Desde que Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela en 1999, las relaciones entre EE.UU. y el país sudamericanos han sido tensas.
Desde que Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela en 1999, las relaciones entre EE.UU. y el país sudamericanos han sido tensas.
Pero esto no siempre fue así. Durante gran parte del siglo XX, Venezuela fue uno de los mayores aliados de EE.UU. en América Latina y esa estrecha relación hizo, entre otras cosas, que Caracas se convirtiera en el mayor surtidor de petróleo de la primera potencia mundial por un corto periodo de la década de 1990.
También ayudó a que empresas venezolanas como Citgo triunfaran en EE.UU. y compañías estadounidenses como ExxonMobil hicieran muchísimo dinero en Venezuela.
Pero exactamente un siglo antes, en 1895, la alianza entre ambos países alcanzó quizá uno de sus puntos más cumbres, cuando Estados Unidos se enfrentó a la superpotencia de la época, Reino Unido, a favor de los intereses venezolanos y en rechazo al imperialismo europeo.
Bajo la Doctrina Monroe, atribuida al expresidente estadounidense James Monroe, que reclamaba una “América para los americanos”, EE.UU. intervino en la disputa sobre la frontera entre la Guayana Británica (actual Guyana) y Venezuela.
Fue una de las pocas veces en la historia que la “relación especial” entre las dos potencias anglosajonas se ha quebrantado. Y el motivo fue Venezuela.
Con 159.500 kilómetros cuadrados ricos en recursos naturales, el Esequibo ha sido por siglos el foco de una histórica disputa territorial.
Fue inicialmente controlado por el imperio español y el holandés, que más tarde se lo cedería a los británicos.
Según un documento del Departamento de Estado de EE.UU., la disputa entre Caracas y Londres comenzó oficialmente en 1841, cuando el gobierno venezolano denunció una presunta incursión británica en suelo venezolano.
En 1814, Reino Unido había adquirido la Guayana Británica mediante un tratado con Países Bajos, pero el pacto no definía la frontera occidental del territorio y por eso los británicos designaron en 1840 al explorador Robert Schomburgk para que trazara la frontera.
Poco después se dio a conocer la llamada “Línea Schomburgk“, un polémico trazado que reclamaba casi 80.000 kilómetros cuadrados adicionales.
Al mismo tiempo, Venezuela -recurriendo a los límites establecidos al momento de su independencia- aseguraba que su frontera se extendía hasta el este del río Esequibo, reclamando así dos tercios de la entonces colonia británica.
Pero la línea fronteriza no quedó ahí. Años después, cuando se descubrió la existencia de oro en la zona disputada, Reino Unido buscó extender la frontera aún más, agregándole 85.000 kilómetros cuadrados a su colonia.
Para Venezuela, esa fue la gota que colmó el vaso. Su gobierno decidió entonces romper relaciones con Londres y pedirle ayuda a EE.UU., solicitándole que pusiera en práctica la Doctrina Monroe, que desde 1823 establecía que cualquier intento europeo de interferencia en Estados soberados en América sería visto como muestra de una “disposición hostil” hacia Washington.
Estados Unidos respondió expresando preocupación, pero inicialmente hizo poco para facilitar una solución.
Pero tras la insistencia venezolana y la presión del entonces presidente estadounidense Grover Cleveland y la de su exembajador en Caracas, en enero de 1895 la Cámara de Representantes de Estados Unidos propuso la Resolución 252 al Congreso que recomendaba que la disputa fuera resuelta en un arbitraje internacional.
Cleveland había declarado anteriormente en una polémica intervención que la línea fronteriza en el Esequibo había sido ampliada “de una manera misteriosa”.
Más allá del tema del Esequibo, la intervención de Estados Unidos se dio en el contexto de una lucha entre Washington y Londres por mantener a América Latina en sus esferas de influencia.
“Ya estaba ocurriendo una especie de transición gradual entre el dominio británico y el estadounidense. En aquel momento, Gran Bretaña seguía siendo mucho más influyente que EE.UU. en América Latina”, le dice a BBC Mundo Benjamin Coate, profesor de historia de la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte.
“Y así fue hasta al menos el final de la Primera Guerra Mundo o incluso poco después”, prosigue.
A finales del siglo XIX también se llevó a cabo el Reparto de África y, según Coate, EE.UU. temía que las potencias europeas intentaran repartirse América Latina de la misma manera que lo hicieron con el continente africano.
La decisión de defender Venezuela también fue política. Entre 1893 y 1897 EE.UU. atravesaba una gran depresión económica y una de las críticas de la oposición hacia el presidente Cleveland era que no hacía que su país destacara como potencia.
Para Coate, lo irónico de asunto es que Cleveland fue en realidad “uno de los presidentes más antiimperialistas” que tuvo EE.UU.
“No necesariamente estaba tratando de ejercer una especie de control imperial estadounidense sobre América del Sur, pero quería evitar que los británicos siguieran expandiéndose”.
El historiador Matthew Pinsker del Dickinson College (Pensilvania) explica que la Doctrina Monroe fue desde su fundación y por más de 70 años “honorada más en su incumplimiento que en la realidad”.
Pero la disputa por el Esequibo cambió la dinámica.
“Parte de la razón por la que Estados Unidos se involucró fue porque un exembajador estadounidense en Venezuela estaba ejerciendo presión a nombre de los venezolanos. Ya habían pasado 30 años desde el fin de la guerra civil y el país y estaba más fuerte y más decidido a proyectar poder. Ya se hablaba de un canal y había esperanzas de que EE.UU. se convirtiera en una potencia mundial”, le dice a BBC Mundo.
En efecto, el escritor, abogado y exembajador estadounidense en Venezuela William Scruggs jugó un papel fundamental en la campaña por ayudar a Venezuela al publicar un controvertido panfleto titulado British aggressions in Venezuela; or The Monroe doctrine on trial(“Agresiones británicas en Venezuela; o la doctrina Monroe a prueba”).
Aunque molesto por la intervención estadounidense, Reino Unido estaba demasiado distraído por varios conflictos que enfrentaba en todo el mundo, especialmente en Sudáfrica, para concentrarse en este asunto.
No obstante, el exprimer ministro británico Lord Salisbury respondió a la presión estadounidense asegurando que la Doctrina Monroe no tenía validez como derecho internacional.
Pero Cleveland no daba su brazo a torcer y aquella respuesta lo enfureció.
El 17 de diciembre de 1895, en una sesión extraordinaria en el Congreso estadounidense, el mandatario solicitó que se creara una comisión que tendría como tarea investigar exhaustivamente sobre los límites de las naciones en disputa y propuso que las conclusiones de dicha comisión se hicieran cumplir “por todos los medios”.
La propuesta fue aprobada por unanimidad y en la prensa estadounidense comenzaron a circular rumores de guerra con Reino Unido.
Londres sabía que no podía darse el lujo de entrar en una nueva guerra con el gigante de Norteamérica y terminó aceptando la intervención de su excolonia.
Así fue como EE.UU., representando a Venezuela, y Reino Unido firmaron el 2 de febrero de 1897 un tratado en Washington para someter la disputa a un arbitraje internacional.
Venezuela estaba convencida de que la justicia estaría de su lado, pero la comisión terminó fallando el 3 de octubre de 1899 a favor de Reino Unido, estableciendo la “Línea Schomburgk” como la frontera entre ambos territorios.
Al polémico fallo se le conoce hoy como el Laudo Arbitral de París.
“El panel de arbitraje dominado por estadounidenses finalmente cedió la mayor parte del territorio en disputa a los británicos. La mediación mostró la fuerza de Estados Unidos en América Latina y también fue un punto de inflexión para las relaciones británico-estadounidenses en el camino hacia la ´relación especial´”, explica el profesor de historia Matthew Pinsker.
El historiador Benjamin Coate opina que Venezuela tuvo éxito logrando que EE.UU. interviniera y los ayudara, pero lamenta que una vez que Washington se metió en el asunto “ignoró completamente los intereses venezolanos”.
Mucho después, en los años 1950, surgieron algunas evidencias que hablaban de complicidad entre los delegados británicos y el juez ruso de aquel tribunal en París, cuyo voto fue decisivo para el fallo en contra de Venezuela.
Como respuesta a aquellas revelaciones, en 1962 Venezuela denunció el laudo como “nulo e írrito” y reactivó el reclamo del territorio ante las Naciones Unidas (ONU).
Tras la denuncia venezolana, se firmó el Acuerdo de Ginebra, según el cual la zona es controlada por Guyana aunque su soberanía es reclamada por Venezuela.
El acuerdo, que era de carácter transitorio, estableció un plazo de 4 años para solucionar el diferendo.
Pero sus pautas siguen vigentes y la disputa por la Guayana Esequiba continúa, pero ya Venezuela no cuenta con el apoyo de Washington y sus sueños por controlar una región rica en recursos naturales parecen haberse esfumado, por ahora.