniciativa del gobierno de Bahamas vino dado por la pandemia de covid-19, al aumentar la necesidad de las personas de realizar transacciones digitales.
Utilizando tecnología de bloques (blockchain) para asegurar las transacciones, un dólar de arena tiene el mismo valor que un dólar bahameño.
Fue diseñado para que opere a la par de la divisa tradicional del país y el objetivo del gobierno es que eventualmente se puedan pagar salarios, impuestos y comprar todo tipo de productos.
Pero las cosas no han sido fáciles.
Lanzado en octubre de 2020, el plan no ha avanzado tan rápido como sus impulsores pensaban.
Dawn Sands es la dueña del café NRG en Nassau, la capital de Bahamas. Su empresa fue una de las primeras en adherirse al experimento, pero casi 10 meses después de su lanzamiento, cuenta que los clientes siguen pagando con los dólares bahameños tradicionales (ya sea en papel o con tarjeta bancaria).
“El dólar de arena tiene potencial, pero se necesita una campaña de educación para que la gente lo utilice”, le dice Sands a BBC Mundo. “Casi nadie los usa en mi negocio”, apunta.
El plan de Bahamas puede dar pistas a otras economías sobre la forma en que pueden funcionar las divisas digitales respaldadas por instituciones oficiales.
“Todo el mundo está interesado en él, creo que es el primer paso”, le dice a BBC Mundo Philip Middleton, vicepresidente del centro de estudios sobre bancos centrales del Foro Oficial de Instituciones Monetarias y Financieras (Omfif, por su sigla en inglés), con sede en Londres.
“Estamos observando cómo hacen la transición, qué riesgos y qué temas de seguridad pueden aparecer en el camino”, apunta.
“Hay algunas personas que lo están usando y eso es alentador, pero va a tomar tiempo“.
Desde mediados del año pasado, cuenta Middleton, el interés por el análisis de divisas digitales “oficiales” se ha disparado. Tanto así, que al menos un tercio de los bancos centrales del mundo están estudiando el tema.
Pero en el caso de las grandes economías, “todavía estamos lejos de emitir ese tipo de divisas”.
Josh Lipsky, director del Centro de Geoeconomía del Atlantic Council, en Washington D.C., explica que unos 15 países están desarrollando programas piloto para crear sus propias divisas digitales, pero hasta ahora, Bahamas “es la única nación donde cualquiera que desee tener la divisa digital, puede hacerlo”.
“El proyecto ha sido hasta ahora muy exitoso”, comenta en diálogo con BBC Mundo, en un país donde es difícil manejar una economía basada en billetes en las islas más lejanas de una manera segura y rápida.
“Hemos visto que ha tenido un impacto positivo en negocios pequeños”, agrega, y argumenta que la tecnología que lo sustenta ha demostrado ser eficiente.
Sin embargo, advierte, Bahamas tiene una situación muy particular, lo cual no significa que las cosas que han funcionado allí, funcionarán también en otros países.
Investigadores y organismos internacionales están a la espera de ver cómo evoluciona la experiencia.
“El dólar de arena es todavía joven y su lanzamiento ha sido gradual, por eso es demasiado pronto para extraer lecciones definitivas”, argumenta Anke Weber, jefa de misión del Fondo Monetario Internacional, FMI, en Bahamas.
Lo que pretende, explica, es que los pagos sean más eficientes y seguros, además de aumentar la inclusión financiera. Entonces, a la hora de evaluar, sería necesario considerar esos aspectos, le dice Weber a BBC Mundo.
El dólar de arena forma parte de las llamadas “divisas digitales emitidas por un banco central” o CBDC (central bank digital currency).
Lo que hacen es representar en forma virtual la moneda tradicional de un país. Pero se diferencian del dinero electrónico usado para pagar con tarjetas bancarias, porque no requieren tener su equivalente en billetes de papel guardados en el banco.
En ese sentido, sustituyen a las tarjetas de crédito y débito.
China es la economía más avanzada en el desarrollo de su CBDC, el yuan digital, con la cual espera reducir su dependencia del sistema mundial de pagos en dólares.
En la medida que los países desarrollados analizan cuál es la mejor manera de adaptar sus sistemas financieros a los desarrollos tecnológicos, la experiencia de Bahamas será observada detenidamente por otros gobiernos para aprender lecciones sobre cómo pueden funcionar en la práctica proyectos parecidos.
Por eso, se dice que Bahamas se ha transformado en un gran laboratorio para el resto del mundo.