Cuando el antropólogo Bronsilaw Malinowski visitó las islas Trobriand, en Papúa Nueva Guinea, a comienzos del siglo XX, notó las elaboradas preparaciones que los pescadores hacían antes de zarpar.
Pintaban cuidadosamente sus canoas de negro, rojo y blanco, entonando hechizos mientras lo hacían. Golpeaban sus embarcaciones con palos de madera, teñían las proas de ocre rojizo y la tripulación se adornaba los brazos con conchas.
Malinowski registró la larga lista de ceremonias y rituales que los isleños llevaban a cabo antes de aventurarse en el mar abierto. Pero cuando esos pescadores navegaban en una calmada laguna cercana, no practicaban estos rituales.
Malinowski concluyó que los rituales “mágicos” realizados por los isleños eran una respuesta que los ayudaba a lidiar con el poder impredecible del océano Pacífico.
Antropólogos subsiguientes han notado que los pescadores en otras partes del mundo, como los que se dedican a la pesca profunda en el golfo frente a las costas de Texas, Estados Unidos , y pescadores de arenque en Anglia Oriental, Reino Unido, también tendían a la superstición y los rituales que los ayudaran a lidiar con la incertidumbre y los peligros de su profesión.
Pero la evidencia apunta a la existencia de los rituales mucho antes del siglo XX. Se cree que uno de los primeros ejemplos de la práctica de rituales humanos es el tallado de un pitón en una cueva en Botsuana, en el sur de África, que se remonta 70.000 años.
Se estima que miles de puntas de lanza de piedra fueron quemadas en un ritual en la cuerva, incluyendo algunas que habían sido elaboradamente talladas en una piedra roja traída de un sitio a cientos de kilómetros. Los arqueólogos que hicieron el descubrimiento creen que la destrucción de las puntas de lanzas eran parte de unos sacrificios ritualistas en homenaje al pitón.
Pero, ¿por qué los rituales se han usado durante tanto tiempo?
Tal como lo definen los psicólogos, un ritual es “una secuencia predefinida de acciones simbólicas que suelen ser caracterizadas por la formalidad y repetición sin un propósito instrumental directo”.
Las investigaciones han identificado tres elementos de un ritual. Primero, consiste de comportamientos que ocurren en una sucesión fija -uno después del otro- y que son tipificados por la formalidad y la repetición. Segundo, los comportamientos tienen un significado simbólico y, por último, estos comportamientos ritualizados generalmente no tienen un propósito práctico obvio.
Los rituales ocurren sorprendentemente muy frecuente en nuestro día a día. Se cree que formamos rituales basados en nuestros valores. Por ejemplo, las personas con valores cristianos bautizan a sus bebés como símbolo de un renacer espiritual.
Pero los rituales van más allá de ayudarnos a mantener nuestros valores. También pueden ayudar a que tengamos menos ansiedad.
Las prácticas ritualistas nos pueden ayudar a tener un grado de predictibilidad frente a un futuro incierto. Convencen a nuestros cerebros de la constancia y predictibilidad ya que el “ritual ofrece protección contra la incertidumbre y la ansiedad”, según los científicos.
Hay estudios que demuestran que el efecto reductor de ansiedad de los rituales puede ser aplicado a casi cualquier actividad de intensa presión.
En un experimento curioso, los investigadores instruyeron a los participantes a realizar una tarea que creara ansiedad -cantar la canción Don´t Stop Believing (del grupo de rock Journey) enfrente de extraños. Los participantes fueron divididos en dos grupos, con uno al que se le pidió que realizaron un ritual de antemano (que incluía echar sal sobre unos dibujos que habían hecho). Al segundo grupo se le dio instrucciones sobre su presentación y lo dejaron aguardar en silencio.
Se midieron el ritmo cardíaco de los participantes, las sensaciones de ansiedad y el desempeño de la canción para determinar los niveles de ansiedad.
“Los participantes que completaron el ritual cantaron mejor, tuvieron ritmos cardíacos significativamente más bajos y dijeron sentirse menos ansiosos que los participantes que no cumplieron con el ritual”, comentó Francesca Gino, directora de la unidad de negociación, organización y mercados de la Escuela de Administración de Empresas de Harvard y coautora del estudio.
En otro experimento que involucró a 75 mujeres hindúes en la isla de Mauricio, la ansiedad entre las participantes fue generada al pedirles que prepararan un discurso que sería evaluado por expertos. A todas las participantes se les colocó un monitor cardíaco y se les pidió que llenaran encuestas al comienzo y final del experimento. Unas participantes fueron enviadas a un templo local a realizar rituales antes de completar la segunda encuesta, mientras que al resto se les pidió que permanecieran sentadas y se relajaran.
Se reportaron niveles similares de ansiedad entre ambos grupos en la primera encuesta. Sin embargo, después de la segunda encuesta, los niveles de ansiedad reportados por las participantes que hicieron los rituales fueron más bajos. Los ritmos cardíacos también confirmaron que las participantes que efectuaron los actos ritualistas tenían ansiedad psicológica más baja.
Los psicólogos del deporte también proponen que los rituales anteriores a un desempeño pueden traer beneficios a los atletas, como una mejor ejecución y posible reducción de los niveles de ansiedad.
Rafael Nadal, ganador de 20 torneos Grand Slam de tenis individual, tiene casi el mismo número de rituales, que pone en práctica antes de cada partido. En su autobiografía de 2012, “Rafa: mi historia”, Nadal explica que sus rituales son “una manera de colocarme en un partido, de ordenar mi entorno en línea con el orden que busco en mi mente“.
A propósito, el tipo de ritual no parece tener relevancia en la reducción de la ansiedad. Gino agrega que “hasta los rituales simples pueden ser extremadamente efectivos”.
Paradójicamente, las investigaciones sugieren que los rituales que involucran dolor, lesión o trauma podría dotar de algún tipo de ventaja psicológica a quienes los realizan. Por ejemplo, los que caminan sobre el fuego reportaron niveles más altos de felicidad después de tomar parte en esa extrema experiencia ritualista.
También hay señales de que los rituales nos pueden ayudar a lidiar con algunos de los momentos más difíciles de nuestras vidas, como cuando estamos de duelo.
Los rituales del final de la vida pueden crear conexiones más fuertes entre los muertos y sus seres queridos. En un estudio de 2014, los investigadores descubrieron que la pena era menor entre los participantes que realizaban rituales personales, como lavar todas las semanas el auto de la persona fallecida.
Cuando sufrimos una pérdida, frecuentemente sentimos que perdemos el control, así que tal vez no sorprenda que los rituales se usan para crear una semblanza de orden para recuperar ese control.
Pero los beneficios de los rituales también van más allá del individuo, son evidentes entre grupos de personas también.
La conducta ritualista puede mejorar los lazos sociales cuando la practicamos colectivamente.
“El tener redes de contacto social está asociado con el bienestar, y se cree que los rituales -frecuentemente reuniones de grupo- son particularmente buenos en facilitar ese tipo de redes”, afirma Valerie van Mulukom, psicóloga de la Universidad de Conventry, Reino Unido y coautora de un estudio sobre el efecto de rituales seculares en los lazos sociales.
Los rituales de grupo indican que los miembros tienen mentalidades semejantes y comparten ciertos valores, lo que promueve un ambiente de confianza. Por ejemplo, los cánticos ritualistas han demostrado hacer sentir conectados a los fanáticos del fútbol.
Y para la cantautora Beyoncé, el rezar una oración en un círculo con todo su equipo es una “práctica espiritual” que conduce a una presentación perfecta.
“Después de participar en rituales de grupo, muchos individuos reportan tener mayor conexión con los otros, aun cuando en algunos casos sólo están observando el ritual”, dice Johannes Karl, estudiante de doctorado en la Universidad Victoria en Wellington, Nueva Zelanda, que ha estudiado cómo los rituales afectan los vínculos sociales y la salud.
Las investigaciones de van Mulukom en rituales religiosos de Brasil y Reino Unido concluyeron que el participar en rituales aumentaba el umbral del dolor y la capacidad de sentir emociones positivas, lo que estrechaba los lazos sociales del grupo.
Pero los lazos sociales no sólo están limitados a los rituales religiosos. “Encontramos que este efecto ocurre tanto en rituales religiosos como rituales seculares”, añade van Mulukom.
A pesar de sus muchos beneficios, hay algunos aspectos negativos de los rituales.
Para los grupos, la evidencia implica que los rituales pueden estimular los sesgos internos. Por ejemplo, un estudio que le dio a grupos de niños bolsas de cuerdas y abalorios encontró que aquellos que participaron en rituales colectivos pasaron más tiempo mostrando sus materiales a los miembros del grupo que participaron en rituales que a los niños que no pertenecían al grupo.
Más preocupante, prácticas ritualistas de grupo, como el llamado hazing, las ceremonias crueles de iniciación prevalentes entre algunos grupos estudiantiles en EE.UU. o entre el ejército, son extremadamente perjudiciales.
La práctica suele involucrar la degradación y humillación del iniciado y, en algunas raras ocasiones, ha resultado en muerte. Los estudios sobre la prevención de hazing encontraron que se requiere un compromiso de cambio cultural para combatir este tipo dañino de ritual de grupo.
En general, las investigaciones sugieren que ya sean informales, seculares, individuales o de grupo, los rituales tiene un efecto positivo en nuestro bienestar.
Dado que los rituales tienen cualidades para aliviar el estrés, Gino nos aconseja “adoptar rituales anteriores al desempeño de una actividad durante situaciones estresantes en nuestras vidas, tal vez antes de dar una presentación en el trabajo, de tomar un examen, o de sostener una conversación difícil”. Como los pescadores de las islas Trobriand, podrían armarte de valor para enfrentar el mar picado en tu camino.