Claudia Caramanna sólo lleva dos años en su cargo y su trabajo ya está atrayendo atención no deseada.
Hace un año, le enviaron a su casa una carta anónima con una cruz dibujada a mano. Luego, en marzo de este año, un grupo de matones irrumpió en su oficina por la noche y puso todo patas arriba.
Para su propia protección, Caramanna cuenta ahora con escolta policial.
Asumió su cargo de fiscal del tribunal de menores de Palermo en julio de 2021. Muchas de sus investigaciones se han centrado en los hijos de jefes de la mafia y narcotraficantes.
En algunos casos, ha pedido que los separen de sus familias y los coloquen en hogares de acogida. Estas intervenciones han convertido a Caramanna en el objetivo de los enfurecidos clanes de la mafia. Pero, según ella, separar a los niños de sus padres criminales es a veces la única manera de mantenerlos a salvo.
“No tomamos esta decisión a la ligera”, le dice Caramanna a la BBC en su oficina de Palermo. “Al contrario, es la última solución, cuando no hay otras”.
El trabajo de Caramanna en Sicilia es un intento más de proteger a los niños de ser arrastrados a los peligros del crimen organizado. Se suma al proyecto Liberi di Scegliere (Libre de elegir) en la región de Calabria, que comenzó en 2012 y fue el tema de la película “Hijos de la ‘Ndrangheta”, estrenada en 2019.
Sólo un número relativamente pequeño de niños y adolescentes han sido separados como parte de estos programas: alrededor de 80 menores de edad y 30 unidades familiares en Calabria, desde 2012.
Pero estos casos han provocado un debate más amplio sobre el bienestar de los niños en familias de la mafia y qué debería hacer el Estado para ayudarlos.
A algunos críticos les preocupa que el trauma de vivir separados de sus familias sea peor que los riesgos de permanecer donde están. “La opinión pública está bastante dividida“, afirma Ombretta Ingrascì, investigadora de la Universidad de Milán especializada en sociología de las familias del crimen organizado.
Incluso en Palermo, donde la gente es muy consciente del peligro de crecer dentro de la mafia, algunos creen que la unidad familiar debe preservarse a toda costa.
Caramanna se sorprendió especialmente cuando fue criticada públicamente por un sacerdote local en Palermo, quien dejó bastante claro que consideraba que el lugar de un niño era estar con su madre y su padre.
“Quería hablar con él en persona”, dice Caramanna, “para explicarle que no es una forma de castigo”. Destaca que los niños no son retirados sin una buena razón: “Nunca me cansaré de decir que esto sólo ocurre en situaciones inevitables, como cuando un padre es traficante de drogas y el niño se involucra [en el crimen]”.
Lo que comúnmente se conoce como “la mafia” en realidad abarca muchos clanes diferentes en Italia, los más notorios de los cuales son la ‘Ndrangheta en Calabria, la Camorra en Campania y la Cosa Nostra en Sicilia. Crecer dentro de estas organizaciones moldea la vida de los niños desde el principio.
“Existe el mito de que la mafia no involucra a mujeres ni a niños, pero no es así”, dice Franco Nicastro, un periodista de Sicilia que ha escrito sobre la cultura mafiosa durante décadas. “Los niños están preparados para una vida criminal; es parte de su educación”.
Ambos padres pueden, por ejemplo, educar a los niños sobre la cultura mafiosa y sus valores, como la omertà (un código de silencio, es decir, no se debe hablar sobre la organización o sus actividades).
En muchas familias se puede pretender que el hijo siga al padre dentro de la organización o que la hija se case con otra familia mafiosa, fortaleciendo las alianzas estratégicas.
El padre puede estar más directamente involucrado en actividades delictivas que la madre, pero ambos padres tienden a desempeñar un papel en la transmisión del delito.
“La madre a veces puede justificar la violencia y explicar por qué es significativa o importante”, dice Anna Sergi, profesora de criminología en la Universidad de Essex, quien ha analizado el impacto de las remociones en Calabria.
En su investigación, Sergi cita el caso de un joven adolescente que ayudó a su padre a esconder armas y, en palabras del tribunal, consideró que se trataba de una actividad padre-hijo, algo que era “tiempo compartido con su padre, parte de su relación especial”.
La cultura mafiosa también puede moldear a un niño de otras maneras duraderas. Puede contribuir, por ejemplo, a altos niveles de absentismo escolar y abandono de las aulas en determinadas zonas de Italia.
Nicastro señala que, según datos facilitados en 2022, al menos el 21% de los niños en edad escolar de Palermo han abandonado la escuela o no asisten regularmente a clases. “Es muy preocupante”, afirma. “No creo que se puedan encontrar cifras así en ninguna otra parte del mundo occidental”.
En la adolescencia, afirma, muchos de estos niños ya participan en actividades delictivas como el tráfico de drogas.
El abandono de la escuela puede ser especialmente perjudicial ya que los profesores pueden ser los únicos que ofrecen a los niños de la mafia una visión diferente, dice Nicastro, señalando las palabras del autor siciliano del siglo XX Gesualdo Bufalino.
“Dijo que se puede derrotar a la mafia con un ejército de maestros, porque pueden enseñar valores que el niño no aprendería de su familia o de la sociedad que lo rodea”, dice. “Hay que empezar desde la primera infancia”.
También existen peligros físicos. En 2022, según informes de la prensa local, en Sicilia hubo al menos 18 casos de niños ingresados en hospitales por sobredosis de drogas que habían encontrado en la casa familiar; uno tenía sólo 13 meses .
A medida que crecen, algunas personas pueden sentirse atraídas por la certeza de la vida que se les presenta, sugiere Sergi, con roles predeterminados y redes familiares y sociales muy unidas.
“Mirando desde fuera, podemos decir que no hay libertad. Pero yo diría que es un poco más complicado que eso. Puede parecer que el intercambio vale la pena”. Luego pueden perpetuar el ciclo con sus propios hijos.
Ombretta Ingrascì, cuyo libro “Género y crimen organizado en Italia” examina el papel de las mujeres en la mafia, enfatiza que las mujeres que quieren escapar a menudo enfrentan los mismos desafíos que otras víctimas de abuso.
“Es muy importante contextualizar la experiencia de estas mujeres que se están alejando de familias que pueden ser psicológica y físicamente abusivas, porque necesitan poder confiar en el Estado y necesitan acceso a los servicios para mujeres”, dice. “Pero en el sur de Italia hay pocos centros para mujeres víctimas de violencia”.
Ha descubierto que muchas personas que han crecido en la cultura mafiosa no pueden imaginar una vida alternativa. “Creen que esto es normal“, dice.
Recuerda a una entrevistada que quedó genuinamente perpleja ante algunas de sus preguntas, como si el tráfico de drogas de la familia fuera una línea de trabajo típica. “Ella hablaba como si yo no fuera normal”.
Aquellos que desean irse pueden ser alienados por sus familias que desaprueban su deslealtad. Pueden enfrentar amenazas de violencia o de muerte si existe el riesgo de que delaten a los demás miembros.
Según la ley italiana, un niño puede ser separado de su familia cuando hay pruebas contundentes de que los padres no cumplen con el requisito legal de proporcionar atención y educación adecuadas, de modo que su comportamiento perjudica el bienestar del niño. Inducir a un niño a cometer actos delictivos es un ejemplo de ello.
Esta fue la base jurídica de los Liberi di Scegliere, establecidos en Calabria, en el sur de Italia, por el presidente del tribunal de menores de la región, el juez Roberto Di Bella.
“La clave es dar a estos niños la oportunidad de redención, mostrarles que una vida diferente es posible”, afirma Giorgio De Checchi, coordinador nacional del proyecto.
En un caso presentado en la investigación de Sergi, por ejemplo, una niña en su adolescencia fue separada de una familia ‘Ndrangheta y reubicada fuera de Calabria.
“Esta solución parece ser la única viable para evitar represalias”, concluyó el tribunal, “para salvar a la niña de un destino inevitable y al mismo tiempo permitirle experimentar contextos culturales, emocionales y psicológicos diferentes”.
El tribunal esperaba que esto le permitiera “liberarse del condicionamiento de sus padres“.
De Checchi enfatiza que cada caso es único y el tribunal sopesa muchos factores antes de tomar una decisión. El tribunal puede, por ejemplo, optar por revocar la patria potestad de uno de los padres y no del otro, si uno muestra más voluntad de cambiar.
El análisis de Sergi de las sentencias del tribunal encontró que la patria potestad del padre era con mayor frecuencia revocada, mientras que a las madres se les tendía a dar segundas oportunidades si estaban dispuestas a ofrecerle al niño una vida libre de delitos.
En todos los casos, a las madres se les permitió mantener algún contacto con el niño. Si hay familiares que no forman parte de la mafia, el tribunal puede intentar entregarle a los niños a ellos.
Lo más importante es que a los niños se les ofrece apoyo psicológico y educativo para orientarlos hacia un mejor camino en la vida.
El trabajo de Caramanna en Palermo intenta adoptar un enfoque igualmente cuidadoso y compasivo. La separación de padres e hijos es el último recurso.
“Todo niño tiene derecho a vivir en su familia nuclear, a menos que eso entre en conflicto con el derecho a crecer física y psicológicamente sano”, afirma.
En casi todos los casos, intentan ofrecer a la madre la protección y seguridad para irse con el niño. “Les preguntamos a estas mujeres: ¿qué quieren para sus hijos? Las alternativas suelen ser la prisión o la muerte”, dice Caramanna.
“Si la madre se niega, comprobamos si en el círculo familiar hay alguien de confianza que se haya distanciado de la vida criminal”, añade. “Y antes de proceder, los servicios sociales y la policía controlan atentamente la situación”.
Incluso si el niño es retirado del hogar familiar, a menudo se concederá a los padres derechos de visita, siempre que el niño esté de acuerdo en verlos.
Y las decisiones del tribunal pueden ser revocadas y la familia reunida, si los padres rompen sus vínculos con la mafia. Esto puede parecer improbable, pero ambos programas han visto historias de éxito notables de niños y familias enteras que se liberaron.
“Por cada niño que no elige el camino que nos gustaría, hay al menos otro que lo hace”, afirma Sergi, basándose en su análisis del tribunal de menores de Calabria.
De Checchi señala a la familia de un jefe de la mafia que había sido encarcelado por delitos graves. Su hijo también fue condenado, mientras que la hija fue colocada en un hogar de acogida.
Podría haber sido una historia desgarradora y, sin embargo, el hijo continuó estudiando en prisión y después de cumplir su condena decidió vivir una vida honesta, mientras que la hija alcanzó la mayoría de edad sin verse arrastrada al crimen.
“Incluso su madre decidió cambiar de vida y acompañar a sus hijos en este angustioso pero necesario proceso de reconstrucción”, afirma De Checchi.
La hija ahora tiene un trabajo y el hijo está considerando estudiar Derecho. Incluso el padre, que inicialmente se había opuesto a la decisión del tribunal, ahora aprecia el “renacimiento” de su familia, afirma De Checchi.
“Hemos visto muchas familias así”, añade: personas a las que se les ha dado la oportunidad de elegir una nueva forma de vida lejos del crimen. “Porque siempre debe estar abierto un camino alternativo en cualquier sociedad civil digna de ese nombre”.
* Alessia Franco es una autora y periodista que se centra en la historia, la cultura, la sociedad, la narración y sus efectos en las personas
* David Robson es un escritor basado en Londres. Su libro más reciente es “El efecto de las expectativas: cómo tu mentalidad puede transformar tu vida”, publicado a principios de 2022
Puedes leer el artículo original (en inglés) en BBC Future