Los árboles que ayudan a mantener la fertilidad del suelo podrían disminuir o detener la desforestación en la Amazonia brasileña.
Ese es el objetivo de un proyecto que busca convencer a los pequeños agricultores de que los árboles de un género llamado “inga” pueden ser la clave para un negocio rentable y una vida digna.
El género inga, que incluye cientos de especies, como la guama, fijan nitrógeno en el suelo por lo que aumentan la productividad.
Los científicos esperan que la iniciativa convenza a los pequeños agricultores de no vender sus tierras a grandes ganaderos o empresas agroindustriales.
“El inga es una especie de árbol milagroso o de superárbol, porque algunas especies de esta familia pueden hacer cosas increíbles”, señaló Toby Pennington, profesor de diversidad tropical de plantas y biodiversidad en la Universidad de Exeter, en Inglaterra.
“Estos árboles pueden crecer muy rápido en suelos muy, muy pobres, incluso en suelos degradados debido a la desforestación”.
El género incluye más de 300 especies y forma parte de la familia de las leguminosas, las plantas que fijan nitrógeno atmosférico en el suelo.
“Pero incluso dentro de las leguminosas, estos árboles tienen un ritmo de crecimiento fantástico”, señaló Pennington a la BBC.
“Y además de eso, estos árboles tienen frutas comestibles que se comercializan en mercados en varios países de América Latina”.
Los árboles también producen vástagos o brotes, que pueden ser usados como combustible, y las hojas son una fuente de alimento para el ganado.
Las especies de inga pueden hallarse a lo largo de la cuenca amazónica, por lo que podrían ser una potente arma a nivel regional contra la desforestación.
Pennington señaló que los cultivos plantados bajo estos árboles requieren poco fertilizante, debido no solo a la capacidad de las especies de inga de fijar nitrógeno, sino a su producción abundante de hojas que caen al suelo ofreciendo cobertura y materia orgánica.
“Si esta mañana bebiste una taza de café de América Latina es probable que esa planta de café haya crecido bajo un inga”, señaló Pennington.
El científico ha estudiado estos árboles durante más de dos décadas y participa en un proyecto que busca promover los beneficios de estos árboles a pequeños productores en el sur del bosque amazónico, en la frontera de desforestación que se conoce como el “arco de destrucción”.
El proyecto está basado en el estado de Mato Grosso, en el centrooeste de Brasil.
Saulo de Souza, científico del Instituto Ouro Verde en Mato Grosso, asegura que la iniciativa tiene importantes beneficios ambientales, ya que los árboles introducen cobertura en áreas de pastizal, atraen la biodiversidad y mitigan los peores efectos del cambio climático.
“Estas plantaciones benefician a la vida silvestre que podría usarlas como hábitats o como pasajes entre restos de bosque”, apuntó el científico.
“Al fijar carbono, estos árboles en zonas de pastizales pueden reducir la huella ecológica del ganado“.
“Y también pueden aumentar la permeabilidad del suelo y reducir la erosión. Estos suelos son entonces más resilientes ante sequías severas y enfermedades, que han sido las principales causas de degradación de pasturas en la región”.
“Las comunidades por su parte se beneficiarán de una mayor seguridad alimentaria, de mejores ingresos, de una mayor productividad y de precios premium por sus productos lácteos agroecológicos”.
Otro factor importante es, según De Souza, que la iniciativa puede reducir la marginalización social.
“Esmuy importante ofrecernuevas oportunidades y tecnologías verdes para ayudar a los pequeños agricultores. La agricultura familiar también juega un papel importante, ya que en Brasil satisface el 70% de la demanda de alimentos”.
Al ver que sus tierras pueden ser cultivadas de forma más sostenible y rentable, los agricultores tienen menos interés en venderlas a productores ganaderos o de soya, según De Souza.
Y eso puede permitir el florecimiento de las comunidades locales y reducir el avance implacable de la desforestación.
Sin embargo, la actual situación política en Brasil hace que investigadores y ONG como el Instituto Ouro Verde enfrenten mayores dificultades.
En agosto, Alemania y Noruega suspendieron sus contribuciones al Fondo Amazónico, un esfuerzo internacional destinado a combatir la desforestación.
Políticos de ambas naciones europeas señalaron que el gobierno de Brasil, liderado por Jair Bolsonaro, estaba promoviendo políticas favorables a la desforestación y buscando formas de dificultar el trabajo de proyectos de conservación de la selva amazónica.
Fuentes locales en la Amazonía señalaron a la BBC que el congelamiento de fondos, la persecución política y la desinformación están socavando el trabajo de décadas contra la desforestación.
Datos del Instituto de Investigaciones Espaciales de Brasil, INPE, indican que la desforestación en 2019 es al menos un 75% mayor que en los 12 meses previos.
“Gran parte de la soya cultivada a escala industrial va a la Unión Europea y a China para alimentar ganado, así que todos estamos implicados en esa cadena alimenticia“, afirmó Pennington.
“Estos emprendimientos agrícolas masivos son problemáticos en varias formas desde el punto de vista ambiental. Usan un nivel muy alto de pesticidas, que aplican desde aeronaves, y esas sustancias químicas están ingresando en las fuentes de agua”.
“En esta parte de Brasil, cuando esta región se abrió a la agricultura, fue a pequeños agricultores”.
Pero cada vez más, esas pequeñas plantaciones están siendo compradas por empresas agrícolas que ofrecen precios difíciles de resistir, según Pennington.
Sin embargo, la producción ganadera masiva o las plantaciones de gran escala de soya no son la única opción, apunta.
“Hay oportunidades para agricultores con parcelas pequeñas de tierra que pueden ser rentables y ofrecer una vida saludable y satisfactoria”.