El 9 de octubre, día del paro nacional en Ecuador en contra de las medidas de austeridad del presidente Lenín Moreno, el fotógrafo David Díaz Arcos se encontraba en el Centro Histórico de Quito, cerca de una de las barricadas formadas por la policía y a pocos pasos, sin él saberlo, lo esperaba una de las fotografías de su vida.
“Me habían dado un perdigón en la pierna y por eso me retiro y empiezo a subir por una calle, un poco cojeando; cuando estaba a media cuadra la vi a ella parada, tal cual está en la foto, ella no posó para la imagen”.
Ella era una indígena de la provincia de Cotopaxi, en medio de una nube de gas lacrimógeno, con una mascarilla cubriéndole su rostro.
David, fotógrafo documental desde hace ocho años y realizador audiovisual de profesión, hizo tres disparos con su cámara y luego se acercó a conversar con la mujer porque quería repetir la foto.
“Pero no hubo como, porque lanzaron más gas y salimos corriendo, ahí nos perdimos y no la volví a ver”.
Él pertenece al colectivo fotográfico Fluxus Foto, que ha cubierto las marchas en la capital ecuatoriana, pero su imagen de esta mujer indígena fue enviada a la agencia de noticias Bloomberg, para la cual colabora, y de ahí llegó al Washington Post.
La fotografía se volvió inmediatamente uno de los retratos más emblemáticos de las protestas en Ecuador que comenzaron con la decisión del presidente de terminar 40 años de subsidios a los combustibles y terminaron este domingo con un acuerdo entre el gobierno y los líderes indígenas.
Para David, un apasionado de temas de derechos humanos, género y territorio, su foto muestra “el papel vital de la mujer indígena en la protesta, ya que ha estado en el frente de batalla tanto como los hombres”.
Ese 9 de octubre yo estaba a pocas cuadras de David, cubriendo por primera vez como periodista una protesta indígena, y mi mayor asombro era justamente ver a cientos de mujeres marchar por el centro de Quito, muchas con sus niños a cuestas, y todas con sus blusas bordadas, sus faldas y sus pañuelos.
Ese cuidado en su apariencia no desentonaba en absoluto con la determinación que revelaban en sus declaraciones.
“Vamos a resistir hasta lo último, nosotras somos madres, mujeres e hijas, que estamos viniendo de las diferentes provincias del país para reclamar que el Estado, abusando de su poder, no venga a matar a nuestra gente, eso no vamos a permitir”, me dijo Marta Chango, originaria del pueblo salasaca y coordinadora provincial del movimiento político Pachakutik en la provincia de Tungurahua.
Pero la presencia activa de tantas mujeres en las marchas indígenas en Quito no sólo sorprendió a los corresponsales extranjeros sino también a algunos ecuatorianos.
“El prejuicio dominante en Ecuador nos dice que los indios pegan a las mujeres, que el indio es machista y la mujer sometida, ese es el criterio hegemónico”, le dice a BBC Mundo Adriana Rodríguez, profesora de Derecho la Universidad Andina y especialista en derechos humanos de los pueblos indígenas.
“Yo creo que las imágenes que han salido en estos días de resistencia, imágenes súper fuertes, posicionan a nivel social quiénes son las mujeres indígenas, que han estado históricamente al frente de la reivindicación de sus derechos”, añade.
Mariana Yumbay es miembro activo de las organizaciones indígenas CONAIE y ECUARUNARI desde los 14 años, y hoy tiene 46. “Casi toda una vida”, dice esta mujer de la comunidad Llama Corral, ciudad de Guaranda, provincia de Bolívar.
“La mujer indígena, hasta la actualidad, sufre una triple vulneración a sus derechos: por ser mujer, por ser indígena y por ser pobre. Las cifras oficiales muestran que la mujer indígena sigue siendo parte de ese nivel alto de pobreza. Igual es víctima de la violencia psicológica, sexual, física y cultural”, explica a BBC News Mundo desde Quito, adonde ha marchado para protestar.
Ella considera que esta situación ha obligado a la mujer indígena a una doble lucha: pelear por sus derechos como mujer tanto fuera como dentro del movimiento, y también luchar por las causas fundamentales de los indígenas como la cuestión territorial, la identidad cultural y la educación bilingüe.
Cuando le pregunto por qué marchan con sus ropas de gala, me responde que la mujer es la guardiana de la cultura, de todo lo que implica la identidad cultural, y parte de esa identidad es el uso de la vestimenta.
“Yo misma uso mi sombrero, uso mi anaco (la falda), uso mi bayeta (el chal), mi collar, mis blusas bordadas. No es que nos despojamos de nuestra vestimenta para ir a la marcha. Y como es la ciudad, obviamente las mujeres vienen con sus mejores trajes para participar en esta lucha”.
Sin embargo, lo ocurrido en Quito esta semana puede hacer que estas mujeres se replanteen el uso de la vestimenta tradicional.
“Jamás nos esperamos esta represión de la que fuimos objeto, cuando lanzaron los gases, yo ya no podía correr porque me enredaba en el traje y me quedé sentada. Entonces a la salida de la marcha conversábamos y decíamos que ya no podemos venir así porque no podemos correr, es más fácil que nos atrape la policía y que nos reprima salvajemente”.
Otro elemento que diferencia a los hombres y a las mujeres indígenas en las marchas es que ellas cargan a sus niños, generalmente a la espalda, envueltos en la ropa de la madre.
“Muchos no entienden que llevemos a nuestros niños pequeños y nos cuestionan por qué no los dejamos en la casa, pero eso es no entender la realidad de los pueblos indígenas”, le explica Mariana Yumbaya BBC News Mundo.
Ella señala que para la madre indígena hay una relación muy íntima con el bebé: que dejar al niño en la guardería está fuera de la cosmovisión de sus pueblos -“no está previsto en nuestro mundo encargar a otra persona el cuidado del niño”- y que tampoco están las condiciones como para decirle a una ayudante “a ver me cuida el bebé hasta yo volver de la marcha”.
Adriana Rodríguez agrega que participar de estas marchas con toda la familia también responde al sentido de comunidad de los indígenas ecuatorianos: “¿Por qué vienen con sus hijos? Porque es una resistencia comunitaria, entonces viene la mamá, el abuelo, la abuela, vienen todos”.
El historiador Franklin Cepeda le indicó a BBC News Mundo que los levantamientos indígenas comenzaron en esta región de los Andes mucho antes de que el Ecuador se constituyera como Estado, “pero ya en lo que viene a ser la República, hay levantamientos a inicios del siglo XIX, en 1803, que van anunciando posteriores levantamientos en el Ecuador como tal”.
En el siglo XX la mujer indígena cobra mayor conciencia de su agencia histórica, señala Cepeda y añade: “Quizás todavía no está suficientemente visibilizada, pero evidentemente ha cobrado importantes espacios, especialmente en la arena política, donde ha ocupado concejalías y ha llegado también a diputaciones”.
En su lucha por esta visibilización, cuenta el historiador, tuvieron que luchar incluso contra otras mujeres.
“Por ejemplo, en 1919, en Riobamba, en la fábrica textil El Prado, hay una protesta de trabajadoras en contra de la decisión de los propietarios de ubicar a las mujeres indígenas para que aprendan junto con las mujeres blanco-mestizas en la ciudad”.
Pero Cepeda indica que no hay que idealizar el rol de la mujer indígena: “Yo vivo en Riobamba y hay quejas sustentadas de mujeres campesinas que son llevadas a las marchas porque están amenazadas con, por ejemplo, el retiro del servicio de agua para el regadío; pueden ser casos excepcionales, pero hay mucha división, no es que el indígena en el Ecuador tiene una condición monolítica”.
Para Adriana Rodríguez, se trata de analizar relaciones de poder: “Lo importante es entender en esas relaciones el rol de la mujer y cómo ella consigue dirigencia política y práctica”.
Esta dirigencia política se remonta, según la profesora de la Universidad Andina, a la década del 30 del siglo pasado, cuando mujeres como Dolores Cacuango y Tránsito Amaguaña participaron de la fundación de la Federación Ecuatoriana de Indios, así como de los primeros sindicatos agrícolas y las primeras escuelas bilingües de español y kichwa.
“Luego en los años 60 y 70 toma la posta Blanca Chancoso, que hasta el día de hoy está en la lucha y participó en la marcha del sábado pasado protagonizada solo por mujeres”.
Le pregunto a esta abogada si podemos decir que las mujeres indígenas son feministas.
“No se dicen feministas, pero son más feministas de lo que pensamos; son mujeres que reivindican siempre una presencia constante dentro de sus comunidades; yo a eso lo llamo un feminismo práctico comunitario, aunque no se digan ellas así; hay algunas intelectuales indígenas que hablan incluso del patriarcado ancestral y lo que han hecho las mujeres indígenas es atacar ese patriarcado”.
Para el fotógrafo David Díaz Arcos, quien nunca imaginó que su foto se iba a viralizar, la imagen que captó de esa mujer indígena de la provincia de Cotopaxi, con la que solo compartió unas palabras y luego no volvió a ver, muestra exactamente esa lucha.
“La foto habla por sí sola“, le dice a BBC News Mundo desde la Casa de la Cultura de Quito, la base de operaciones de los indígenas en la capital ecuatoriana, y luego vuelve al trabajo, que termina con el acuerdo que el país esperaba desde hace 12 días.