En la oscuridad de la noche, cuando el HMS Al Diriyah se acercaba a la costa de Sudán, agentes sauditas encendieron reflectores para garantizar el paso seguro del buque de guerra a un puerto que se transformaba rápidamente en un importante centro humanitario y de evacuación en la crisis cada vez más profunda de Sudán.
Incluso a las 2 de la madrugada, otros dos barcos descomunales también estaban anclados en altamar frente a Puerto Sudán, el puertomás grande del país, esperando su turno para ayudar en la evacuación de los que huyen del conflicto.
“Me siento tan aliviado pero también tan triste de ser parte de esta historia”, dijo Hassan Faraz de Pakistán, visiblemente conmocionado.
Llegamos al muelle en un remolcador saudita al final de un viaje nocturno de 10 horas en el HMS Al Diriyah desde la ciudad portuaria saudita de Yeda. A un pequeño grupo de periodistas extranjeros se le dio un acceso poco común para ingresar al asediado Sudán, aunque solo fuera brevemente.
“La gente hablará sobre estos hechos durante muchos años”, reflexionó Faraz, mientras se formaba una larga cola en el muelle para verificar los pasaportes con la aduana saudita. Esta vez, fueron muchos trabajadores jóvenes del sur de Asia quienes dijeron que habían esperado aquí durante tres largos días, después de dos duras semanas en esta guerra infernal.
Otro hombre de Pakistán, que dijo haber trabajado en una fundición sudanesa, dijo haber “visto demasiados estallidos de bombas y disparos”. Luego se quedó en silencio, mirando al mar, tan traumatizado que no podía decir nada más.
Los combates que se desataron en las últimas semanas, en medio de altos al fuego parciales y muy imperfectos, son una batalla campal por el poder entre el ejército sudanés -dirigido por el general Abdel Fattah al Burhan- y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por su sigla en inglés) -encabezado por el general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti.
Se han reportado más de 500 muertes, pero se cree que el número real de víctimas es mucho mayor. Millones siguen atrapados en Jartum.
“A Puerto Sudán le ha ido relativamente mejor en esta guerra”, explicó mi colega británico-sudanés Mohanad Hashim. “La lucha estalló aquí el 15 de abril, el primer día, pero ahora esta ciudad portuaria está abrumada por personas que huyen de Jartum y otros lugares”, agregó.
Acabábamos de navegar más allá del elegante Club Naval convertido en un mar de tiendas de campaña para los desplazados. Muchas personas ahora duermen a la intemperie en las calles mientras esperan una salida. Los hoteles locales están llenos de personas con pasaportes de todo el mundo y de servicios consulares de emergencia establecidos apresuradamente por embajadas que han evacuado a la mayoría de su personal de la capital.
Muchos temen que no haya salida. Puerto Sudán está repleto de personas que tienen pasaportes menos afortunados, incluidos yemeníes, sirios y sudaneses.
Unos 3.000 yemeníes, en su mayoría estudiantes, han estado atrapados durante semanas en Puerto Sudán. “Los sauditas están rescatando a algunos yemeníes, pero están preocupados de tener que aceptar a un gran número de ellos”, admitió un asesor de seguridad que intenta ayudarlos a encontrar el camino de regreso a su propio país, devastado por la guerra.
A muchos pasajeros que llegan al reino saudita se les proporciona una estadía corta en un hotel. Pero ese país deja claro que espera que sus propios países paguen pronto la factura y se hagan cargo de los viajes posteriores.
Mohanad Hashim oteó el muelle en Puerto Sudán con la esperanza de ver a alguno de sus parientes sudaneses que pudiera estar tratando de salir. El día antes, en la base naval Rey Fáisal en Yeda, donde comenzamos nuestro viaje, de repente se encontró abrazando a un primo que había llegado a la ciudad saudita junto con dos de sus hijos adolescentes después de un viaje de 18 horas a través del Mar Rojo.
Para los sudaneses con pasaportes extranjeros que llegan a costas seguras, el momento es agridulce.
“Por favor, ayuden a nuestra familia que se quedó en Sudán”, suplicó Rasha, una mujer que cargaba una niña durmiendo en su hombro y llevaba a otros tres niños. “Por favor, díganle al mundo que proteja a Sudán”, imploró. Su familia vivía cerca de la ciudad deportiva en Jartum, donde comenzaron los disparos la mañana del 15 de abril.
Su hija Leen, de 8 años, que hablaba inglés con fluidez y acento estadounidense, contó con detalles cómo hombres armados irrumpieron en su casa. “Tuvimos que escondernos todos, los diez, en la habitación del fondo”, contó con osadía juvenil. “Mantuve la calma. No lloré porque no podíamos hacer ningún ruido”.
“Eran malos, muy malos”, dijo su hermano menor. Su padre explicó que habían sido fuerzas de las RSF. Sus hombres armados son culpados de gran parte de los saqueos y la violencia que se están produciendo.
Esta guerra entre los dos hombres más poderosos de Sudán está alimentada no solo por profundas animosidades personales y políticas, sino también por los intereses en conflicto y la influencia de las principales potencias regionales.
Los pesos pesados regionales, incluidos Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, han financiado durante mucho tiempo a Hemedti, que se hizo cada vez más rico al enviar fuerzas para luchar en los primeros años de su guerra destructiva contra los hutíes en Yemen.
Pero en los últimos años, Riad también se ha acercado a Burhan y, a su vez, tiene vínculos de larga data con el ejército de Sudán. La enredada geografía política en un país con gran riqueza mineral y potencial agrícola también incluye a Egipto, Israel y Rusia, incluido el grupo mercenario Wagner.
En esta crisis actual, donde Estados Unidos, Reino Unido y otros posibles mediadores también están interviniendo. Se dice que las potencias extranjeras están hablando con una sola voz para tratar de poner fin a esta peligrosa espiral y al enorme sufrimiento de los civiles.
Los diplomáticos expresan su gratitud por el esfuerzo de evacuación de Arabia Saudita. Hasta el momento, más de 5.000 personas de 100 nacionalidades han cruzado el Mar Rojo en buques de guerra sauditas o en embarcaciones privadas fletadas por el ejército saudí.
La operación individual más grande del sábado, que transportó a unos 2.000 pasajeros, incluso incluyó a iraníes. Los archirrivales gobiernos de Riad y Teherán se movieron recientemente hacia un acercamiento cauteloso, incluida la reapertura de sus embajadas y consulados.
“Es nuestra suerte. Esperamos que haya paz entre nuestros países”, comentó Nazli, una ingeniera civil de 32 años, mientras desembarcaba en Yeda con su esposo ingeniero, quien también ha trabajado durante años como ingeniero en Sudán.