La nube provocada por la explosión en Líbano continúa impactando a quien ve videos de la tragedia.
Fue la protagonista de cientos de videos y comentarios que circularon tras la explosión en el puerto de Beirut: una inmensa nube en forma de hongo.
Sus efectos eran visibles este miércoles: edificios y casas colapsados, vidrios, polvo y ruinas por doquier.
Más de 130 personas murieron, más de 4.000 resultaron heridas y cerca de 300.000 se quedaron sin hogar luego de la explosión, atribuida según informes iniciales a unos depósitos de más de 2.700 toneladas de nitrato de amonio almacenadas desde hace seis años en el puerto.
Todavía se desconoce qué causó la detonación que se sintió incluso en Chipre, a más de 200 kilómetros de Beirut.
Pero un día después, las imágenes de la peculiar nube que se generó tras la explosión siguen generando interrogantes, dado que su forma de hongo ha sido asociada por años a las detonaciones nucleares.
Sin embargo, este tipo de fenómeno, conocido generalmente como “nube de condensación” o “nube de Wilson” es más común de lo que parece y no siempre está asociado a armas atómicas.
Según explicó el Servicio de Meteorología del Sur de Brasil (Metsul), cuando ocurren grandes explosiones en aire suficientemente húmedo, la onda de choque causa una rarefacción (reducción de la densidad) del aire alrededor de la explosión.
De acuerdo con Metsul, esta reducción de la densidad produce un enfriamiento temporal de esa parte del aire, lo que provoca una condensación de parte del vapor de agua contenido en él.
Es este fenómeno el que genera la llamada nube de condensación o Wilson.
Andrew Sella, profesor de química del University College de Londres, explicó a la BBC que está también asociada a la onda de choque que se produce por el aire comprimido.
“El aire se expande rápidamente, luego se enfría de repente y el agua se condensa, lo que origina la nube”, indica.
Metsul agrega que la forma de la onda de choque está influenciada por otros factores, como la variación en la velocidad del sonido, la altitud, la temperatura y la humedad de las diferentes capas atmosféricas.
De acuerdo con los reportes, la onda de choque alcanzó casi 10 kilómetros a lo largo de la capital libanesa.
Metsul indica que mientras mayor sea la carga de explosivos que detona, mayor puede ser el tamaño de la nube y el impacto de su onda de choque.
Basado en el cráter que dejó y el impacto en las ventanas de vidrio a cierta distancia, algunos expertos han estimado que la explosión equivalió a la detonación de entre 2 y 3 kilotones de TNT, aunque las estimaciones varían.
Según un artículo de la publicación académica digital The Conversation escrito por el ingeniero químico Gabriel da Silva, de la Universidad de Melbourne, Australia, una de las claves para la gravedad de la explosión y la nube que generó está en la densidad del oxígeno producto del material que explotó.
“El nitrato de amonio no se quema por sí solo. Actúa como una fuente de oxígeno que acelera la combustión de otros materiales”, escribió.
“Las pastillas de nitrato de amonio tienen mucho más oxígeno concentrado que el aire que nos rodea. A altas temperaturas, este compuesto se descompone violentamente, creando gases como óxido de nitrógeno y vapor de agua”, añadió.
En su libro The Effects of Nuclear Weapons, Samuel Glasstone y Philip J. Dolan cuentan que la nube fue nombrada así por científicos estadounidenses que observaban algunas pruebas nucleares en 1946 en el atolón Bikini, en el Pacífico.
De acuerdo con los autores, la llamaron así por su parecido con otra nube que aparece en condiciones de laboratorio en la llamada cámara de nubes Wilson, un instrumento que facilita la reducción temporal de la presión en un sistema cerrado y marca la trayectoria de las partículas subatómicas eléctricamente cargadas.
Sin embargo, aunque tomó ese nombre de las pruebas nucleares, luego se les comenzó a llamar también nubes de condensación, para no asociarlas siempre a las armas atómicas.
Y es que este tipo de nubes a veces se puede producir también en fenómenos no trágicos, como por ejemplo el vuelo de los aviones supersónicos o de aviones normales sobre cielos húmedos de determinadas latitudes.
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