Un hombre de 35 años tiene solo un 1,5% de posibilidades de morir en sus próximos 10 años; el mismo hombre tiene a los 75 años un 45% de posibilidades de morir antes de cumplir los 85.
Claramente, el envejecimiento es malo para nuestra salud. Pero si vemos el lado positivo, hemos logrado un gran progreso entendiendo los mecanismos fundamentales que controlan el envejecimiento y las enfermedades relacionadas con la vejez.
Varios procesos biológicos estrechamente vinculados, a veces llamados “sellos distintivos del envejecimiento”, que incluyen nuestro suministro de células madre y la comunicación entre las células, actúan para mantenernos saludables en la primera parte de nuestras vidas. Los problemas surgen cuando comienzan a fallar.
Actualmente se están haciendo ensayos clínicos para ver si el atacar algunos de estos sellos distintivos puede ayudar a mejorar afecciones relacionadas con la edad, como la enfermedad renal diabética, aspectos de la función inmunológica y la fibrosis pulmonar, entre otras. Hasta aquí todo bien.
Pero desafortunadamente, quedan grandes preguntas sin respuesta en la biología del envejecimiento.
Para evaluar cuáles son y cómo abordarlas, la Federación Americana para la investigación del envejecimiento (AFAR), una organización benéfica, convocó recientemente una serie de reuniones con científicos y médicos destacados en el área.
Los expertos coincidieron en que es clave comprender qué tiene de especial la biología de los humanos que viven más de un siglo.
Los centenarios representan menos del 0,02% de la población de Reino Unido, pero han superado la esperanza de vida de sus pares por casi 50 años (los bebés nacidos en la década de 1920 tuvieron de media una esperanza de vida de menos de 55 años). ¿Cómo lo hicieron?
Sabemos que los centenarios viven tanto tiempo porque son excepcionalmente sanos.
Gozan de buena salud durante unos 30 años más que la mayoría de las personas normales y, cuando finalmente se enferman, solo lo están por un período muy breve.
Esta “compresión de la morbilidad” es claramente buena para ellos, pero también beneficia a la sociedad en su conjunto.
En Estados Unidos los costos de atención médica de una persona que tiene 100 años o más durante sus últimos dos años de vida son aproximadamente un tercio de los de alguien que muere a los 70 (una época en la que la mayoría de los centenarios ni siquiera necesitan ver a un médico).
Los hijos de los centenarios también son mucho más saludables que el promedio, lo que indica que están heredando algo beneficioso de sus padres. Pero, ¿es esto genético o relativo al entorno?
¿Son los centenarios el modelo de un estilo de vida saludable?
Entre la población en general, vigilar su peso, no fumar, beber moderadamente y comer al menos cinco porciones de frutas y verduras al día puede aumentar la esperanza de vida hasta en 14 años en comparación con alguien que no hace ninguna de estas cosas.
Esta diferencia es mayor a la que se observa entre los habitantes de las áreas más y menos desfavorecidas de Reino Unido, por lo que, intuitivamente, se esperaría que desempeñara un papel cuando se trata de vivir más de un siglo.
Pero sorprendentemente, este no tiene por qué ser el caso.
Un estudio encontró que cerca del 60% de los judíos asquenazíes con más de 100 años han fumado mucho la mayor parte de sus vidas, la mitad vive con sobrepeso durante el mismo período de tiempo, menos de la mitad hace ejercicio frecuentemente y menos del 3% es vegetariano.
Los hijos de las personas que viven 100 años o más tampoco parecen ser más cuidadosos con su salud que la población en general.
Sin embargo, en comparación con sus pares que consumen el mismo tipo de alimentos y cuentan con el mismo nivel de riqueza y peso corporal, los centenarios tienen la mitad de la tasa de prevalencia de enfermedades cardiovasculares.
Hay algo innatamente excepcional en estas personas.
¿Podría deberse a una genética especial? Si es así, hay dos formas en las que podría funcionar.
Los centenarios podrían portar variantes genéticas inusuales que prolongan la vida o, en cambio, pueden carecer de otras más comunes que causan enfermedades y trastornos en la vejez.
Varios estudios, incluido nuestro propio trabajo, han demostrado que los centenarios tienen tantas variantes genéticas malas como la población en general.
Algunos incluso portan dos copias del gen de riesgo común más grande que se conoce en torno a la enfermedad de Alzheimer (APOE4), pero aun así no contraen la enfermedad.
Entonces, una hipótesis de trabajo plausible es que los centenarios tienen variaciones genéticas beneficiosas y raras en lugar de carecer las que causan desventajas. Los mejores datos disponibles apoyan esta hipótesis.
Más del 60% de los centenarios tienen cambios genéticos que alteran los genes que regulan el crecimiento en la vida temprana.
Esto implica que estas personas son ejemplos humanos de un tipo de extensión de la vida observada en otras especies.
La mayoría de la gente sabe que los perros pequeños tienden a vivir más que los grandes, pero pocos creen que se trata de un fenómeno generalizado en todo el reino animal.
Los ponis pueden vivir más que los caballos y muchas ratones de laboratorio con mutaciones enanas viven más que sus pares más grandes.
Una posible causa de esto son los niveles reducidos de una hormona del crecimiento llamada IGF-1, aunque los humanos centenarios no son necesariamente más bajos que el resto de nosotros.
Obviamente, la hormona del crecimiento es necesaria en una etapa temprana de la vida, pero cada vez hay más evidencia de que los niveles altos de IGF-1 en una edad adulta o en la vejez se asocian con un aumento de la enfermedad durante la tercera edad.
Los mecanismos detallados en torno a esto siguen siendo una incógnita abierta, pero incluso entre los centenarios, las mujeres con los niveles más bajos de la hormona del crecimiento viven más tiempo que las que tienen mayores niveles. También tienen una mejor función cognitiva y muscular.
Sin embargo, eso no aclara la duda. Los centenarios también son diferentes del resto de nosotros en otros aspectos. Por ejemplo, tienden a tener buenos niveles de colesterol, lo que sugiere que puede haber varias razones para su longevidad.
En última instancia, los centenarios son “experimentos naturales” que nos muestran que es posible vivir con una salud excelente incluso si te han trasmitido genes no tan buenos o incluso si se elige no prestar atención a los mensajes relacionados con la salud. Lo importante es tener mutaciones raras y de las que ahora se entiende poco.
Comprender exactamente cómo funciona esto debería permitirles a los científicos desarrollar nuevos medicamentos o intervenciones para procesos biológicos en los tejidos correctos en el momento adecuado.
Si esto se convierte en una realidad, tal vez más de nosotros podremos pasar al próximo siglo.
Pero, hasta entonces, no aceptes los consejos de estilo de vida saludable de las personas de 100 años.
*Richard Faragher es profesor de Biogerontología en la Universidad de Brighton y Nir Barzilai es catedrático de Medicina y Genética en la Albert Einstein College of Medicine.