En EE.UU. y Reino Unido, la pandemia ha sido descrita como fuera de control. Mientras tanto, la respuesta draconiana de China ha sido elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En 2019, una clasificación mundial encontró que Estados Unidos y Reino Unido eran modelos a seguir en la preparación para una pandemia. Nueva Zelanda, China y Vietnam se quedaron muy atrás.
Pero si avanzamos rápidamente hasta 2021 y la pandemia de coronavirus, parece que el Índice de Seguridad Sanitaria Mundial de la Fundación Bill y Melinda Gates se equivocó mucho en algo.
En EE.UU. y Reino Unido, la pandemia ha sido descrita como fuera de control. Mientras tanto, la respuesta draconiana de China ha sido elogiada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Nueva Zelanda es felicitada por su ejemplaridad y Vietnam ha sufrido sólo 35 muertes de covid en una población de 95 millones.
Parece que algunos países que de antemano se veían bien sobre el papel, reaccionaron mal a la pandemia en la vida real, y otros que tenían lagunas en su preparación les fue mejor en la lucha contra la covid…
Pero ¿qué explica esto?
“Todo el mundo se enfrenta al mismo virus, así que ¿por qué los países responden de forma diferente?”, se pregunta la profesora Elizabeth King, investigadora de salud global de la Universidad de Michigan en los Estados Unidos.
La profesora King es una de las coeditoras de un nuevo libro que compara las respuestas nacionales a la primera ola de coronavirus a principios de 2020.
Sesenta académicos de 30 países de Asia, Europa, África y América han contribuido con artículos.
Trazar comparaciones internacionales es notoriamente difícil porque los países utilizan diferentes criterios para medir cómo lo están haciendo.
Bélgica, por ejemplo, incluye los casos sospechosos de covid-19 en las estadísticas de mortalidad, lo que hace que su número total de muertes parezca mayor que en otros países.
Alemania y Francia siempre han incluido las residencias de ancianos en sus cifras de muertes, mientras que en el Reino Unido el recuento se produce en los hospitales.
Comparar el número de casos es aún más difícil. Si se realizan más pruebas, se encontrarán más casos, y la escala de las pruebas ha variado enormemente durante la pandemia, al igual que las decisiones sobre quién debe hacerse las pruebas.
También hay que hacer matices sobre la composición demográfica de cada país: mientras que más de una quinta parte de la población italiana tiene más de 65 años (lo que le hace más vulnerable al coronavirus), la población de África es mucho más joven: el continente cuenta con 19 de los 20 “países más jóvenes” del mundo.
No obstante, parece que lo que hizo un gobierno -y tal vez, incluso más importante, la rapidez con que actuó– tuvo efectos remarcables en los resultados nacionales durante la primera ola de la pandemia.
Más allá de la mera comparación de los resultados, la profesora King y sus colegas quieren entender cómo las políticas de salud pública también han sido influenciadas por otros factores.
Dicen que factores como el sistema de gobierno (ya sea democracia o autocracia), las instituciones políticas formales (federalismo, presidencialismo, etc.) y la capacidad del Estado (control de los sistemas de salud y la administración pública) han moldeado las respuestas del gobierno ante el virus.
Cuando China dio el paso sin precedentes de acordonar a 50 millones de personas en la provincia de Wuhan, en enero de 2020, por ejemplo, algunos argumentaron que los regímenes autoritarios podrían tener una ventaja sobre las democracias en su lucha contra la covid-19.
Pero el debate se volvió más matizado después de que las democracias occidentales, comenzando por Italia, también comenzaran a confinar.
Mientras que los gobiernos autoritarios pueden enfrentarse a menos oposición a cualquier medida que anuncien, hacer que se cumplan es un asunto diferente.
King cree que si los gobiernos autoritarios erosionan la confianza de sus poblaciones, estas tácticas podrían no funcionar a largo plazo.
Si la población debe adherirse a las medidas restrictivas, dice, “el flujo de información, la confianza en el gobierno y la confianza en las instituciones importan”.
Señala que la respuesta de Rusia a la pandemia se vio socavada inicialmente por la falta de estadísticas desglosadas.
Pero añadió que más recientemente el gobierno ruso ha mejorado el flujo de información y ha elaborado un sólido conjunto de políticas sociales destinadas a mitigar los efectos de la pandemia.
Sin embargo, una investigación del servicio ruso de la BBC determinó que la falta de transparencia ha seguido afectando la confianza pública en la respuesta rusa, en particular en lo que respecta a la eficacia de su propia vacuna, que se está aplicando mientras todavía está en fase de prueba.
Lamentablemente, advirtió, “hemos visto muchos regímenes democráticos que en realidad no tenían un muy buen caudal de información”.
Por ejemplo, el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, ha socavado repetidamente el mensaje contra el coronavirus y ha sido acusado de contribuir a un número espantoso de casos y muertes.
Elize Massard da Fonseca, una de los coeditores del libro y profesora de la Universidad FGV en Sao Paulo, declaró a la agencia de noticias FAPESP que Bolsonaro demostró “desprecio por la ciencia” y alimentó el negacionismo.
“Brasil estaba muy bien posicionado para enfrentar efectivamente la pandemia, pero desafortunadamente no lo hizo”, aseguró.
En algunas partes del país, el sistema de salud fue desbordado por los casos de coronavirus.
Pero debido a que el sistema federal da a los estados un poder significativo sobre la atención médica, los gobiernos locales pudieron cerrar y comprar equipos y vacunas de manera independiente.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, también ha sido acusado de restarle importancia al virus y se ha enfrentado a los estados sobre cómo responder a la pandemia.
Después de una estancia de tres noches en el hospital cuando él mismo se contagió de covid-19 en octubre, lo comparó con la gripe estacional e insistió en que no era motivo para cerrar el país.
King dice que algunos países que tenían una infraestructura sanitaria más débil pudieron hacer frente con éxito a la covid-19 empleando “una ágil reacción a la epidemia”, en lugar de retrasar las medidas hasta que la situación empeorara.
“Aplicaron intervenciones no farmacológicas basadas en pruebas, como el uso de máscaras, el distanciamiento social, junto con un sólido sistema para rastrear los casos y brindar ayuda”, afirma.
Vietnam es el ejemplo más citado, cuya capacidad para rastrear y aislar los casos de covid suele contrastarse con el enfoque muy exitoso, pero caro, de los test y rastreo masivos de Corea del Sur.
Los países de África occidental que sufrieron el virus ébola también pudieron aprovechar sus redes comunitarias para rastrear y vigilar el avance de la covid.
En la primera oleada de la actual pandemia, el seguimiento de las enseñanzas anteriores pareció haber ayudado a Sudáfrica, que, sin embargo, respondió “de forma muy equivocada” a las epidemias de SIDA, explica King.
Pero la situación del país se ha deteriorado considerablemente en la segunda ola por culpa en parte de una nueva variante del virus que apareció allí a finales del año pasado.
Por último, King considera que ninguna estrategia sería completamente exitosa sin un conjunto sólido de políticas sociales diseñadas para asegurar que los individuos y las pequeñas empresas puedan permitirse cumplir con las normas de restricción.
El coronavirus ha puesto de manifiesto las desigualdades en el acceso a la atención sanitaria y la capacidad de las personas para permanecer en casa dependiendo del tipo de trabajo que realicen.
La pobreza, el género, las habilidades laborales y la condición de inmigrante se han convertido en líneas divisorias que determinan quién es más susceptible de infectarse dentro de las sociedades.
Sin embargo, los gobiernos han diferido ampliamente en las políticas sociales que diseñaron para gestionar la crisis y promover la recuperación económica.
En Alemania, por ejemplo, el gobierno pagará un permiso extra para los padres que se enfrentan a la necesidad de hacer malabarismos entre el trabajo y las responsabilidades de la escolarización en casa.
La experta considera que fue todo esto, y no la naturaleza draconiana de las medidas impuestas por Pekín, lo que explica la fuerza de la estrategia de China.
“China hizo lo suficiente para asegurarse de que no hubiera una hambruna generalizada implementando fuertes políticas sociales.
“Por lo tanto, es un poco arriesgado decir que fue por su naturaleza autoritaria, particularmente cuando vemos respuestas democráticas -como en Nueva Zelanda y Alemania- que también lo hicieron bien”.
Si bien las respuestas estuvieron determinadas por varios factores, King mantiene que la rapidez con la que los gobiernos aplicaron su estrategia fue “realmente lo que definió el éxito” contra la primera ola de covid-19.
Su observación está en consonancia con otros estudios que sugieren que el retraso en la adopción de medidas cuesta un gran número de vidas en la pandemia, lo que deja a sistemas de salud relativamente robustos sobrepasados por un aumento de los casos.
“La evidencia era realmente clara desde el principio, de que se trataba de una pandemia en toda regla, y fuimos y seguimos siendo muy afortunados de que su tasa de mortalidad no sea más alta de lo que es”, reflexiona Ian J. Bateman, profesor de Economía Ambiental de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y autor de uno de estos estudios.
“El número de víctimas de covid, no sólo en términos de muertes sino en lo relativo a las implicaciones a largo plazo para la salud y los efectos en cadena sobre la economía, significa que no hay manera de que confiar en la suerte sea el enfoque correcto“, dice a la BBC.
“Actuar tarde y con poca decisión, de una forma demasiado compleja e inconsistente, es la receta para una mayor mortalidad, más enfermedades y mayores costes y daños económicos”.