Cuando el astrónomo suizo Didier Queloz descubrió el primer exoplaneta en la historia -el 51 Pegasi b-, estaba solo y no tuvo con quien celebrarlo.
“En ese momento era la única persona en el mundo que sabía que había descubierto un planeta”, le dijo Queloz a la BBC en una entrevista en 2016.
El descubrimiento ocurrió una noche invernal de enero de 1995 en el observatorio de Haute-Provence, en el sur de Francia.
“Pero a la vez creía que podía haber un error. Que me podía haber equivocado. Estaba realmente muy asustado”, recordó el científico.
Aquel susto valió la pena porque estaba en lo cierto: el 51 Pegasi b se convirtió en el primer planeta descubierto por el hombre que orbita alrededor de una estrella por fuera de nuestro sistema solar.
Tanta razón tenía que, este martes, la Academia Sueca de Ciencias decidió otorgarle a él y a su asesor de investigación, el también astrónomo Michel Mayor, el Premio Nobel de Física de 2019.
“Hicieron historia. Ese descubrimiento cambió la astronomía para siempre”, le dijo a la BBC el astrónomo de la Universidad de California Steve Vogt.
Pero ¿cómo fue el descubrimiento del 51 Pegasi b y por qué fue tan importante para definir nuestra concepción del sistema solar y la posición de la Tierra en el cosmos?
Desde que se definió la idea del sistema solar y con el desarrollo de los telescopios, los astrónomos y los físicos comenzaron la búsqueda de planetas que estuvieran más allá del sistema solar.
Hacia 1992, Alex Wolszczan y Dale Frail, dos astrónomos estadounidenses, informaron del descubrimiento de dos planetas externos al sistema solar.
Sin embargo, esos cuerpos celestes no giraban alrededor de una estrella -como hacen la Tierra y los otros siete planetas alrededor del Sol-, sino de un cuerpo muerto.
“Las condiciones climáticas de esos dos cuerpos eran infernales. Así que la noticia no representó un hallazgo verdadero. Algo innovador”, explicó Vogt.
Durante la década de los 80, varios astrónomos establecieron ciertos patrones del reflejo de la luz de los planetas y, sobre todo, del “tambaleo” de esa luz, que permite determinar que un planeta gira alrededor de una estrella.
“Lo que hicieron estos astrónomos fue buscar una manera más práctica de encontrar planetas, porque simplemente hallarlos fuera del sistema solar se estaba volviendo casi imposible”, indicó Vogt.
Y fue un “tambaleo de luz” lo que Queloz identificó aquel día de enero de 1995.
Pero no lo vio en el telescopio. El día estaba nublado y entonces el hombre, que se acababa de graduar en astronomía en la Universidad de Ginebra, Suiza, se puso a procesar la información recolectada en los últimos días.
De acuerdo a su relato, los datos sugirieron que una estrella brillante, llamada 51 Pegasi b, se tambaleaba muy ligeramente.
Era el tipo de bamboleo que Queloz estaba buscando: un movimiento estelar que podría señalar la presencia de un planeta.
Pero no estaba seguro. Su director de tesis, Michel Mayor, tampoco creía mucho en el descubrimiento.
“Era un estudiante, no se suponía que fuese a descubrir un planeta“.
Durante meses, Mayor puso a Queloz bajo presión: trabajaron sin pausa para evitar una malinterpretación de su descubrimiento. Y para ello crearon un instrumento que erradicara las dudas en torno al descubrimiento de un exoplaneta.
“Era un conductor de luz de fibra óptica dentro del telescopio que podía dar una lectura exacta de aquel ‘tambaleo'”, explicó el periodista experto en astronomía Marcus Woo.
Finalmente, el 6 de octubre de aquel año, tras varios meses de secretismo, Mayor y Queloz le dieron la noticia al mundo.
“A partir de ese día, y gracias a su técnica, se han encontrado miles de exoplanetas“, señaló Vogt.
En su relato, Queloz y Mayor describieron al 51 Pegasi b como una gran bola de gas similar a Júpiter.
Pero lo extraño es que su órbita solo tarda cuatro días en terminar. El planeta está seis veces más cerca de su estrella que Mercurio del Sol, tan cerca que su superficie se hornea a 1.000 grados centígrados.
Además, el calor extremo infla su atmósfera, haciéndolo un 50% más grande que Júpiter, a pesar de que es un 47% más ligero.
Esa descripción causó mucho escepticismo dentro del mundo de la astronomía, porque básicamente contradecía toda la teoría de la formación de los planetas.
Pero otros investigadores, como el astrónomo Paul Butler, del Carnegie Institute, llegaron a la misma conclusión: era un planeta. Y era el primero que observamos desde la Tierra que se encuentra fuera del sistema solar.
“El descubrimiento de un planeta alrededor de otra estrella sería uno de los más profundos de la historia humana. Probaría que el sistema solar no estaba solo. Nos impulsaría más cerca de saber si hay otras vidas ahí fuera y redefiniría nuestro lugar en el Universo”, escribó Woo.