El número de pacientes con covid-19 ha bajado notablemente en este hospital de Inglaterra, donde los que llegan en condiciones graves no están vacunados.
Un número sin precedentes de enfermos con covid-19 y otras afecciones marca el comienzo del que podría ser el invierno más duro en los últimos 70 años en uno de los hospitales más grandes de Inglaterra.
En el Royal Victoria Infirmary (RVI) de Newcastle hay decenas de pacientes que esperan atención en los pasillos con infartos, fracturas, resfriados comunes y por supuesto, con covid-19.
Así lo comprobó el periodista de la BBC Jim Reed, quien visitó el centro sanitario la noche del 2 de diciembre y la mañana del día 3.
La enfermera jefe Jenny Cain entró en el RVI hace 17 años como practicante. Durante la mayor parte de la pandemia fue responsable de una de las salas covid del hospital, pese a que su marido es clínicamente vulnerable y está a la espera de un trasplante de órganos.
Para evitar complicaciones, decidieron dividir la casa de la familia por la mitad y mantener la distancia durante meses.
“Hubo muchas muertes en las salas covid, fue emocionalmente agotador”, dice al reconocer que el personal está “muy cansado”.
“La adrenalina nos hizo seguir adelante durante mucho tiempo y luego, cuando se ha calmado, todo el mundo ha decaído”.
Aunque el número de pacientes con el virus en el RVI bajó de 70 a 40 en el último mes, gracias a la “diferencia enorme” que empiezan a marcar los refuerzos de las vacunas, Jenny reconoce que muchos de los ingresados no están vacunados y a menudo piden que se les aplique alguna dosis “cuando ya es muy tarde”.
Este 12 de diciembre, las autoridades sanitarias británicas elevaran de tres a cuatro el nivel de alerta ante la propagación de la variante ómicron del coronavirus.
En una declaración televisada horas después, el primer ministro, Boris Johnson, instó a la población a recibir las vacunas de refuerzo.
“Ahora está claro que dos dosis de la vacuna simplemente no son suficientes para dar el nivel de protección que todos necesitamos. Pero la buena noticia es que nuestros científicos confían en que con una tercera dosis, una dosis de refuerzo, todos podremos volver a aumentar nuestro nivel de protección”, dijo.
La situación actual preocupa al personal sanitario porque va más allá del virus.
“No es lo ideal”, dice el doctor Jim Connelly, médico especialista que dirige el departamento de emergencias. “Nadie quiere que los pacientes sean tratados en un pasillo”, agrega.
El panorama es mucho más difícil este invierno boreal. El rendimiento de los hospitales en Inglaterra se encuentra en su peor nivel registrado, con tiempos de espera de entre tres y 13 horas en urgencias, algo nunca antes visto.
“En los últimos meses, el volumen [de pacientes] ha sido mayor que nunca”, afirma el doctor, quien reconoce que aunque el personal “quiere dar lo mejor que puede, a veces no es posible porque el volumen es demasiado grande”.
El retraso en la atención de adultos mayores y pacientes con enfermedades graves durante las cuarentenas, ha generado una acumulación de citas pendientes para intervenciones quirúrgicas y tratamientos vitales.
Por estos días en el RVI la ocupación de camas está alrededor del 90%.
Por esa razón Jenny no para de hablar por teléfono: intenta encontrar camas para los pacientes, resolver los problemas de personal y liberar espacio para que los que aún esperan en urgencias puedan ser trasladados a una sala.
Si se le pregunta al personal cómo se siente, a menudo aparecen palabras como cansado, agotado, quemado. Sin embargo, tras casi dos años de pandemia, sigue habiendo una sensación de determinación y resistencia, incluso ante la amenaza inminente de otra ola de covid.
“Ha sido una auténtica montaña rusa emocional“, reitera la enfermera Jenny.
“Ha habido de todo: orgullo y recompensa, disgusto y cansancio. Pero el trabajo en equipo y el personal han sido fantásticos. Fantástico. No iría a ningún otro sitio”.
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