En 2002, Bolivia era testigo de cómo la superconocida “M” amarilla desaparecía del país. Terminaba la desventura de McDonald’s en suelo boliviano.
La icónica cadena de comida rápida se despedía de tierras bolivianas tan solo cinco años después de su desembarco luego de no lograr los resultados esperados.
Bolivia en aquel entonces llevaba más de 15 años de gobiernos liberales, con vocación de mercado y apertura a capitales internacionales.
Sin embargo su economía estaba tan contraída que comprar un menú de esa cadena internacional resultaba muy caro para mayoría de los bolivianos, incluidos los de la clase media.
Así, ese país se convirtió en el primero de Latinoamérica en el que McDonald’s llegó a estrellarse y cerrar sus puertas.
Ahora, 17 años después, mucho ha cambiado en Bolivia. Lo que más, el giro ideológico del país que pasó de tener presidentes alineados a los mandatos del mercado a uno que en sus discursos fustiga sin clemencia al capital internacional y las transnacionales.
Y que además envió un claro mensaje al mundo en su primer año de mandato al decretar la nacionalización de los hidrocarburos.
La paradoja es que -según analistas e inversores- hoy McDonald’s triunfaría sin problemas como ya lo hacen varios cientos de franquicias y compañías internacionales que desembarcaron en el país en la última década.
La Bolivia socialista de Evo Morales (quien busca un cuarto mandato presidencial en las elecciones de este 20 de octubre) se convirtió en terreno fértil para cadenas extranjeras de comida, ropa, electrodomésticos y también para las transnacionales dedicadas a rubros como el petróleo, la minería o la agroindustria.
Se estima que Bolivia llegó a la era del consumo global al menos una década tarde.
Entre finales del siglo pasado y principios del actual, en ese país casi no se veían los centros comerciales y tampoco aparecían las cadenas internacionales de comida que ya se multiplicaban a lo largo de muchas ciudades latinoamericanas.
Apenas un puñado de multinacionales se arriesgaron a invertir en una Bolivia en crisis y pobre. De acuerdo al Banco Mundial, en 2002 el 63% de sus habitantes vivía por debajo de la línea de pobreza, mientras que para 2018 esa cifra se redujo al 35%.
Además, la inversión extranjera directa en el país alcanzaba US$250 millones en 2005, mientras que en años más recientes llegó hasta los US$1.750, según la Comisión Económica para América Latina (Cepal).
“Ese cambio tan grande es el que nos ha favorecido bastante”, explica Alfredo Troche, expresidente de la Cámara Boliviana de Franquicias y analista de mercados.
Troche le explica a BBC Mundo que, en la última década, son más de 300 las cadenas internacionales que decidieron ingresar a Bolivia, principalmente en los rubros de alimentos, moda, entretenimiento y servicios, sin contar las multimillonarias inversiones hechas por las petroleras y mineras llegadas del exterior..
“Antes el mercado era muy pequeño, nada atractivo, pero desde 2010 las marcas comenzaron a ingresar con mucha más fuerza sobre todo por la apertura de centros comerciales”, indica Troche.
El analista señala que “los indicadores macroeconómicos favorables y el crecimiento sostenido son una buena señal para las inversiones extranjeras” y ese fue uno de los factores determinantes.
Añade que el crecimiento del ingreso de cadenas internacionales al país es de alrededor de 11% anual.
Santa Cruz de la Sierra, la ciudad boliviana con mayor población y donde hacen base la mayoría de las industrias nacionales y extranjeras, es la principal anfitriona de las cadenas internacionales y de las transnacionales petroleras y de la agroindustria.
Le sigue La Paz, la sede de los poderes del país.
Samuel Doria Medina quedó en segundo lugar en las elecciones presidenciales de 2014 y su bancada en el Congreso es la más numerosa de la oposición.
Además, es el empresario que trajo a Burger King a Bolivia a principios de siglo y mantuvo a flote a la franquicia durante los años de recesión en el país. Ahora tiene operaciones en los rubros del turismo y los alimentos.
El político, en entrevista con BBC Mundo, sostiene que el auge de las transnacionales en Bolivia se explica porque Morales gobierna con “capitalismo para sus amigos y socialismo para sus enemigos“.
“Morales trata de atraer inversión extranjera para intentar remplazar con ella a la inversión pública y por eso tiene un doble discurso que está totalmente divorciado de la realidad”, indica Doria Medina.
Según el Doria Medina, el presidente boliviano “dice una cosa y hace otra” cuando se estrella contra el capitalismo internacional y es al mismo tiempo amigo de grandes capitalistas.
“Hay contradicciones muy grandes. Sectores como los productores de coca, que no pagan impuestos, tienen la licencia para practicar un capitalismo salvaje impulsado por el gobierno. Lo mismo sucede con los grandes empresarios agroindustriales que también son muy cercanos para Evo Morales”, señala.
Doria Medina apunta que Bolivia es un país con inseguridad jurídica y escasa incidencia de la separación de poderes, lo que dificulta las condiciones para invertir a menos que seas parte del esquema de “capitalismo de amigos” donde se encuentran compañías muy poderosas de diferentes rubros.
Paradójicamente, añade el entrevistado, ahora son los bolivianos los que tienen mayores dificultades para realizar emprendimientos económicos por la burocracia y las políticas de impuestos.
“Hay muchas empresas petroleras multinacionales que han recibido muchos favores y obtuvieron condiciones muy favorables gracias al gobierno, pese a que el discurso oficialista habla de una nacionalización de los hidrocarburos”, concluye.
Las transnacionales en los rubros de hidrocarburos y minería, por ejemplo, son las grandes beneficiarias de la explotación de los recursos naturales bolivianos, sostienen expertos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), con sede en La Paz.
“El ciclo de precios altos de las materias primas ha alentado la explotación acelerada y, en muchos casos, desmedida, de hidrocarburos y minerales. El resultado ha sido la elevación absoluta de ganancias para las transnacionales y, en ausencia de obligatoriedad de la exploración (de nuevas vetas o campos), la peligrosa reducción de las reservas (de Bolivia)”, explica a BBC Mundo el analista Carlos Arze.
El experto señala que los privilegios a los que acceden las petroleras van desde incentivos a la producción y reconocimiento de costos hasta la “apertura de áreas protegidas y parques nacionales a la explotación hidrocarburífera”.
Según datos del CEDLA, las transnacionales controlan el 80% de la producción de hidrocarburos de Bolivia y, tras lo que han explotado todos estos años, no han invertido en exploración o desarrollo de nuevos campos.
“En los casi 14 años de gobierno no se ha descubierto ningún campo nuevo importante”, apunta Arze.
En el caso de la minería, el experto señala que el caso más ilustrativo es el de la transnacional San Cristóbal, que administra la mina que produce la mayor cantidad de los principales minerales metálicos para exportación.
“Paga al Estado menos del 10% del valor de sus exportaciones por concepto de regalías e impuestos”, afirma el investigador de CEDLA.
Para el gobierno de Evo Morales, el “secreto de su crecimiento económico y social” es lo que bautizaron como Modelo Económico Social Productivo Comunitario
Así lo indicq el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, señalado de ser uno de los artífices del llamado “milagro boliviano” que colocó a la economía del país entre las que más crecieron en América Latina durante los últimos años.
Arce Catacora no coincide con aquellos que señalan a las transnacionales como las grandes beneficiarias de la explotación de los recursos naturales.
El ministro asegura que la nacionalización de los hidrocarburos fue uno de los tres pilares de la transformación económica de Bolivia junto a la redistribución de los ingresos y la participación activa del Estado en la economía.
“La nacionalización determinó que los recursos que antes se iban al extranjero remesados por las empresas transnacionales que operaban en nuestro país se queden para el disfrute de los bolivianos”, afirma Arce Catacora.
El ministro sostiene que los bonos y la política redistributiva iniciados en el gobierno de Morales es el motivo por el que Bolivia amplió su capacidad de consumo.
“(Los bonos) tuvieron un efecto dinamizador de la demanda interna que benefició no solo a los consumidores bolivianos, sino también al sector empresarial grande, mediano, pequeño y hasta la micro empresa, que vieron aumentadas sus ventas como en ningún período de la historia del país”, concluye.
Arce Catacora no lo menciona, pero el analista de mercados Alfredo Troche sí reconoce que el aumento de la capacidad de gasto en Bolivia no solo ha beneficiado a la industria nacional sino también a la transnacional.
“La gente ha cambiado. Por ejemplo, como hay distancias cada vez más largas y menos tiempo, a mediodía prefieren comer un pollo frito o una hamburguesa en lugar de ir a sus casas. Por eso las franquicias siguen creciendo”, indica.
Pero no se trata solo de comida, el relativamente nuevo consumismo boliviano ya puso en alerta a los industriales locales que ven que la preferencia por los productos extranjeros es cada vez mayor.
Así lo viene alertando la Confederación Nacional de Mediana y Pequeña Empresa de Bolivia desde hace algunos años.
“Hay una cultura de consumir lo extranjero, buscan los productos de marca y no calidad“, señaló la entidad preocupada por el descenso en sus ventas ante la llegada masiva de mercadería del exterior.
Esta preocupación ya motivó al gobierno a establecer que un porcentaje de los bonos que perciben los trabajadores por Navidad y fin de año tenga que ser gastado en productos nacionales.
Una medida que muestra que, entre los muchos cambios (buenos, regulares o malos) que se produjeron en los tres mandatos que lleva Evo Morales, están los hábitos de gasto y consumo de los bolivianos.
Por ello, en criterio de Alfredo Troche, si McDonald’s quiere volver a Bolivia, este es el momento.