La población de Líbano intenta recuperarse del horror causado por una fuerte explosión en el puerto de Beirut que el martes dejó decenas de muertos y miles de heridos en la capital libanesa.
El Ministerio de Sanidad habla de al menos 78 víctimas mortales y más de 4.000 heridos, cifras que las autoridades temen que aumenten dada la cantidad de desaparecidos que pueden estar entre los escombros de los edificios colapsados.
El incidente causó además graves destrozos materiales en el puerto y zonas colindantes.
El presidente de la República, Michel Aoun, declaró tres días de luto y anunció un fondo de emergencia por valor de unos US$66 millones.
Entre el estupor y la tristeza, la pregunta que predomina es qué hay detrás de esta mortal explosión.
La información es todavía confusa y hay una investigación en marcha, pero distintos miembros del gobierno indicaron que lo más probable es que la explosión fuera un trágico accidente.
En una reunión de urgencia con el presidente, el primer ministro de Líbano, Hassan Diab, reveló que había un cargamento de 2.750 toneladas de nitrato de amonio que llevaba seis años almacenado en el puerto sin las medidas de seguridad adecuadas.
Los peligrosos químicos habían sido confiscados a una embarcación en 2013.
El presidente se hizo eco de la información aportada por el primer ministro y divulgó el dato en redes sociales.
Asimismo, el jefe de Seguridad General, Abbas Ibrahim, y otros miembros del gabinete coincidieron en señalar la misma causa.
Sin embargo, lo que nadie explica hasta ahora es qué es lo que hizo que el material prendiera.
El nitrato de amonio es un químico industrial común que tiene diferentes usos, pero los dos principales son como fertilizante agrícola y para minas explosivas.
Es altamente explosivo cuando entra en contacto con fuego, y al explotar puede desprender gases tóxicos como óxidos de nitrógeno y amoníaco.
Al ser tan inflamable hay reglas muy estrictas para su almacenamiento seguro.
Entre los requisitos está que el lugar esté preparado a prueba de incendios.
Tampoco puede haber desagües, tuberías u otros canales en los que se pueda acumular el nitrato porque crearía un peligro explosivo adicional.
En un país como Líbano, que ha vivido una larga guerra civil (1975-1990) y que se encuentra en una región donde no faltan los conflictos, no es extraño que una explosión como la del martes se asocie rápidamente con un ataque intencionado.
Algunas miradas giraron hacia Israel, país vecino con el que Líbano tiene un pasado de enfrentamiento bélico y con el que persisten las tensiones fronterizas.
El episodio más reciente ocurrió la semana pasada cuando el gobierno israelí afirmó que había desmantelado un intento del grupo radical libanés Hezbolá de infiltrarse en su territorio.
En conversación con la BBC, un funcionario israelí negó rotundamente que su país tuviese algo que ver con la explosión, y el propio jefe de seguridad libanés también descartó esa posibilidad.
El corresponsal de la BBC en Medio Oriente, Jeremy Bowen, señaló que el desmentido israelí “parece bastante creíble”.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresó su propia opinión el martes durante una rueda de prensa en la que puso en duda la versión de las autoridades libanesas.
“Parece un ataque espantoso”, afirmó Trump.
“Me he reunido con algunos de nuestros grandes generales y ellos parecen sentir que lo fue [un ataque]. Esto no fue un suceso tipo una explosión industrial“, señaló, y añadió: “Esto parece que fue, según ellos [los generales], lo sabrán mejor que yo, pero parece que piensan que fue un ataque, fue algún tipo de bomba”.
Tras la difusión de estas declaraciones, dos funcionarios estadounidenses, que hablaron con la agencia Reuters de forma anónima, dijeron que no está claro de dónde está recibiendo Trump la información y añadieron que los datos iniciales no parecen mostrar que la explosión fuera un ataque.
Los funcionarios dijeron que hasta el momento la información se acerca más a lo que han dicho las autoridades libanesas públicamente.
Agregaron que todavía es pronto para sacar conclusiones y que la situación puede cambiar con el paso de las horas.
La explosión ocurre en un país con un contexto ya delicado, agravado por su peor crisis económica desde la guerra civil de 1975-1990.
La situación pone de relieve las profundas divisiones en la sociedad libanesa, donde muchos ciudadanos acusan a la élite política dominante de acumular riqueza en lugar de realizar las amplias reformas necesarias para resolver los problemas del país.
Los cortes de electricidad, la falta de agua potable y el acceso limitado a la salud pública se han convertido en parte de la rutina de buena parte de la población.
Además, la pandemia de covid-19 ha puesto al sistema sanitario bajo una presión todavía mayor, a lo que se suma ahora la llegada de miles de heridos por la explosión a los hospitales de la capital.
Lo ocurrido este martes tiene además conexión con otro episodio sensible en el país. La explosión se produjo cerca del lugar donde un atentado con auto bomba mató al ex primer ministro Rafik Hariri el 14 de febrero de 2005.
Precisamente, en los próximos días se espera que se anuncie el veredicto del juicio a cuatro hombres acusados de organizar el ataque.
El primer ministro, Hassan Diab, prometió en un breve discurso televisado este martes que los responsables de la gran explosión van a “pagar el precio” y que esta catástrofe “no pasará sin responsabilidades”.