¿Cómo logra escapar este paraíso para el turismo a la ola de violencia que azota a algunas zonas vecinas?
Entre las pintorescas calles de San Miguel de Allende, a uno le toca ir esquivando a los cientos de turistas que se retratan a golpe de ‘selfie’ frente a los hermosos rincones coloniales de este municipio en el centro de México.
Las avenidas empedradas, sus galerías de arte, coquetos restaurantes y coloridas viviendas han hecho de este lugar el paraíso de cualquier instagrammer.
También el de miles de extranjeros, sobre todo jubilados estadounidenses, que han convertido este municipio en su segundo o incluso primer hogar, atraídos por un agradable clima y precios mucho menores a los de su país.
Porque la fama de San Miguel ha trascendido fronteras. El año pasado, fue distinguida como la mejor ciudad del mundo por la revista Travel + Leisure y los lectores del medio turístico Condé Nast Traveler.
Sin embargo, llama la atención que a no muchos kilómetros de distancia y en el mismo estado de Guanajuato se encuentren algunos de los municipios considerados más violentos de México. Esta es, de hecho, la entidad del país donde se registraron más homicidios el año pasado.
¿Cómo logra escapar este paraíso para el turismo a la ola de violencia que azota a algunas zonas vecinas?
Sentado en un restaurante en la plaza central de San Miguel de Allende, el estadounidense Malcolm Halliday degusta algo tan mexicano como una sopa azteca.
Frente a él, un grupo de turistas fotografía la llamativa catedral de estilo neogótico que se ha convertido en el símbolo de la ciudad. “Es como el castillo de Disney”, dice un niño boquiabierto.
Halliday llegó hace casi cinco años a San Miguel atraído por la vida cultural. “Me encanta la ciudad y el ambiente. En EE.UU. también tenemos violencia en algunas ciudades, pero la verdad que aquí no tenemos mucho problema”, le dice a BBC Mundo en un correcto español.
Louise Gilliam, también estadounidense y habitante de San Miguel, coincide. “En todo mi tiempo aquí, nunca he vivido nada de violencia. Viví en Chicago, en Nueva York, en Los Angeles… Y tenía cuidado de no ir a las zonas peligrosas. A donde quiera que vayas, encontrarás crimen si no andas con cuidado”, asegura en inglés.
Sí reconocen que sus familiares y amigos se inquietaron cuando supieron de su intención de establecerse en el centro de México.
“Muchos extranjeros se sorprenden. Creen que al oscurecer, acá no pueden salir. Es un paradigma que traen, y después ven la realidad. Es como darles la confianza de que sí somos parte de México, pero no al mismo tiempo”, le dice a BBC Mundo Tania Castillo, directora de Turismo de San Miguel de Allende.
Pero el municipio, que en su día fue uno de los escenarios clave de la Guerra de Independencia de México y que acogió algunas de las reuniones de conspiración en la lucha contra los españoles, no siempre ha sido un atractivo para turistas.
A principios del siglo XX, de hecho, estuvo a punto de convertirse en un pueblo fantasma por los diversos conflictos bélicos que azotaron la región. Fue en los años 30 y 40 que comenzaron a llegar artistas y promotores que fundaron escuelas de arte y galerías que fueron atrayendo a estudiantes y expatriados estadounidenses.
Según la responsable de turismo de San Miguel, lo que hoy lo hace uno de los mejores destinos del mundo es su arquitectura y multitud de templos, su oferta gastronómica, artística, de viñedos y hoteles de lujo, unido al estilo de vida que “mezcla lo cosmopolita con la vida de los pequeños pueblos mexicanos”, asegura.
En una patrulla realizada por el municipio junto a la policía para conocer la situación de seguridad, el agente local Esteban López cuenta que la mayoría de sus actuaciones son “reportes menores” para atender casos de personas que discuten o beben alcohol en la calle.
“Imaginémonos que somos como una isla. Entonces, todo lo malo sucede alrededor”, le resume a BBC Mundo.
En efecto, a escasos 50 km de distancia de San Miguel, se encuentra alguno de los 50 municipios más violentos de México, donde el gobierno desplegó una estrategia para reducir el número de homicidios, como es el caso de Celaya o León, y cuyas cifras de asesinatos son hasta 20 veces superiores.
Pero la principal razón por la que San Miguel escapa al proceso de violencia de Guanajuato es por no estar ubicado en el corredor de extracción de hidrocarburos que atraviesa parte del estado.
“La ordeña de estos ductos es lo que genera la violencia por el control de este mercado ilegal. San Miguel está cerca, pero no pasa por ahí”, apunta el experto en seguridad Víctor Sánchez.
Esta diagonal, también conocida como “Triángulo de las Bermudas”, está conformada por una quincena de municipios por donde pasan los ductos de Petróleos Mexicanos (Pemex) que transportan el combustible a lo largo del país.
Si bien en el pasado fueron dominados principalmente por el cartel de Santa Rosa de Lima, la detención de su líder, “el Marro”, en 2020 hizo que perdiera fuerza en la mayoría de municipios que ahora se disputa con células del cartel de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación (CJNG) o Nueva Plaza.
Aunque, además de su ubicación geográfica, hay algunas particularidades de la infraestructura de San Miguel que podrían hacerla menos atractiva para los grupos criminales.
“Sus características arquitectónicas impiden que sea una ciudad con determinados planes de desarrollo. Cuando un municipio no tiene autopistas, no tiene una central de abastos y no es un centro de acopio de materiales que tiene que estar recibiendo camiones, no tiene la infraestructura necesaria para distribución de cosas prohibidas“, dice su alcalde, Mauricio Trejo.
“Somos una burbuja dentro del estado”, dice con orgullo.
Según Sánchez, otro factor clave para explicar la ausencia de violencia es que “no hay una disputa abierta entre varias organizaciones criminales, como sí vemos en otros municipios. La región del centro hacia el norte (de Guanajuato), donde está San Miguel, es una zona controlada completamente por el CJNG”.
Y de acuerdo con el experto, esto lleva a dos hipótesis. La primera: que como en tantos corredores turísticos, los grupos criminales llevan a cabo venta de productos ilegales como drogas a pequeña escala aprovechando la presencia de turistas y residentes extranjeros.
“A la organización criminal le interesa no ahuyentar a esos compradores con alto poder adquisitivo. Si empieza a haber violencia en la zona, los turistas dejarán de llegar”, subraya.
La segunda hipótesis, ligada a la anterior, es que “como hay un importante flujo monetario, negocios como hoteles o restaurantes con operaciones en efectivo se pueden prestar a ser puntos de lavado de dinero para la organización que controla el municipio y, por ende, también se quiere mantener de manera pacífica para no llamar la atención de autoridades”.
El alcalde, sin embargo, niega la presencia del CJNG ni de ninguna otra organización en San Miguel de Allende.
“No tenemos detectada injerencia de ningún grupo delictivo. No hemos sido ni presionados ni amenazados por ningún grupo”, afirma tajante.
“Sin embargo, los temas de narcomenudeo que se pueden dar en el municipio son atacados por la Policía Municipal y programas de denuncia y prevención de drogadicción”, reconoce. “Pero el perfil de los turistas que tenemos es otro, aquí vienen buscando cultura”.
Algunos de esos turistas, como Aarón González de Ciudad de México, cree que todo se debe “a acuerdos entre las autoridades y los grupos, porque obviamente no pueden tener todo el control, y el gobierno tampoco los puede controlar. O tal vez sí puede, pero no le interesa porque hay intereses y prefieren tener sus arreglos”, opina sentado en una banca del parque central y disfrutando de la música de mariachis junto a su esposa cuando cae la noche.
Varios vecinos que quisieron mantener su nombre en el anonimato le mencionaron a BBC Mundo la existencia de prácticas de extorsión, presiones o “cobro de piso” hacia comerciantes del municipio.
“Yo tenía una amiga con un negocito, pero se le ocurrió vender [droga] allí, y hoy ya no tiene negocio, ni está ella. Le dijeron que o pagaba su plaza o nada. Ellos te dan dinero si le entras al negocio, pero luego tienes que pagar de vuelta. No pagó, y así le hicieron”, cuenta Paula Colunga desde su puesto de raspados [hielo con jarabe de sabores] frente a la catedral.
Pero el alcalde asegura que ningún comerciante le ha informado de que sufran extorsión en la actualidad. “Puede ser que todavía sientan esa ofensa de cuando sí les cobraban, aunque cuando entramos [al gobierno municipal] detectamos que la mayoría no se debían a grupos delictivos sino a autoridades corruptas, que ya han sido corridos [despedidos] o están bajo investigación”, le dice a BBC Mundo.
Para el alcalde Trejo, es su estrategia de seguridad municipal la que explica que San Miguel de Allende esquive la violencia que permea en buena parte de Guanajuato.
Entre otros factores, destaca el contar con un avanzado centro de vigilancia C4, así como la capacitación y compensación de la policía local, “la mejor pagada del estado y de las mejores remuneradas de todo el país”, asegura.
“También nos ayudamos con municipios cercanos para evitar que surja el ‘efecto cucaracha’ y que, cada vez que hay algún operativo en una ciudad cercana, se nos dejen venir los delincuentes a San Miguel a refugiarse”, explica.
Para el analista de seguridad Víctor Sánchez, sin embargo, “sería difícil atribuir un caso de éxito en San Miguel a la acción de las autoridades, porque si de ello dependiera, se habría buscado cómo replicarlo en ciudades vecinas donde la seguridad es un fracaso importante”.
En su lugar, insiste en que los verdaderos motivos yacen en cuestiones ajenas a la función del ayuntamiento, como la inexistencia de grupos criminales rivales en el municipio, su mera ubicación geográfica o que, debido a la alta concentración de extranjeros y turistas, “funciona mejor si está pacificado”.
Pero la presencia de extranjeros de más de 60 nacionalidades -en torno al 10% de sus 180.000 habitantes- también ha tenido otro efecto en San Miguel de Allende, como en tantas ciudades que viven esta realidad: el encarecimiento de rentas y de muchos servicios como bares y restaurantes.
“Para muchas personas no es un problema económico, pero quizá para quienes vivían originalmente aquí es desafiante porque se está subiendo el precio de todo. Vamos a ver… yo no puedo curar todos los problemas, estoy aprovechando la vida aquí”, dice alzando los hombros el estadounidense Malcolm Halliday.
Aunque como es habitual, esta llegada de personas con más poder adquisitivo también tiene ventajas. Como reconoce Paula, la vendedora de raspados, los mexicanos que trabajan para los extranjeros del municipio suelen recibir mejores salarios. “Está mal que yo lo diga, pero es así. Los mexicanos, en cambio, entre menos paguemos a la gente, mejor”.
Los miles de extranjeros que viven en San Miguel de Allende también dejan otra huella en el municipio. Ellos son los fundadores de decenas de ONG que acercan desde educación hasta salud dental a los vecinos con más necesidades económicas.
Porque, lejos de la bella arquitectura y hoteles de lujo frecuentados por los turistas, San Miguel esconde una realidad muy distinta en cuanto uno se aleja unos minutos del centro histórico hacia barrios más rurales.
Según datos de la Secretaría mexicana de Bienestar, más del 44% de los sanmiguelenses viven en condiciones de “pobreza moderada”. Otro 4% lo hace en pobreza extrema. Casi dos de cada diez viviendas no tiene drenaje.
Jazmín Yanet Ramírez muestra a BBC Mundo con orgullo la casa que estrenó a inicios de este año en la comunidad de San Miguel Viejo, una zona de calles sin asfaltar en donde a los turistas no se les ha perdido nada.
“La gente que llega al centro de San Miguel no se da cuenta de que en los alrededores estamos nosotros, que, la verdad, hace mucho que no vamos a esa zona porque hay muchos turistas… Es una lástima, porque no todos podemos disfrutarlo igual”, lamenta.
Dice que su marido y ella ya no tienen que dormir en la misma habitación que sus tres hijos como antes. Que ya no se mojan cuando llueve ni tienen miedo a que el tejado se vuele con el viento. Ante la ausencia de drenaje, su nuevo hogar cuenta con una pequeña fosa séptica y un sistema de recogida de agua de lluvia.
Su casa fue construida por Casita Linda, una ONG financiada por estadounidenses residentes en San Miguel que en las últimas dos décadas ayudó a 130 familias del pueblo.
“Es un cliché decir que quieres devolver algo al municipio que te acoge, pero es una manera muy honesta de decirlo. Es una manera de ayudar a la gente”, le dice a BBC Mundo Louise Gilliam, presidenta de la organización con casi 20 años de vida en San Miguel.
“La vida acá es buena. El tiempo es perfecto, es menos caro vivir aquí… A mis hijos que están en Texas les digo que vendan su casa y vengan aquí”, responde cuando se le pregunta por cómo influye la inseguridad en su vida.
“Nunca volveré a Estados Unidos”, termina convencida.
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