Antes de que el SARS-CoV-2 provocara la actual pandemia de covid-19 otros dos coronavirus ya habían saltado de los animales a los humanos dejando constancia de su peligro.
Pero las epidemias de síndrome respiratorio agudo grave (SARS, en inglés) y síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS) se comportaron de forma radicalmente diferente.
Originada también en China, en noviembre de 2002, la epidemia de SARS eventualmente se extendió por 26 países, con 8.098 casos confirmados y 774 muertos.
Pero como destaca la profesora Annelies Wilder-Smith, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, “para julio de 2003 ya había sido controlada, en un plazo de ocho meses”.
El primer brote de MERS, por su parte, fue registrado en Arabia Saudita en abril de 2012.
Y aunque a diferencia del SARS-CoV el MERS-CoV todavía no ha podido ser erradicado, más de ocho años después el número de casos confirmados es de nada más 2.494, en 27 países.
Además, según los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud, los muertos por MERS solamente suman 858.
Cifras todas muy alejadas de los casi 5,5 millones de casos confirmados en 188 países y los cerca de 350.000 muertos por covid-19 registrados en un período de poco más de cinco meses.
Pero, ¿a qué se debe esta dramática diferencia? ¿Y cómo fueron controladas las epidemias de SARS y MERS?
Como explica la profesora Wilder-Smith en un reciente artículo en The Lancet, el primer coronavirus fue derrotado con las mismas medidas ahora empleadas para tratar de frenar el avance del covid-19.
“El SARS fue finalmente contenido mediante la vigilancia sindrómica, el aislamiento inmediato de los pacientes, la aplicación estricta de la cuarentena a todos los contactos y, en el algunas áreas, la aplicación estricta de cuarentenas comunitarias”, se lee ahí.
“Y el SARS no solo fue contenido, sino que fue erradicado“, le dice la experta a BBC Mundo.
Esto, a pesar de que China tardó en alertar del surgimiento del nuevo patógeno: el primer caso fue registrado en noviembre de 2002 y la OMS solo fue informada en febrero del año siguiente.
Y, al inicio, las autoridades chinas tampoco fueron especialmente transparentes con las cifras de contagios, muertos y propagación del nuevo virus, que para el 1 de marzo de 2003 ya se había hecho presente en Hong Kong, Vietnam, Canadá y Singapur.
Wilder-Smith estaba en ese último país cuando llegó el virus y le tocó atender a pacientes infectados con SARS-CoV.
“Fueron momentos terribles: perdí amigos y colegas”, recuerda la especialista.
“Pero después de un tiempo ya sabíamos cómo teníamos que actuar”, le dice a BBC Mundo.
En Singapur, así como en el resto de países a los que llegó el virus desde China, la inmensa mayoría de contagios estaban conectados de una manera u otra con los hospitales donde los primeros pacientes habían llegado en busca de tratamiento.
Y el uso riguroso de equipo de protección personal, junto al seguimiento y aislamiento de las personas contagiadas y sus contactos, les permitió romper la cadena de contagios.
Para entonces Singapur ya se había convertido en “el país de los termómetros” y en aeropuertos y hospitales de todo el mundo las autoridades también estaban al acecho de los síntomas para conseguir el mismo resultado.
“Estábamos celebrando la caída de casos en Singapur y en Toronto cuando de pronto China reconoció que habían miles de casos en todo el país, incluido Pekín”, recuerda sin embargo Wilder-Smith.
“Ese día temí lo peor, pensé que si ya había transmisión comunitaria ahí, el virus se iba extender por todo el mundo y matar al 10% de la población mundial. Me deprimí muchísimo”, le cuenta a BBC Mundo.
Sin embargo, según la especialista, China entonces hizo “algo realmente increíble: cerraron todas las carreteras, paralizaron completamente numerosas ciudades y lo lograron, eliminaron al virus”.
Para Wilder-Smith, la erradicación fue posible porque el SARS-CoV también “saltó de los murciélagos a los humanos vía un amplificador, muy posiblemente un hurón, pero todo indica que pasó únicamente una vez“.
“Después todos los contagios fueron de persona a persona”, agrega, para explicar por qué la eventual interrupción de esa cadena de contagios humana acabó con el virus, visto por última vez en China en 2004.
La experiencia también llevó a que cuando en abril de 2012 un nuevo coronavirus identificado en Medio Oriente hizo saltar las alarmas, el mundo ya sabía lo que tenía que hacer para contener el MERS-CoV.
Y lo hizo.
Su erradicación completa, sin embargo, es mucho más difícil porque este patógeno todavía puede ser transmitido a las personas por los dromedarios.
“Pero el MERS, aunque mucho más letal, tiene una tasa de reproducción mucho más baja, es mucho menos transmisible”, explica Wilder-Smith, quien destaca que la mayoría de los contagios de persona a persona de este coronavirus se dan en los hospitales.
“El MERS-CoV es un virus zoonótico que ha entrado repetidamente en la población humana vía contacto directo o indirecto con dromedarios en la península Arábiga”, se lee también en la página web de la OMS, que estima la tasa de letalidad global de este patógeno en 34,4%.
“Transmisión de humano a humano limitada y no sostenida, especialmente en espacios de atención médica, continúa produciéndose, especialmente en Arabia Saudita”, agrega el organismo.
“Algunos virus sencillamente son menos transmisibles y el MERS es uno de ellos. No sabemos por qué, pero es una de sus características. Y eso lo hace mucho más sencillo de contener, explica Wilder-Smith
En contraste, de los tres coronavirus, el SARS-CoV-2 (responsable del covid-19) es el que tiene la menor tasa de letalidad y también es, de lejos, el más fácilmente transmisible.
Y esa es la principal diferencia.
“Si me preguntas cuál virus es más terrorífico, sin duda es el SARS-CoV-2. Es el peor virus que hemos visto en los últimos 100 años“, afirma Wilder-Smith.
“Es más sigiloso, se esconde mucho mejor y por eso tiene una tasa de reproducción mucho mayor”, le explica a BBC Mundo.
Efectivamente, con los otros dos coronavirus los infectados casi siempre presentaban síntomas antes de volverse contagiosos, “así que si uno era rápido los podía aislar antes de que contagiaran a otros”.
“Pero ahora uno puede transmitir la enfermedad antes de presentar síntomas, así que muchas veces cuando se quiere aislar, ya es tarde”, reconoce la experta.
Para la profesora de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres el aislamiento sigue siendo la medida clave, “pero siempre se nos van a escapar numerosos infectados que van a seguir esparciendo la enfermedad sin saberlo“.
“Esa es la razón por la que también se necesitan de medidas de aislamiento social y las cuarentenas”, afirma.
Wilder-Smith también considera que la lentitud de los gobiernos y sociedades occidentales en aplicar -y aceptar- estrictas medidas significa que la contención de la pandemia ya es imposible.
“La razón por la que China fue capaz de contener al covid-19 es por lo ocurrido en 2003, sabían exactamente lo que tenían que hacer y lo riguroso y draconianos que tenían que ser”, valora.
“Y lo mismo pasó en Taiwán, Vietnam, Corea del Sur… Todos tenían el recuerdo del SARS y, en el caso de Corea del Sur, también del MERS. Y una vez que uno ha pasado por eso está tan traumatizado que toda la comunidad hace lo que tiene que hacer”.
En contraste, la experta cree que no ha sido bien gestionado en Europa, ni en EE.UU.
“Y ahora ya no es posible contener la epidemia: ya es global y muchos países no pueden permitirse paralizarse completamente, porque eso mataría a más gente“, le dice a BBC Mundo.
“La nueva realidad es que vamos a tener que convivir con este virus hasta que tengamos una vacuna o un tratamiento efectivo”, dice.
“Pero hasta entonces, lamento decirlo, vamos a tener que vivir con la distancia social“, concluye.