Sanalee Mercado, una ama de casa de 33 años, afirma que su cuerpo aún siente angustia. Dice también que junto a esa angustia, siente una tristeza profunda y que ha llorado tanto que sus lágrimas "se han secado".
La mujer no es ajena a ninguna de estas emociones. Vive en Puerto Rico junto a su esposo, un mecánico de 30 años y sus dos bebés, uno de 4 años y otro de 2 meses.
Y por segunda ocasión se ha salvado de la amenaza directa de un huracán.
El domingo pasado, cuando el ciclón Fiona azotó las costas del territorio estadounidense como un huracán categoría 1 con vientos sostenidos 137 Km/h y copiosas lluvias, Sonalee se encontraba en su casa pensando que estaría segura.
A esa vivienda, localizada en un barrio montañoso de Aguas Buenas, un pequeño pueblo del centro de Puerto Rico, se mudó luego de haberlo perdido todo durante el paso del huracán María, que hace exactamente cinco años destruyó gran parte de la isla.
En el aniversario de aquel huracán que cobró la vida de casi 3.000 personas y causó miles de millones en daños, nuevamente debe pensar en cómo reiniciar su vida.
“Con María fue duro. Devastador. Pero como ahora, jamás. El sufrimiento que yo tuve el día del huracán Fiona, con mis niños asustados, todavía lo siento hoy”, dice en entrevista con BBC Mundo.
Al igual que Sonalee, miles de personas han quedado desplazadas por los deslaves e inundaciones de este ciclón, cuyos daños reales aún no se han calculado.
Pero para ella, los números no son necesarios. Así fue la noche que quedará en su recuerdo para siempre.
En la noche del domingo, a eso de las 10:30 hora local, comenzó una odisea inesperada. Afuera llovía a cántaros y las ráfagas de viento golpeaban la vegetación.
Su esposo y el pequeño de 4 años dormían en el cuarto de la casa en la que viven, mientras ella atendía al bebé.
“Entonces vi a uno de mis dos perros correr de lado a lado y coloqué al bebé en su cuna. De pronto escuché como si algo se rompiera. Pensé que eran los vientos pero el ruido era cada vez más fuerte y cuando miro por la ventana con la luz del celular veo un desplazamiento de tierra“, cuenta.
“Corrí a levantar a mi esposo y dormido me preguntó qué me pasaba. Y le digo: ‘Se está derrumbando el terreno de más arriba‘. Entonces la casa comenzó a temblar”.
El esposo de Sonalee se levantó a toda prisa y también corrió a la sala para observar lo que ella le contaba. Miró igual por la ventana, y luego de alejarse, un poste de alumbrado eléctrico se deslizó desde la montaña y quedó incrustado en donde él se había parado momentos antes. El hombre resultó ileso.
“Ese deslizamiento arrastró el poste, pero no sabemos de dónde salió. Sabrá Dios de dónde venía arrastrándose y entró por la ventana”, cuenta Sonalee.
La pareja no lo pensó dos veces, y junto a los niños salieron de la residencia e intentaron transportarse en su auto a un lugar seguro.
“Nos montamos en la guagua [camioneta] para salir a casa de mi suegra, que es la más cercana, pero no pudimos por el deslizamiento. Y del otro lado había derrumbes. Era imposible salir y volvimos a casa”, detalló.
Las siguientes horas las pasaron en el auto, mientras afuera el huracán azotaba la isla. Sonalee relató en Facebook su angustia. “Necesitamos ayuda, estoy con mis bebés en el carro. Ayuda, no hay salida y el derrumbe está dentro de mi casa y se metió el poste por la ventana”, decía en un mensaje en su perfil de la red social.
Sus suegros intentaron llegar al lugar y despejar el camino, pero estaba oscuro y el viento imposibilitaba cualquier maniobra sin poner en peligro sus vidas. Se comunicó con la Oficina de Manejo de Emergencias del municipio, pero por la misma situación de peligrosidad no podían efectuar el rescate.
“Ellos no tenían acceso [los rescatistas] porque yo vivo en el campo. El río estaba saliendo, era imposible. No tuvimosmás remedio que resguardarnos en el carro“, dice Sonalee.
“Había derrumbes en todos lados… era imposible salir”, añadió.
A la mañana siguiente varios vecinos y amigos de su esposo despejaron el camino para que pudieran salir.
La casa ya no es segura, así que ahora la familia se refugia en un hogar a medio construir que planificaban como vivienda futura. La agencia del gobierno de Puerto Rico que atiende los asuntos familiares le ha entregado una cuna y próximamente le entregará nuevos enseres eléctricos.
“Estamos construyendo una casa cerca, está la estructura levantada. Nos metimos aquí”, relata.
Por el momento, aunque la estructura no tiene losas y las ventanas están recubiertas con madera, es una solución temporal para dormir. Y pese a la experiencia negativa del fin de semana, Sonalee dice que ahora más que nunca quiere terminar de construir su vivienda.
Pero esto no significa que no esté “frustrada”, “porque todo lo conseguimos con sacrificio”.
A esa frustración también se le suma el trauma, algo que no solo la acompañará a ella en el empinado camino que supone reponerse de un ciclón.