Estas líneas son parte del testimonio a BBC Mundo de Francisca, nombre ficticio de una mujer chilena que asegura haber sido esterilizada sin su consentimiento a los 20 años en un hospital público de su país en 2002.
Cuando me llevaron a la sala de parto, la enfermera me dijo que personas como yo [con VIH], no debían tener hijos y que yo debiera haber abortado.
Me decía: “Eres una inconsciente, porque qué futuro le espera a tu hijo si tú te vas a morir”.
Yo me había enterado de que tenía VIH cuando estaba embarazada, pero no podía dar marcha atrás. Yo quería ser mamá, era mi sueño. No podía eliminar algo que yo quería.
Pero en el momento [del parto] yo me sentía muy mal, no sabía si es que había hecho bien con tenerlo o si había hecho mal. Me cuestionaba a mí misma.
De verdad fue desgarrador, me duele el alma. Estaba con todo el dolor del parto y que una persona te esté diciendo que te vas a morir y que a lo mejor no vas a conocer a tu hijo y con todo el desconocimiento que yo tenía en ese momento, me da rabia, frustración.
Es horrible sentirse discriminada en ese momento y con ese nivel. En vez de dar apoyo, te decían que personas como yo no debían tener hijos.
Y después al otro día, como si nada, me dicen: “Estás esterilizada, ya no vas a poder tener más hijos”.
Estas líneas son parte del testimonio a BBC Mundo de Francisca, nombre ficticio de una mujer chilena que asegura haber sido esterilizada sin su consentimiento a los 20 años en un hospital público de su país en 2002.
A inicios de ese año, cuando Francisca se enteró de que era portadora de VIH, siguió el tratamiento con antirretrovirales para que el hijo que estaba gestando no se contagiara, y programó una cesárea para dar a luz en el Hospital Curicó, en el sur de Chile.
La cesárea salió bien, pero después de la misma, la esterilizaron mediante la ligadura de las trompas de Falopio sin su consentimiento, cuenta Francisca, que prefiere mantener su identidad en reserva.
La CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) está procesando su caso por una vía amistosa tras una demanda que Francisca presentó en el organismo contra el Estado chileno.
BBC Mundo intentó hablar con el Hospital Curicó, pero nos remitió al Servicio de Salud de la región de Maule y esta entidad nos dijo que como el caso aún se encuentra en proceso, no puede referirse al mismo.
El Ministerio de Vivienda y Urbanismo de Chile dijo a BBC Mundo “que el Estado de Chile firmará un acuerdo de solución amistosa con Francisca” y que “dentro de las medidas para indemnizar(la) se considera la entrega de un subsidio para adquirir una vivienda de hasta 950 UF (alrededor de 27.364.000 pesos chilenos o US$737.000)”.
La entidad agregó que el Ministerio de Relaciones Exteriores lidera el caso ante la CIDH.
De igual manera, los ministerios de Justicia (al que nos había remitido el Ministerio de Economía) y de Salud de Chile remitieron a BBC Mundo al de Relaciones Exteriores, que no contestó aún nuestras preguntas.
“En el contexto del procedimiento de la CIDH, este caso está en pleno desarrollo. Precisamente por eso y por la sensibilidad del mismo, no consideramos oportuno referirnos al caso en esta oportunidad”, dijo la Cancillería a BBC Mundo.
Mientras se resuelve su demanda, Francisca le contó a BBC Mundo cómo ha enfrentado lo que le pasó y el hecho de que ya no cumplirá su sueño de volver a ser madre.
No tenía ni idea de que me iban a esterilizar. [Después] Yo pensé que a todas las personas con VIH se lo hacían.
Yo me encerré mucho en mi enfermedad, solo supe del procedimiento que tenía que seguir para que mi hijo naciera sano.
Mi primera prioridad fue proteger a lo que tenía dentro de mi guatita [vientre], entonces me dediqué a tomar todos los medicamentos, hacer todos los controles, porque yo tenía que cuidarlo.
Al inicio nunca vi más allá de mis derechos ni nada.
Después, yendo a los controles rutinarios, me empecé a contactar, a abrir más con personas que tenían mi misma condición y ahí me fueron informando que no era legal, que me habían violado mis derechos, que no debieron haberme esterilizado.
Mi hijo tenía un año cuando yo ya veía las cosas desde otro punto de vista.
Pero ahí vino el proceso de buscar a las personas que quisieran llevar el caso, porque no cualquiera te quiere representar. Saben lo que conllevaba llevar el caso. Hasta que encontré a unos abogados que no tuvieron problemas.
Cuando me hicieron los exámenes para presentar la demanda, recién me dijeron qué nivel de daño tenía. Hasta entonces no sabía el daño que tenía adentro.
El segundo año yo todos los meses esperaba quedar embarazada, esperaba que no me llegara el periodo y cuando me llegaba, sufría mucho porque otra vez lo había intentado y no podía.
Cuando tú tienes ganas de tener otro hijo, y te llega el periodo, pero no puedes quedar embarazada, te duele.
Hasta que cuando iba a presentar la demanda un médico me dijo: “Parece que se ensañaron contigo porque te cortaron [las trompas de Falopio] más de lo normal”.
Esta primera demanda fue la que Francisca presentó junto a los abogados de la organización Vivo Positivo en 2007 contra el médico que la había operado por lesiones graves.
La denuncia fue solo el inicio de una larga batalla legal que dura hasta hoy.
En 2008, la justicia chilena archivó la demanda por falta de pruebas y porque según dijo el hospital en el momento, Francisca había dado consentimiento verbal para la esterilización.
Al cerrarse las instancias chilenas, el Centro de Derechos Reproductivos (CDR), una organización internacional de protección de la mujer, asumió la defensa de Francisca.
En 2009, Francisca denunció al Estado chileno por esterilizarla sin su consentimiento en un hospital público ante la CIDH. Este organismo admitió el caso en 2014.
En 2017, la CIDH organizó una audiencia pública con ambas partes, es decir, con la defensa de Francisca y con el Estado chileno.
Catalina Martínez, directora regional para América Latina y el Caribe del CDR, se refirió a la ley chilena que estaba vigente cuando Francisca sufrió la esterilización.
Esta norma, vigente entre 2000 y 2018, decía que antes del procedimiento, la paciente debe dejar constancia de su decisión en un documento firmado por ella, por el médico tratante y por el director o directora del centro médico.
“Dicho documento no existe en el caso de nuestra representada (…) lo que determinó que Francisca no rindió su consentimiento escrito como indicaba la ley”, dijo Martínez.
Francisca y su defensa niegan que la mujer haya consentido el procedimiento de alguna manera, ni verbal ni escrita, y aseguran que tampoco recibió ninguna información sobre la cirugía.
Francisca “fue víctima de una esterilización forzada, en la que el médico unilateralmente esterilizó a Francisca sin su consentimiento porque consideró que teniendo VIH no reunía las características que, según él, se debe tener para ejercer una maternidad responsable”, dijo el CDR en la audiencia de 2017.
Ante los alegatos, en 2017 el Estado chileno ofreció firmar un acuerdo amistoso con Francisca y esta aceptó.
Pero hasta la fecha, Francisca y sus abogados están a la espera de que el Estado firme este pacto.
Francisca le pide al Estado chileno que se comprometa a tomar medidas estructurales para que no vuelvan a ocurrir esterilizaciones forzadas en el país, dice Carmen Martínez, abogada del CDR, a BBC Mundo.
La mujer también le pide al Estado una indemnización económica y que los provea de salud integral, vivienda y educación, ya sea técnica o universitaria, tanto a ella como a su hijo.
Al inicio de la batalla legal, la posibilidad de recibir una compensación económica llevó a Francisca a mantener cierta esperanza de volver a ser madre mediante una fertilización in vitro (FIV).
La Clínica Mayo, de Estados Unidos, y otros centros médicos señalan que la FIV puede ser una opción de quedar embarazada para las mujeres a las que les han ligado las trompas.
Pero ese anhelo le duró a Francisca solo un tiempo.
“Ojalá falle la esterilización y pueda aparecer con la sorpresa de que sí estoy embarazada”
Con el dinero [de la indemnización] que yo iba a recibir, quería ver la posibilidad de hacerme los estudios para una fertilización in vitro, sin hacerme tanta ilusión, siempre dentro de las posibilidades que yo tenía, en las condiciones en que yo me sintiera cómoda.
Desde que nació mi hijo, hasta los 38 años, siempre estuve esperando la posibilidad de volverme a embarazar. Quería ser mamá soltera otra vez, era mi sueño.
Al inicio, inclusive pensaba y decía “ojalá falle la esterilización y en una de esas puedo aparecer con la sorpresa de que sí estoy embarazada”.
Después, cada vez que había una novedad en el caso, yo tenía la esperanza de que me pudiera hacer la fertilización in vitro. Yo decía “ojalá este año sí se pueda“.
Siempre me proyecté que hasta los 38 años tenía posibilidad de quedar embarazada, de hacerme una FIV.
Así que cuando yo cumplí 38 años, lloré mucho, porque no podía aceptar que ese era mi punto final.
Ya desistí de la FIV. Ya no puedo porque pongo en riesgo mucho más.
La fertilización in vitro es complicada, con las trompas cortadas como yo las tengo era más complicado, más la edad, más difícil. Hay que bajarse de la nube y decir no.
Hay que aterrizar, decir esto es lo que me tocó y hay que aceptarlo, pero cuesta muchísimo.
A estas alturas duele, pero no voy a volver a ser mamá. Es una pena grande, pero es así.
Aunque Francisca se resignó a quedarse con solo un hijo, ella y sus abogados siguen pendientes de la firma del acuerdo amistoso.
“Si el Estado no genera las condiciones para firmar, la verdad es que es muy grave, ya se convertiría en el paso de una etapa amistosa a una etapa otra vez contenciosa ante la CIDH y ya seguiría ir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos”, dice Carmen Martínez, abogada del CDR.
“Esperamos no llegar a eso, estamos positivos de que el Estado sí va a responder y va a dar una respuesta favorable a las peticiones individuales de Francisca y las medidas de no repetición”, agrega.
Sin embargo, Francisca se muestra indignada ante la espera de casi tres años para que se concrete el acuerdo.
No siento que [el Estado] esté tomando en serio el caso. Me siento dejada a un lado.
Me siento como si hubieran dicho “ya llegamos a un acuerdo amistoso y la dejamos ahí tranquilita y aguantémonos hasta que se aburra”.
Así me siento, como que no me dieron una solución, como que me dieron una pequeña esperanza para que yo me aguante hasta que a ellos se les antoje.
Eso es lo que me tiene molesta, que no se le esté colocando la atención que corresponde.
Quiero ser un referente para el resto, aunque no dé mi nombre, para que no vuelva a pasar.
Porque yo sé que no soy la única mujer que ha sido discriminada, que ha sido esterilizada en Chile.
Según una investigación del CDR y Vivo Positivo, casos como el de Francisca se repitieron en Chile en años posteriores.
En un estudio de 2009 y 2010 con 27 mujeres chilenas VIH positivas, el CDR y Vivo Positivo determinaron que 16 de ellas habían sido esterilizadas, y que de estas, “solo cuatro dijeron haber tomado una decisión plenamente informada y voluntaria con respecto a la esterilización”.
“Las demás mujeres contaron que se habían encontrado con diversas tácticas como consejería directiva, información engañosa o incompleta, y esterilización durante otro procedimiento sin su conocimiento o consentimiento”, según el informe de las dos organizaciones, publicado en 2011.
Somos seres humanos, tenemos derecho a opinar, a decidir, el VIH no es algo que te pueda desligar de responsabilidades.
Yo no me siento anormal por ser VIH, me da más fuerzas todos los días para seguir luchando.Con tus medicamentos diarios es como si no tuvieras nada.
¿Por qué te pueden discriminar, por qué tomar decisiones que le corresponden a uno?
Ahora me da mucho miedo volver al hospital, por la mínima cosa, porque yo digo si una vez fui a tener un hijo y salí mutilada, en qué condiciones voy a salir si es que voy por otra enfermedad.
Al final, la esterilización ha sido más dolorosa que la enfermedad [VIH], porque la enfermedad ya la acepté, ya me tocó.
Pero la esterilización no, porque me mutilaron. Me siento vacía, me siento mutilada, es como si te faltara un brazo, una pierna.
(Es una) Cosa que yo tenía bien y a mí me la quitaron. ¿Por qué? Porque ellos decidieron que era lo mejor para mí, porque personas como yo no pueden seguir siendo mamás, encuentro que es muy injusto.
Yo fui a tener a mi hijo, no para que me mutilaran. Me entregaron parte de mí, pero me sacaron la otra.
Me ayudaron a tener a mi hijo, pero me sacaron la fertilidad y eso duele, tanto como si hubiesen eliminado a mi hijo.
He estado deprimida algunas veces, y he pasado bajas económicas, pero al final uno tiene que seguir luchando, porque todo se tiene que ir superando. No se olvida. Porque pasa a ser parte de uno y uno tiene que aprender a vivir con el dolor.
Soy luchona, me gusta luchar, me gusta salir adelante. Tengo la fuerza y las ganas de salir adelante. Tengo un hijo por quien luchar también, entonces tengo que sacarlo adelante.
Él está estudiando, está grande, hermoso, está súper bien, y yo, independientemente de lo que me pasó, no he dejado de luchar.