Ota Benga fue secuestrado en lo que actualmente es la República Democrática del Congo en 1904 para ser llevado a Estados Unidos y exhibido en un zoológico en la jaula de los monos.
La periodista Pamela Newkirk, quien ha investigado y escrito ampliamente sobre el tema, reflexiona sobre los intentos a lo largo de décadas por encubrir esta historia y sobre una disculpa que considera tardía.
Más de un siglo después de que el zoológico del Bronx en Nueva York, Estados Unidos, llegara a los titulares de medios internacionales por exhibir a un africano en el recinto de los monos, la institución, finalmente, expresó su arrepentimiento.
La disculpa de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) por exhibir en 1906 a Oto Benga, un joven secuestrado en lo que es hoy la República Democrática del Congo llegó tras las protestas globales generadas por el video de la muerte de George Floyd a manos de la policía, que puso el foco nuevamente sobre el racismo en EE.UU.
Durante un momento de reflexión nacional, Cristian Samper, presidente y director ejecutivo de la sociedad, dijo que era importante “reflexionar en la historia de la WCS, y en la persistencia del racismo en nuestra institución”.
Samper prometió que la sociedad, que maneja el zoo, se comprometerá a ser transparente sobre este episodio que inspiró numerosos titulares en Europa y Estados Unidos desde el 9 de septiembre de 1906, un día después de se exhibiera a Ota Benga por primera vez, hasta que fue liberado del zoológico el 28 de septiembre de 1906.
Sin embargo, esta disculpa tardía llega tras años de evasivas.
En vez de capitalizar el episodio para extraer una enseñanza, la WCS trató de encubrirlo durante un siglo, perpetuando de forma activa y no corrigiendo historias engañosas sobre lo que realmente había pasado.
En 1906, una carta de los archivos del zoológico revela que las autoridades, en medio de las críticas crecientes, discutió inventar una historia en la que Ota Benga aparecía como un empleado del zoo.
Asombrosamente, la farsa se mantuvo por décadas.
Fuente | Libro “Espectáculo: la asombrosa vida de Ota Benga“, de Pamela Newkirk
En 1916, tras la muerte de Ota Benga, un artículo del New York Times se refirió a la exhibición del joven como una leyenda urbana.
“Fue su empleo el que dio lugar a reportes infundados de que lo tenían cautivo en el parque como una de las exhibiciones en la jaula de los monos”, dice el artículo.
El relato, por supuesto, contradice numerosos artículos que, una década antes, aparecieron en periódicos de todo el país y en Europa.
El New York Times mismo publicó una decena de artículos sobre el tema, el primero el 9 de septiembre de 1906 con el título: “Hombre del bosque comparte jaula con simios del Parque Bronx”.
Luego, en 1974, William Bridges, curador emérito del zoológico declaró que no era posible saber qué había pasado.
En su libro, “La reunión de animales” se hace una pregunta retórica: “¿Fue Ota Benga puesto ‘en exhibición’, como un raro y extraño animal?”, una pregunta que él, como el hombre que preside los archivos del zoológico, es el más indicado para responder.
“Que estuvo encerrado en una jaula vacía para que lo mirasen durante ciertas horas parece improbable”, continúa, ignorando pacientemente un cúmulo de evidencia de los archivos del zoológico que revelan precisamente eso.
Un artículo sobre la exhibición, escrito por el director del zoo, apareció de hecho en la propia publicación de la institución.
Aún así, Bridges escribió: “A esta distancia en el tiempo, eso es todo lo que se puede decir con certeza, excepto que todo se hizo con las mejores intenciones, ya que Ota Benga era interesante para el público de Nueva York”.
Todas estas engañosas narrativas fueron compiladas en un libro publicado en 1992, cuyo coautor es el nieto de Samuel Verner, el hombre que fue a Congo fuertemente armado para capturar a Ota Benga y a otras personas para exhibir en la Feria Mundial de 1904 en St. Louis.
El libro fue descrito absurdamente como la historia de amistad entre Verner y Ota Benga.
En al menos el relato de un periódico desde la publicación del libro, el joven Verner dijo también que Ota Benga —quien se resistió vigorosamente a su captura— disfrutó de actuar para los neoyorquinos.
Es decir que, por más de un siglo, la misma institución y los hombres que explotaron despiadadamente a Ota Benga, y sus descendientes, contaminaron los registros históricos con narrativas falsas que circularon por el mundo.
Incluso ahora, Samper se disculpó por exhibir a Ota Benga por “varios días”, y no por las tres semanas en las que fue mantenido en cautiverio en la jaula de los monos.
El zoológico ha posteado ahora en internet documentos digitalizados del episodio, entre ellos cartas que detallan las actividades diarias de Ota Benga y los hombres que lo enjaularon.
Muchas de estas cartas están citadas en mi libro “Espectáculo: la asombrosa vida de Ota Benga”, publicado en 2015.
En los cinco años desde su publicación, las autoridades del zoológico se negaron inexplicablemente a manifestar arrepentimiento o responder incluso a las preguntas de los medios.
Y mientras que yo tuve la oportunidad de visitar la jaula de primates que albergó y exhibió a Ota Benga, el edificio fue desde ese entonces cerrado para el público.
Ahora, Samper dice: “Lamentamos profundamente que muchas personas y generaciones se hayan visto perjudicadas por estas acciones o por nuestra incapacidad para condenarlas y denunciarlas públicamente con anterioridad”.
También denunció a los miembros fundadores Madison Grant y Henry Fairfield Osborn, ambos ardientes eugenistas que estuvieron involucrados directamente en la exhibición de Ota Benga.
Grant escribió “El paso de una gran raza”, un libro basado en pseudociencia racista que fue elogiado por Osborn y aclamado por Adolf Hitler.
Osborn luego dirigió por 25 años el Museo Estadounidense de Historia Natural donde, en 1921, organizó el segundo Congreso Internacional de Eugenesia.
Curiosamente, Samper no mencionó a William Hornaday, director y fundador del zoo, quien fue el principal zoólogo del país y director del Zoológico Nacional en Washington, DC.
Hornaday decoró la jaula que albergaba a Ota Benga con huesos, para sugerir canibalismo, y solía hacer alarde de que el congoleño tenía “la mejor habitación en la casa de los monos”.
Algunos creen que la WCS necesita ahora continuar su disculpa incompleta con una reporte riguroso sobre la verdad, acorde a una institución educativa líder.
El episodio le da a esta institución la oportunidad de educar al público sobre la historia del movimiento de conservación y sus vínculos con la eugenesia.
Los principios fundacionales del zoológico del Bronx fueron unos de los más influyentes en las engañosas teorías de la inferioridad racial que aún resuenan hoy día.
Una sugerencia es que la WCS considere también bautizar a su centro educativo Ota Benga, cuya trágica vida y legado están indisolublemente ligados al Zoológico del Bronx.