Todo comenzó en el autobús número 18 en Londres. Mientras se abría paso entre el tráfico, dos pasajeros estaban enfrascados en una conversación que tuvo lugar antes del confinamiento en la ciudad por covid-19 y que cambiaría el curso de la pandemia.
El ensayo clínico llamado RECOVERY (Random Evaluation of Covid-19 Therapy o Evaluación aleatoria de terapias para covid-19) inició en marzo de 2020 para probar medicamentos que ya existían en pacientes con covid y estudiar si éstos tenían un efecto sobre la enfermedad. Gracias a este ensayo se han salvado cientos de miles de vidas.
Todo comenzó en el autobús número 18 en Londres. Mientras se abría paso entre el tráfico, dos pasajeros estaban enfrascados en una conversación.
Lo que acordaron en ese trayecto, que tuvo lugar antes del confinamiento en la ciudad por covid-19, cambiaría el curso de la pandemia y posiblemente el futuro de la medicina.
Llevó al trabajo conjunto de investigadores, el Servicio Nacional de Salud británico (NHS) y 40.000 pacientes de covid en un esfuerzo especialmente adaptado a un sistema nacional de salud pública.
Y salvaría la vida de cientos de miles de pacientes de covid en todo el mundo. La conversación de estos dos pasajeros llevó a la creación del ensayo clínico Recovery.
Los dos pasajeros del autobús eran el profesor Martin Landray, médico y diseñador de ensayos de fármacos a gran escala, y Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust, uno de los mayores organismos de financiamiento para investigación médica del mundo y uno de los fundadores de Recovery.
La fecha era el 9 de marzo de 2020. Ambos discutían la pandemia inminente, las escenas que se veían en Italia, que fue el primer país de Europa en sentir el impacto devastador del virus, y la inevitabilidad de que Reino Unido se enfrentaría a lo mismo.
“Lo que acordamos en ese viaje en autobús fue que el tsunami llegaría en un par de semanas y teníamos que tener un ensayo en funcionamiento en dos semanas”, explica el profesor Landray al programa Inside Health de la BBC.
“Nueve días después, se inscribió al primer paciente, y el año que pasó ha sido extraordinario”, agrega.
Dos semanas antes, el profesor Landray le había enviado un correo electrónico a Jeremy Farrar para subrayar la importancia de los ensayos.
Lo que pasó a ser uno de los momentos más importantes en el enlace de vínculos científicos comenzó cuando Farrar respondió: “Será mejor que hable con Peter”.
Las campanas de alarma ya habían estado sonando para el profesor Peter Horby desde el 2 de enero, cuando surgieron informes de una “neumonía viral” en Wuhan, China.
Para Horby, esto tenía todas las características del síndrome respiratorio agudo severo (o SARS) de 2003.
“Para mí estaba bastante claro que había un problema que podría salirse de control si no teníamos cuidado”, señala el profesor Horby, un destacado experto en enfermedades nuevas y emergentes.
Ya había ayudado a establecer dos ensayos de medicamentos en Wuhan, pero debido al confinamiento allí, no obtuvieron ningún resultado.
Juntos, el profesor Horby y el profesor Landray formarían el eje científico que definiría el tratamiento de covid.
Se vieron impulsados por los errores del pasado. El peligro en una pandemia es que todos empiezan a correr como pollos sin cabeza y los científicos y médicos actúan solos, cada uno probando diferentes tratamientos en un pequeño número de pacientes; creando mucho ruido, pero sin respuestas.
El ruido ya estaba aumentando. Se presentaba como evidencia ensayos con una decena de pacientes o experimentos con células en un laboratorio.
Incluso el presidente Donald Trump estaba proclamando los beneficios del medicamento contra la malaria hidroxicloroquina, cuando la evidencia era escasa o inexistente.
El objetivo de Recovery era brindar claridad en medio del caos.
Hubo cuatro claves en el éxito de Recovery:
El Recovery tuvo un marcado contraste con el ensayo clínico moderno, que se arrastra bajo el peso de la burocracia, los contratos con todos los hospitales, los criterios estrictos sobre los participantes y una gran cantidad de trabajo para quienes miden y recopilan datos.
Si el ensayo iba a tener éxito, era necesario trabajar en salas sometidas a una intensa presión.
“Las salas estaban abarrotadas, los médicos estaban abrumados con pacientes enfermos. Para que un ensayo clínico funcione, este no puede interferir con la atención médica”, dice la Dra. Raha West, médica de cuidados intensivos en Buckinghamshire, quien dirigió el ensayo en su hospital.
“Con el Recovery esto fue fácil”.
El profesor Landray dice que “eliminaron todo” para que el Recovery fuera tan básico que inscribir a un paciente en el ensayo era tan fácil como recetar el medicamento.
Uno de los primeros desafíos fue decidir qué medicamentos deberían estar involucrados.
El coronavirus era una entidad nueva, un desconocido sin reglamentos a seguir.
El profesor Horby y el profesor Landray seleccionaron los medicamentos más prometedores para enfermedades similares o los que habían surgido de las pocas investigaciones sobre covid.
Si el paciente quería participar, su médico seleccionaría en una computadora cuáles de los medicamentos involucrados en el ensayo eran seguros según el historial médico del paciente y la computadora decidiría qué medicamentos se debían administrar.
El fármaco dexametasona, un esteroide antiguo y barato que ya se había utilizado en infecciones respiratorias, se convirtió rápidamente en una fuente de controversia.
La reacción fue dura y rápida y se acusó a los dos expertos de comportamiento poco ético y peligroso.
La dexametasona calma el sistema inmunológico y algunos argumentaron que era lo peor que se podía hacer cuando el cuerpo estaba combatiendo una infección.
“Tengo un cajón lleno de cartas que me dicen que estoy matando gente”, me dijo el profesor Horby. Pero lo tranquiliza saber que también tiene un cajón de “cartas de amor y correos de elogios”.
Cada fármaco que probaron fue puesto a prueba porque pensaron que existía la posibilidad de que funcionara. La dexametasona fue el primero que lo demostró.
Apenas 100 días después de ese trascendental viaje en autobús, el profesor Landray y el profesor Horby se prepararon para contarle al mundo sus hallazgos.
Sabían que estaban a punto de cambiar el tratamiento para los pacientes en todas partes y habían pasado una semana repasando los números repetidamente para estar seguros.
El 16 de junio estaban listos.
“Fue un resultado hermoso, hermoso”, dice el profesor Landray.
El profesor Horby recuerda a su jefe saltando de alegría al otro lado de una videollamada cuando transmitió los resultados.
Para quienes estaban conectados a un ventilador, como Katherine Millbank, el fármaco redujo la posibilidad de morir en un tercio.
Ella fue una de las primeras pacientes que obtuvo el medicamento en el ensayo.
Cuando las enfermeras corrieron las cortinas alrededor de su cama, todos los que estaban en la sala de cuidados intensivos la aplaudieron.
“Estoy eternamente agradecida con todos ellos por salvarme”, le dijo Katharine a Inside Health.
Cuatro horas después del anuncio, el tratamiento con dexametasona se convirtió en política del NHS y el resto del mundo lo siguió rápidamente.
La doctora Raha West rompió a llorar cuando llegaron los resultados. Todos los pacientes que inscribió en el ensayo terminaron recibiendo dexametasona.
“Nunca lo olvidaré, fue muy emotivo”.
Ahora se estima que la dexametasona sola ha salvado cientos de miles de vidas; posiblemente más de un millón.
El Recovery mostró que otro fármaco, tocilizumab, también salva vidas.
Pero el ensayo también se enfrentó a fracasos. El fármaco contra la malaria hidroxicloroquina, la combinación de lopinavir / ritonavir que se usan contra el VIH y el antibiótico azitromicina habían sido promocionados, pero finalmente se demostró que no tenían ningún efecto.
Su éxito dependió de la disposición de los pacientes, que en uno de los momentos más espantosos de sus vidas, estuvieron dispuestos a participar.
Aiden Temple, de 10 años, que tenía un trastorno inmunológico poco común después de contraer el virus, quiso hacer la diferencia.
“Fue muy aterrador, pero me sentí bastante orgulloso de poder ayudar a otras personas a mejorar rápidamente”, dijo.
También se necesitaron los esfuerzos de miles de médicos y enfermeras, así como de un equipo de unos 20 científicos en Oxford, para recopilar y analizar los datos.
El Recovery logró algo que ninguna otra prueba ha obtenido. Ya tiene garantizado un lugar en los libros de historia solo por su papel en la pandemia de covid.
La esperanza es que sea un catalizador de cambio en la medicina para hacer ensayos de estilo Recovery que brinden respuestas sobre los mejores tratamientos para otras infecciones, como la fiebre de Lassa, o que finalmente demuestren si las píldoras de vitamina D son la cura para todo lo que a menudo se dice que son.
“Creo que ha establecido un nuevo estándar para lo que se puede lograr y no solo durante las pandemias”, me dijo el profesor Landray.
“Sería una farsa si volviéramos a una situación en la que a veces se necesitan años para que un ensayo despegue”.