Las tensiones entre Estados Unidos e Irán -y el juego de poderes en el Medio Oriente- dieron este viernes un giro inesperado.
Tras más de una semana de escalada en el conflicto, Washington mató en un ataque relámpago en Irak a Qasem Soleimani, el alto mando militar iraní que Teherán consideraba un héroe en vida y al que EE.UU. acusaba de la muerte de “cientos” de sus ciudadanos.
La operación, “destinada a disuadir futuros planes de ataque de Irán” según el Pentágono, desató una tormenta política en la región, hacia donde Estados Unidos anunció que desplegará más de 3.500 militares.
El ataque provocó un amplio rechazo en Irán, cuyo máximo líder, el ayatola Alí Jamenei, prometió una “venganza severa contra los criminales” detrás del “martirio” de Soleimani.
Las autoridades iraníes no detallaron el tipo de represalias que planean tomar o cuándo, pero varios países de Medio Oriente, desde Israel, hasta Irak y Arabia Saudita pusieron sus tropas en alerta ante posibles ataques.
Grupos cercanos a Teherán, como el islamista Hezbolá, también prometieron vengar la muerte del líder de las Fuerzas Quds, el batallón de la Guardia Nacional Revolucionaria de Irán encargado de operaciones élite en la región.
En su primera declaración ante los medios sobre el incidente, presidente Donald Trump aseguró este viernes que su gobierno no buscaba un “cambio de régimen” en Irán ni tampoco iniciar una guerra.´
“Ejecutamos con éxito un ataque de precisión que mató al terrorista número uno del mundo (…). Tomamos acciones anoche para detener una guerra, no para comenzar una guerra”, dijo a periodistas.
Aunque algunos analistas han consideraron la operación como una “declaración de guerra”, el corresponsal de asuntos diplomáticos de la BBC, Jonathan Marcus, asegura que es importante no exagerar ni subestimar la importancia de lo sucedido.
“Este podría convertirse en un momento decisivo para Medio Oriente y para el papel de Washington en la región. Se espera una represalia iraní significativa y esto podría conducir a un ciclo de acción y reacción que podría acercar a los dos países a un conflicto total”, opina Marcus.
Según contaron fuentes de inteligencia a medios estadounidenses, la operación, que se realizó por órdenes de Trump y consistió en un “ataque de precisión”, se produjo en horas tempranas del viernes en las cercanías del Aeropuerto Internacional de Bagdad.
Los reportes indican que Soleimani había llegado al país poco antes, al parecer de Siria o Líbano, y era transportado en un convoy de dos vehículos donde también viajaban miembros de la milicia iraquí apoyada por Teherán.
BBC Monitoring, el servicio de monitoreo de medios de la BBC, indica que en un inicio, la televisión iraní reportó que el ataque tuvo lugar con helicópteros utilizados por las fuerzas estadounidenses en Irak.
Sin embargo, medios de Estados Unidos aseguran que, en realidad, la operación se realizó con un avión no tripulado: un MQ-9 Reaper, un dron también conocido como Predator B que puede alcanzar una velocidad máxima de 480 km/h.
EE.UU. no se ha pronunciado sobre la legalidad del uso de este tipo de dispositivo en las cercanías de un aeropuerto internacional o los peligros que pudo representar para el tráfico aéreo en la zona.
El dron, de acuerdo con fuentes del gobierno de EE.UU. citadas por The New York Times, lanzó dos misiles de alta precisión contra los dos carros del convoy poco después de que rebasaran una curva, cerca de una terminal de carga en la salida del aeropuerto.
La televisora árabe Al Arabiya reportó que se trató de dos misiles Hellfire R9X, también conocidos como “Ninja”, un proyectil aire-tierra diseñado para destruir carros de combate desde helicópteros o aviones.
Según la cadena árabe, es la novena vez que las fuerzas estadounidenses usan este tipo de misil en operaciones en el Medio Oriente.
Poco después del ataque, que al parecer se coordinó desde una de las bases de EE.UU. en Irak, un video compartido por grupos de milicias chiítas mostraba los restos en llamas del vehículo en el que supuestamente viajaba Soleimani y otra fotografía en la que aseguraban que aparecía la mano ensangrentada del comandante con su típico anillo rojo.
Otras imágenes publicadas por la oficina de medios de las Fuerzas de Operaciones Conjuntas del Ejército iraquí en su página oficial de Facebook también mostró un vehículo destruido en llamas en la carretera a la salida del aeropuerto de Bagdad.
Aunque no en la horas posteriores al ataque no había sido publicado un recuento oficial de las víctimas ni se dio a conocer la identidad de la mayoría, reportes de inteligencia citados por varios medios estadounidenses y del mundo árabe los cifran entre seis y siete.
Además de Soleimani, Irán confirmó también el deceso de Abu Mahdi al Muhandis, jefe adjunto de las Fuerzas de Movilización Popular de Irak, una milicia apoyada por Teherán.
La televisión estatal iraní informó que tres de los muertos eran militares de la Guardia Nacional Revolucionaria, mientras The New York Times señaló que también se encontraban miembros de la milicia iraquí que se encargaban de la protección del militar iraní.
Al Arabiya, por su parte, indicó que también estaban funcionarios libaneses de Hezbolá que acompañaban en su viaje a Soleimani.
La relatora para ejecuciones extrajudiciales de Naciones Unidas, Agnes Callamard, cuestionó la legalidad al amparo de las leyes internacionales de la muerte del general iraní y otras personas durante el ataque.
“Las muertes selectivas de Qasem Soleiman y Abu Mahdi al Muhandis son ilegales y violan el derecho internacional humanitario: fuera del contexto de hostilidades activas, el uso de drones u otros medios para muertes selectivas casi nunca será legal”, escribió en Twitter.
“La declaración (del Pentágono) no menciona a las otras personas que murieron junto a Soleimani. ¿Colateral? Probablemente. Ilegal. Absolutamente”, agregó.
El gobierno de Estados Unidos, por su parte, aseguró que la operación respondió a que el iraní “estaba desarrollando activamente planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en toda la región”, aunque no aportó pruebas al respecto.
La operación militar de EE.UU. en Irak tiene lugar tras crecientes tensiones en los últimos días entre Washington e Irán.
Un contratista estadounidense murió cerca de Kirkuk, Iraq, la semana pasada y cuatro miembros del ejército resultaron heridos en un ataque por el que EE.UU. responsabilizó a Irán y a Soleimani.
“Él había orquestado ataques contra las bases de la coalición en Irak en los últimos meses, incluido el ataque del 27 de diciembre, que culminó con una muerte y heridas a personal estadounidense e iraquí”, indicó el Pentágono en el comunicado sobre la operación.
Según The Washington Post, fue este hecho el que llevó a que se comenzara a discutir un ataque, pero días más tarde, en la víspera de Año Nuevo miembros de la milicia apoyada por Teherán asediaron la embajada de Estados Unidos en Bagdad.
Esto, según los medios de Estados Unidos, no solo habría llevado a la decisión de desplegar efectivos a la región, sino que también decidió el contraataque.
Las relaciones entre Washington y Teherán se han deteriorado significativamente desde 2018, cuando Trump se retiró del acuerdo nuclear con la república islámica y comenzó a imponerle sanciones que han devastado su economía.
En junio pasado, el mandatario estadounidense autorizó y luego suspendió la realización de ataques aéreos en Irán luego de que Teherán derribara un dron de vigilancia.
Las tensiones se volvieron también crecientes luego de la explosión en varios buques en el estrecho de Ormuz y tras los ataques a una refinería en Arabia Saudita que fueron también atribuidos a Teherán.
Soleimani no solo era la figura militar más poderosa de Irán, sino una de las más influyentes del país, solo superado por el ayatola Jamenei, a quien reportaba directamente.
El militar no era solo considerado como el cerebro estratégico detrás de la enorme ambición de su país en Medio Oriente, sino también el verdadero canciller iraní en temas de guerra y paz.
Era tanta su importancia que, según The New York Times, su muerte fue considerada por los gobiernos de Barack Obama y George W. Bush, que, sin embargo, decidieron no actuar para evitar una potencial guerra con Teherán.
El militar, de 62 años, se hizo paso en la política iraní luego de participar en la guerra de su país con Irak en la década de 1980 y más tarde, como el estratega tanto en la lucha contra el autodenominado Estado Islámico como en la creación de red de influencias en la región.
Como comandante del grupo élite Quds fue el responsable de los lazos tejidos por Teherán con la milicia libanesa de Hezbolá y con grupos palestinos como Hamás.
A este general iraní se le atribuye haber definido la estrategia que ayudó al presidente Bashar al Asad a cambiar el curso de la guerra contra las fuerzas rebeldes en Siria, al mismo tiempo que tomaba el control de la milicias chiitas en Irak, que recibían apoyo y entrenamiento de Irán.
De ahí que, según el corresponsal de asuntos diplomáticos de la BBC, resulta casi impensable que no haya una respuesta iraní sólida, incluso si no es inmediata.
Estados Unidos tiene más de 5.000 efectivos desplegados en Irak, así como numerosas representaciones diplomáticas en el Oriente Medio que podrían convertirse en objetivos de represalias, según Marcus.
“La respuesta de Irán podría ser contra los intereses militares de Estados Unidos en la región, pero igualmente podría ser contra cualquier objetivo relacionado con Estados Unidos que Irán considere vulnerable”, afirma.