A principios de mayo, unos días antes de que estallara la violencia en Jerusalén Oriental, todo parecía indicar que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, finalmente tendría que dejar el cargo que ha ocupado durante más de 12 años.
Después de cuatro elecciones en los últimos dos años, Netanyahu había fracasado en sus intentos para formar un nuevo gobierno en Israel.
Tras esos intentos fallidos del primer ministro, una nueva coalición política -sin precedentes en Israel- se estaba formando en la Knéset (parlamento).
Se estaba creando un gobierno que incluiría, por primera vez en la historia del país, a un partido árabe, además de otras facciones de centro, ultranacionalistas y de derecha.
Era un grupo que, según los comentaristas, estaba solo unido por su oposición a Netanyahu.
Pero cuando estaban a punto de acordar un gobierno, estalló la violencia en Jerusalén.
Y lo que comenzó como un enfrentamiento entre comunidades de judíos y palestinos (árabes israelíes) en Jerusalén Oriental, se propagó rápidamente por todo Israel y la Franja de Gaza.
Pronto las fuerzas armadas israelíes lanzaron ataques aéreos en la Franja de Gaza, desde donde Hamás, el movimiento islámico que controla el territorio, lanzaba cohetes hacia Israel.
Este escenario de violencia, el peor estallido en la región desde 2014, dejó -hasta antes de que se declarara un cese el fuego el 21 de mayo- centenas de muertos y heridos.
Y también puso de manifiesto cómo tres actores clave en el conflicto se han beneficiado políticamente con los hechos.
“Efectivamente antes de la crisis con los palestinos se daba casi por seguro que (Netanyahu) tenía que salir del gobierno”, le dice a BBC Mundo Mariano Aguirre, miembro asociado del programa de seguridad internacional de Chatham House, un centro de estudios basado en Londres.
“Pero el ‘casi’ es muy fuerte en el caso de Netanyahu, porque es un superviviente político y con muchas mañas y muchas capacidades de pacto en el último momento: pacto con enemigos para poder quedar en el gobierno, pacto con los ultradortodoxos, pacto con la ultraderecha, etc.”.
El 9 de mayo, tres días después de que comenzaran los enfrentamientos entre comunidades en Jerusalén Oriental, las negociaciones en la Knéset para crear un nuevo gobierno parecían ir “viento en popa”.
El encargado de formar una coalición con los partidos de centro, izquierda y derecha era el líder de la oposición, Yair Lapid, del partido centrista laico, Yesh Atid.
Pero, para lograr una mayoría, la alianza dependía del apoyo de Mansour Abbas, el líder del partido árabe israelí, Raam (Lista Árabe Unida).
Hasta hace sólo dos años negociar con un político árabe hubiera sido impensable en la Knéset.
El partido de Abbas reconoce a Israel y apoya la solución de dos Estados, y está enfocado en lograr derechos igualitarios para los árabes israelíes.
Pero algunos consideran que el Raam surgió de la misma base ideológica que Hamás, aunque sin el uso de violencia.
Sus cuatro escaños, sin embargo, eran necesarios para que cualquier coalición lograra una mayoría.
Este nuevo proyecto -en el que también participaría Naftali Bennett, un viejo rival de Netanyahu y líder de un pequeño partido de derecha, Yaminia- estaba a punto de poner fin al estancamiento político en el que ha estado sumido Israel durante dos años.
Y además, por supuesto, habría marcado el fin del mandato del primer ministro Netanyahu.
Pero un día después, el 10 de mayo, Hamás comenzó a lanzar cohetes contra Israel después de que la policía israelí irrumpiera en la mezquita de Al Aqsa disparando balas de goma contra palestinos que lanzaban piedras.
Esa misma semana las negociaciones para lograr lo que algunos llamaron “el gobierno del cambio”, colapsaron.
“Estaban a punto de llamar al presidente (Reuven Rivlin) y decirle: ‘alcanzamos un acuerdo, tenemos una coalición”, le dijo al Washington Post Gayil Talshir, profesor de ciencias políticas de la Universidad Hebrea.
“La revuelta surgió justo a tiempo para evitar el cambio de gobierno en Israel”, agrega.
Bennett anunció que debido a la situación de seguridad el acuerdo de la coalición había sido retirado.
Y Netanyahu convenció a su antiguo rival, Neftali Bennett, de abandonar la coalición con la oposición.
“Netanyahu astutamente se las ingenió para sacar ventaja de la situación y usarla a su favor“, le dice a BBC Mundo el profesor John Strawson, experto en ley internacional y asuntos de Medio Oriente del Centro de Derechos Humanos en Conflictos de la Universidad del Este de Londres.
“Logró convencer a Bennett para que no formara un gobierno con Lapid y la oposición y ahora está negociando con otro antiguo rival, Gideon Sa’ar, para otra coalición potencial”.
“Lo que muestra que Netanyahu es un oportunista. No planea las cosas, pero es muy astuto percibiendo las oportunidades y sacando provecho de ellas”, agrega.
Y así Netanyahu, por ahora, permanece en el poder.
Yair Lapid todavía tiene un plazo hasta el 2 de junio para formar un gobierno. Si no lo logra es probable que se convoque una quinta elección.
Una nueva elección tomará meses y, mientras tanto, Benjamin Netanyahu permanecerá siendo primer ministro.
Pero Netanyahu no solo ha estado sumido en una crisis política.
En los últimos dos años, ha estado enfrentando acusaciones en tres casos de corrupción, fraude y abuso de confianza.
El primer ministro niega los cargos. Pero en abril se inició un juicio en su contra en una corte de Jerusalén.
Muchos creen que el primer ministro se está aferrando al poder para evitar ir a prisión si lo condenan.
Las leyes en Israel permiten a los líderes políticos evitar los procesos criminales mientras permanezcan en el poder. Y los juicios pueden congelarse hasta que los políticos pierdan una elección o renuncien a su cargo.
Por otro lado, si se le declara culpable, Netanyahu podría ser sentenciado a hasta 10 años de cárcel.
“Toda su estrategia está basada en tratar de permanecer en el poder cueste lo que cueste”, señala John Strawson. “Porque no quiere terminar en prisión”.
“Esto es un hecho que juega un papel muy importante en toda su forma de pensar”, agrega.
Hamás, “los estratégicos”
Pero este estallido de violencia no sólo ha puesto de manifiesto las divisiones internas de la política israelí.
También está mostrando la crisis en el liderazgo palestino, que ha estado dividido desde 2007.
De un lado está la Autoridad Palestina que dirige el partido Al Fatah, de Mahmoud Abbas, que ha gobernado en Cisjordania durante 16 años.
En el otro lado está Hamás.
“(Hamás) son mucho más estratégicos y han estado trabajando, particularmente desde 2007, para posicionarse como los líderes de los palestinos y para reemplazar a Al Fatah“, explica John Strawson.
“Básicamente esa es su estrategia. Se han posicionado como la resistencia, la gente que puede hacerle daño a Israel, tanto en términos de los efectos de los cohetes como internacionalmente”.
“Y definitivamente le han hecho mucho daño a Israel“, le dice el experto a BBC Mundo.
La más reciente desavenencia entre Hamás y Al Fatah fue en abril cuando Abbas decidió aplazar “indefinidamente” las elecciones palestinas.
Abbas citó las restricciones de Israel al voto de los residentes en Jerusalén pero los analistas dicen que la cancelación se debió a la baja popularidad de Abbas en las recientes encuestas.
El conflicto con Israel le ha permitido ahora a Hamás presentarse como “el defensor” de los palestinos y mejorar su posición frente al envejecido y cada vez más debilitado presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
“Realmente la Autoridad Palestina y Al Fatah están en crisis”, señala John Strawson. “Y mientras tanto, Hamás se presenta liderando la lucha para defender a Jerusalén y defender el honor de los palestinos”.
Para muchos palestinos, estas “muestras de solidaridad” de Hamás contrastan con la actuación de la Autoridad Palestina, que no ha respondido directamente a las tensiones en Jerusalén.
Y, como señala Mariano Aguirre, tampoco ayuda el hecho de que la Autoridad Palestina reanudara la polémica cooperación en materia de seguridad con Israel a principios de este año.
“Cada vez que Israel hace actos agresivos hacia la población palestina, Hamás aparece como si fuera la vanguardia, la única que se enfrenta con Israel”, le dice el experto a BBC Mundo.
“Encima, el gobierno de Abbas es un gobierno sumamente desprestigiado, deslegitimado, corrupto, que tiene acuerdos firmados de seguridad con Israel y con Estados Unidos para prácticamente mantener tranquila a la población palestina dentro de Cisjordania”.
“Esto hace que o bien haya gente que está descreída de todos, como mucha gente joven, o bien hay gente que dice: ‘bueno, por lo menos Hamás mal que mal responde'”, agrega.
Todo parece indicar que Hamás no necesitará “ganar” en este conflicto. Su estrategia de seguir resistiendo le permitirá salir victorioso, como explica John Strawson.
“Creo que en términos generales, han tenido un enorme éxito diplomático”, explica el experto de la Universidad del Este de Londres.
“Es obvio que militarmente serán derrotados, pero la verdad es que no pueden ser erradicados”, le dice a BBC Mundo.
Esto no significa, sin embargo, que la ideología o el gobierno de Hamás sean universalmente populares.
En Gaza existe un descontento generalizado con las condiciones que algunos atribuyen no sólo a Israel sino también a Hamás.
Por ahora, sin embargo, muchos han visto al movimiento como “vencedor”.
Irán perdió terreno diplomático en la región cuando, durante el gobierno de Donald Trump, sus rivales del Golfo Pérsico -Emiratos Árabes Unidos y Bahréin- firmaron los llamados Acuerdos de Abraham para normalizar relaciones con Israel.
Ahora el conflicto en Gaza “ha causado una enorme vergüenza a los Estados que firmaron esos acuerdos y están en un lío sobre qué hacer con ellos”, le dice a BBC Mundo John Strawson.
Teherán ahora está esperando que colapsen esos acuerdos a medida que la indignación árabe contra Israel se intensifica.
“Irán efectivamente está mirando con mucha atención pensando que puede haber cierta oportunidad de que al debilitarse sus enemigos, y al no tener opciones con el país con que están negociando, de alguna manera esto lo beneficie“, expresa el analista de Chatham House, Mariano Aguirre.
Los analistas detectan la mano de Irán detrás de la potencia de fuego con la que han atacado a Israel.
“El enorme ataque de cohetes lanzado el 11 de mayo, una barrera de fuego sin precedentes… parece ser parte de un plan inspirado por Irán”, escribió Seth Frantzman en el Jerusalem Post.
“Yihad Islámica, un apoderado de Irán, está involucrado en el fuego de cohetes… Hamás, apoyado por Irán, está marcando el paso, y ese paso quizás está siendo observado e incluso guiado desde Irán”, agrega.
John Strawson, por su parte, cree que Irán tiene un interés estratégico de largo plazo para recuperar terreno dentro del mundo árabe.
“Los iraníes ven a los palestinos como una causa con la que pueden volverse muy relevantes y competir con sus principales rivales dentro de la región, los sauditas”.
Así, con estas maquinaciones y divisiones internas, y la furia que se ha cimentado en la región, los analistas coinciden en que muchos preferirían mantener el “statu quo”.
Y todo parece indicar que, a pesar del alto el fuego, hay pocas posibilidades de encontrar una solución duradera para este largo conflicto.